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CRíTICA: «El callejón»

El peor cine fantaterrorífico que se puede ver hoy

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Ya sé que hay un cine que es deliberadamente malo, y que suele servir de desahogo para el público más gamberro y nocturno de los festivales fantaterroríficos. «El callejón» no cumple ni siquiera esa condición destructivamente lúdica, porque es rematadamente mala a su pesar, tal como pudieron comprobar en Sitges y Donostia. De lo contrario la revista Fotogramas, en la que el guionista y realizador Antonio Trashorras ejerce la crítica cinematográfica, no diría que se trata de una valiente película de culto. Está claro que hay quien no quiere que el cine español supere sus sempiternas miserias, o por lo menos hacen todo lo necesario para que siga anclado en el subdesarrollo mental.

Ya son ganas de defender lo indefendible, puesto que desde la objetividad no queda otra que admitir la inexistencia en «El callejón» de un mínimo desarrollo argumental para completar la duración comercial, toda vez que le faltan quince minutos para llegar a la hora y media de rigor. Quien pague la entrada tiene pleno derecho a sentirse estafado, y eso sin entrar en el contenido de semejante bodrio. No merece la pena comentar en serio, por lo que tiene de insensato e irresponsable, el modo en que está tratado el tema de la inmigración. Lo malo viene de fuera y los vampiros también, incluso aunque haya que ponerles el acento del actor colombiano Diego Cadavid y de la chilena Leonor Varela.

La víctima es igualmente extranjera, pero lleva más tiempo aquí. No en vano es la actriz de origen cubano Ana de Armas a la que le toca gritar y desangrarse. Su presencia justifica el respaldo en la producción de Antena 3, a la par que actúa como reclamo para el público adolescente de las series televisivas. Intenta bailar como en los años 60 para los títulos de crédito de estética pop sicodélica, con la excusa de que prepara un número para una audición, mientras se gana la vida limpiando habitaciones en un hotel de Benidorm. Es un decir, porque la única localización en que se mueve es el ridículo decorado del título.

 

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