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Iñaki LEKUONA | Periodista

Errores jacobinos

Mientras que Hollande va deslizándose en el tobogán de las encuestas, el barcelonés de origen Manuel Valls sigue despuntando gracias al favor conseguido entre la ciudadanía más conservadora. Y es que, como todos los conversos, el ministro de Interior se empeña desde hace algún tiempo en demostrar que es más francés que el que más, y, en este país, el modo más fácil para ello es aventurarse en la senda jacobina, ésa que se adentra sin complejos en territorios de la derecha más retrógrada. Y por ahí camina Valls, que acaba de reconocer, con una humildad de método, que hubo «errores» en los servicios de información galos respecto al conocido como asesino yihadista del scooter, aquel que hace un año mató a siete personas, entre ellas tres niños de una escuela judía. Y al tiempo que pone en cuestión la acción policial, reclama penas más duras para aquellos que agredan a las fuerzas del orden. Y clama contra la inseguridad, cual aprendiz sarkozyano.

Pero lo de Valls no es más que una impostura. Tres años después de que se descubriera el cadáver de Jon Anza en una morgue de Toulouse, donde el cuerpo permaneció durante diez meses a pesar de que el militante era buscado por las fuerzas de seguridad francesas y españolas, la fiscalía de la capital occitana acaba de solicitar el archivo de la causa. Admitiendo que falleciera como consecuencia de su enfermedad, parece in- comprensible que un siglo después de que se desarrollara el sistema de reconocimiento dactilar, nadie identificara su cuerpo a pesar de que su foto se incluía entre los militantes de ETA más buscados. Si hubo errores, esos no los admitirá Valls. Eso no lo haría un buen jacobino, ni por error.

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