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CRÓNICA | Maratón Musika-Música

Musika-Música cerró con buenos resultados artísticos

Veintinueve mil entradas se vendieron para la gran maratón bilbaína de música clásica, dedicada al cruce de miradas entre los compositores de los estados francés y español.

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Mikel CHAMIZO | CRÍTICO MUSICAL

El Musika-Música ha celebrado su duodécima edición este fin de semana. Sobra hablar de un festival que va consolidándose: la cita bilbaína es ya una de las más importantes del calendario musical del Estado. Su oferta de conciertos, este año más de setenta, atraen a un público variopinto que oscila entre el curioso que prueba a gastarse cinco euros en un concierto de música clásica y los melómanos de pro, que llegan al Musika-Música con la intención de descubrir obras muy difíciles de escuchar en las temporadas normales de conciertos. En ese sentido, esta edición ha estado plagada de tesoros prácticamente inaccesibles, sobre todo en el apartado de la música de cámara: los cuartetos de Bretón, Chapí o Guridi, los quintetos de Turina y D'Indy, o la música para piano de Fauré son solo algunos de los recovecos del repertorio que ha explorado este festival con visos de exhaustividad. Por no hablar de autores más ignotos para el gran público como Bacarisse, Toldrá o Cassadó.

Pero esta edición ha sido especialmente afortunada también por otra razón: sus intérpretes, casi todos asíduos al festival desde hace años, son muchos de ellos grandes especialistas en la materia concreta que se investigaba este año, la música española y francesa de finales del XIX y principios del XX. Disponer del pianista Luis Fernando Pérez interpretando «Iberia» de Albéniz, de Juan Manuel Cañizares tocando el «Concierto de Aranjuez», o del decano Michel Corboz dirigiendo el «Réquiem» de Fauré, se aproxima en gran medida a lo que serían versiones ideales de estas músicas. Y el público, aunque no tan numeroso como en la edición récord del pasado año, ha sabido intuir esta calidad y ha vuelto a abarrotar el Euskalduna.

El festival arrancó el viernes a las siete de la tarde con cinco conciertos simultáneos en las respectivas salas habilitadas para la ocasión, rebautizadas como Auditorio Brigitte Engerer -una de las grandes pianistas francesas, fallecida el pasado mes de junio-, Sala García Lorca, Sala Prosper Mérimée -creador del personaje de «Carmen», que Bizet convirtió en uno de los grandes símbolos de las músicas francesa y española-, Sala Pablo Picasso y Sala Ricardo Viñes -el más importante pianista catalán que trabajó en París a principios del Siglo XX-. Mientras que el gran auditorio se estrenó con la suntuosa orquestación del ballet «Daphnis y Chloe» de Ravel, en la segunda sala sinfónica se estrenaba uno de los espectáculos más comentados del festival: una interpretación de «El retablo de Maese Pedro» que Falla compuso para acompañar un espectáculo de marionetas y que fue escenificado, precisamente, con marionetas, magníficamente manipuladas por la compañía Bambalina Titelles. Simultáneamente, en la sala Ricardo Viñes la pianista donostiarra Judith Jauregui presentaba las obras de su último disco, dedicado a la gran autoridad del pianismo español, Alicia de Larrocha. Jauregui repitió el recital el sábado, en un concierto algo accidentado -por lo ruidoso- pero que finalmente se saldó con una estupenda versión de la «Suite española» de Albéniz. Colgó el cartel de completo en ambas funciones.

Sábado

La del viernes es poco más que una sesión de calentamiento en comparación con la gran maratón de conciertos que se desarrolla el sábado y el domingo. A primera hora, la Bilbao Orkestra interpretaba una de las obras más carismáticas de la música de Euskal Herria, las «Diez melodías vascas» de Guridi. Y no fue la única obra del gasteiztarra en abrir la mañana del sábado, porque en otra sala el Cuarteto Arriaga se afanaba con su «Cuarteto nº1», en una interpretación que mostró en su plenitud la gran calidad de la música de cámara de Guridi, algo maltratada. El Cuarteto Arriaga, que ha tenido un papel destacado en el festival con media docena de actuaciones, ofreció junto al Guridi una de las grandes creaciones del repertorio francés, el «Cuarteto de cuerdas opus 10» de Debussy, en una versión que vino a confirmar todo lo bueno que sobre este conjunto se ha venido escuchando en los últimos años.

Prosiguió la mañana del sábado con la actuación de uno de los solistas estrella de esta edición, Renaud Capuçon, que interpretó junto a la Real Filharmonia de Galicia la «Sinfonía española para violín y orquesta» de Lalo, otra obra predilecta del público que encarna en toda su dimensión ese «Cruce de miradas» entre la música española y francesa que proponía el festival. Mientras el violinista francés captaba la atención de más de mil personas en el Auditorio, en la Sala García Lorca la cantaora Antonia Contreras daba voz a «El amor brujo» de Falla junto a uno de los grandes especialistas en este autor, Jean-François Heisser, y, en la Sala Mérimée, Miguel Ituarte enfrentaba la importante proeza de tocar en su totalidad los «Estudios» para piano de Debussy.

También hubo un hueco para el canto lírico en la mañana del sábado, con la actuación de una soprano de la casa, la bilbotarra Olatz Saitua, que con el guitarrista Eugenio Tobalina ofreció un bonito recital con canciones de Rodrigo, Saint-Saëns y Massenet, en el que sonaron también páginas famosas como las «Siete canciones populares» de Falla o los «Recuerdos de la Alhambra» de Tárrega.

En la sesión de la tarde destacaron, quizá, dos citas: los dos conciertos para piano de Ravel, que interpretaron consecutivamente Bertrand Chamayou con la Bilbao Orkestra y Javier Perianes con la Real Filharmonia, y que permitió comparar los dos mundos tan diferentes que dan forma a ambas obras y cómo lo abordaban cada uno de estos dos grandes pianistas; y un recital de romanzas de zarzuela protagonizado por la Orquesta Simfònica del Vallès con las voces de Carmen Solís y Andeka Gorrotxategi. Este último, con su potente voz de tenor, se llevó de calle a un público que le brindó una de las mayores ovaciones del festival.

Junto a estos grandes espectáculos continuaron en las salas más pequeñas los recitales de pianistas como Iván Martín o Marta Zabaleta, y los de conjuntos como el Cuarteto Eutherpe o el Cuarteto Bretón. A última hora, ya entrada la noche, la Orquesta del Principado de Asturias asumió otra de las citas más populares de esta edición, con su homenaje al Madrid de Chueca. Pero en otra sala, y pasando casi desapercibido, estaba Jean Claude Pennetier ofreciendo un maravilloso repaso a la música para piano de Fauré, que culminó con parte del público puesto en pie y agradeciéndole el que fue, seguramente, uno de los momentos cumbre de esta edición del Musika-Música.

Domingo

El domingo se repitió la dinámica del sábado en el gran Auditorio, con nuevas actuaciones de las orquestas invitadas este año. Destacaron quizá los conciertos de la tarde, dedicados en gran parte a la música de Joaquín Rodrigo. Si a las 17.00 la Sinfonia Varsovia y un cuarteto estelar de guitarristas (Villegas, Cañizares, Espí y Kannari) recuperaban el inusual «Concierto andaluz para cuatro guitarras y orquesta», a las 20.00, y ya a modo de clausura del festival, Cañizares interpretaba el celebérrimo «Concierto de Aranjuez» junto a la Orquestra Simfònica del Vallès y con el entusiasmo de un público algo más joven de lo habitual.

Entre el resto de actividades destacó la interpretación de la música de cámara de Guridi que realizó el Cuarteto Bretón, que contó con un testigo de excepción: el hijo del compositor, quien se mostró orgulloso de poder escuchar esta parte infrecuente del catálogo de su padre en interpretaciones de tanta calidad. Por ahí estuvo también Asier Polo, ofreciendo un recital junto a Marta Zabaleta, y José Luís Estellés, en la interpretación de la «Rapsodia» para clarinete y piano de Debussy.

Hacia las nueve de la noche, el Musika-Música cerró definitivamente el telón de una de sus ediciones artísticamente más logradas, aunque la venta de entradas no haya respondido tan bien como el año pasado, con un descenso de un 11% para un total de algo más de 29.000 entradas. Desde la organización del Festival transmitieron, no obstante, su satisfacción por unos resultados que consideran positivos en este contexto de crisis y avanzaban que la edición del año que viene volverá a los clásicos. Girará en torno a «dos compositores monumentales», que no desvelaron. No obsnate, circulaba el rumor de que serán Beethoven y Brahms.

 

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