GARA > Idatzia > Mundua

PERSPECTIVAS TRAS LA MUERTE DE HUGO CHÁVEZ

Venezuela: duelo y disputa

El autor, gran conocedor de la realidad venezolana, analiza las perspectivas políticas del futuro de Venezuela tras el fallecimiento de Hugo Chávez. Desde el impacto emocional que ha provocado en el país hasta los retos de cara a las próximas elecciones del 14 de abril. La disputa electoral tiene una importancia política central. Será la prueba de fuego del chavismo como identidad política mayoritaria y hegemónica más allá de la pervivencia física de su catalizador.

p021_f01_249x092.jpg

Iñigo ERREJÓN
Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid

Desde la muerte de Hugo Chávez el pasado martes 5 de marzo, en Venezuela se ha desplegado una inmensa ola de emotividad popular de proporciones e intensidad muy difíciles de entender desde escenarios políticos generalmente desprovistos de pasión como los europeos. Durante más de seis días, siguen avanzando las colas de gente humilde (se estima que más de dos millones de personas hasta la fecha), llegada de los barrios y pueblos de todo el país, que espera hasta diez horas para despedir en apenas unos segundos al líder bolivariano, el tiempo para brindarle un beso, una bendición, un puño en alto.

Este despliegue de energía política plebeya, catalizada en torno a una figura carismática, no es un síntoma ni un ornamento: es el motor político fundamental del proceso de cambio social y transformación estatal en Venezuela sin el cual éste no habría tenido la duración y profundidad actuales.

Democracia, momento de masas. Como recuerda el filósofo político Jacques Rancière, la democracia tiene que ver siempre con una ruptura, con un desacuerdo, con la reordenación de posiciones por la emergencia de una parte que hasta entonces era invisiblie o subalterna, denominada con nombre ajeno. Es esta irrupción de masas la que está en el origen de las democracias, con todos los momentos de quiebra de las dominaciones de los privilegiados y de ampliación de demos y socialización del cratos. Este es el gesto fundamental, que se repite en el afroamericano que grita «I am a man», en la conquista del voto por las sufragistas, en el movimiento obrero politizando la explotación, en la emancipación de los pueblos colonizados.

La victoria política e intelectual del liberalismo radica precisamente en borrar estas trazas de la democracia: borrar su partida de nacimiento tumultuosa y de masas de quienes no tienen más que sus cuerpos para influir en política y convertirla en un juego de equilibrios, anestesiar las diferencias y reducir la política a la gestión «técnica» de lo existente. Para el relato conservador-liberal dominante, la presencia de las masas en política es una amenaza para la democracia. Así, los estados sufren una deriva de cierre elitista en el que cada vez más parcelas de los asuntos colectivos están protegidas del poder de las mayorías. El papel del propio pueblo como nombre genérico y sin «a prioris», performativo y radicalmente indefinido de «los más», es en sí mismo motivo de desconfianza o incomprensión, también para gran parte de las izquierdas europeas.

Y, sin embargo, en Venezuela sus ciudadanos deciden sobre más cuestiones y más a menudo que en ninguno de los regímenes liberales occidentales. De ahí proviene también la pasión política: de la conciencia de que participar en los asuntos colectivos implica una diferencia radical para la vida de todos y cada uno, un antagonismo real entre proyectos contrapuestos. El conflicto no solo no daña sino que nutre la democracia. La distancia y apatía con respecto a las élites políticas en Europa tiene que ver con la percepción de que comparten más similitudes que diferencias, que lo principal se decide fuera del proceso al que tienen acceso la gente.

La próxima disputa. Los últimos días han modificado bruscamente el escenario. Previamente, el Gobierno parecía atrapado en un «impasse» que regalaba tiempo a la oposición para reorganizarse y tratar de reformular su discurso. La muerte de Chávez y la masiva reacción popular han precipitado los hechos y le han permitido al chavismo ganar la iniciativa y acelerar el tempo político.

El Tribunal Supremo avala la interpretación del artículo 233 de la Constitución que ha permitido investir a Nicolás Maduro como «presidente encargado». El 14 de abril será el candi- dato chavista en unas elecciones cuya campaña será corta: entre el 2 y el 11 de abril.

Esta evolución rápida ha asustado a la oposición, que denunció un «fraude constitucional» por la investidura de Maduro y llegó a amenazar durante 24 horas con no presentarse. Casi desprovista de poder político y capacidad de movilización masi- va, ha preferido no retornar a la senda ya transitada, sin éxito, del combate extrainstitucional. Ha optado por confrontar en el campo electoral democrático, pese a su temor razonado de verse arrastrada por la emotividad popular desatada hacia Chávez, que muchos decantan con el grito: «Chávez, te juro, que voto por Maduro».

Si, como se pide en las concentraciones de duelo, el 14 de abril se vota también una enmienda constitucional para trasladar el féretro al Panteón Nacional junto con Simón Bolívar, las perspectivas opositoras se complicarían. Su objetivo principal tendrá que ser elevar a Chávez por encima de la pugna política y tratar de cortocircuitar la transferencia de afecto por él hacia Maduro. Todo ello, a la espera de que Henrique Capriles confirmara si será candidato.

La disputa electoral, en la que volverán a confrontar dos proyectos de país, reviste una importancia política central. Es decisiva para la continuación del proceso democrático revolucionario, y será la prueba de fuego del chavismo como identidad política mayoritaria y hegemónica más allá de la pervivencia física de su catalizador. Con su inmensa potencia, con sus grandes desafíos pendientes.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo