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CRíTICA: «La soleda de los números primos»

Como una absurda canción discotequera del dúo Baccara

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Mikel INSAUSTI

Los lectores de la novela del joven escritor Paolo Giordano han tenido tiempo de quedarse estupefactos con la adaptación realizada por Saverio Costanzo; nada comparado con los que hemos accedido a este material a través de la película, sin entender palabra de lo que acontece en ella. La perplejidad viene de que el libro sigue una estructura narrativa lineal, de acuerdo con la evolución de los personajes desde su niñez a la edad adulta, pasando por la adolescencia y juventud. Ese orden natural y cronológico es alterado en la versión cinematográfica, en cuyo guión ha colaborado el propio autor, que tal vez no quería repetir el mismo tipo de planteamiento, por entender que el lenguaje literario y el fílmico son distintos.

El lío organizado entre Costanzo y Giordano es monumental, de los que hacen época. Como prueba de la decepción que provocó en su momento, conviene recordar que hace tres años se fue de vacío en los premios David Di Donatello del cine italiano, aunque partía con tres nominaciones. Lejos quedaba la estatuilla que Costanzo consiguió en el 2004 a la Mejor Opera Prima por «Domicilio privado», que abordaba el conflicto árabe-israelí con mayor claridad de ideas.

La gran confusión de «La soledad de los números primos» proviene de la fragmentación en muchos pedazos de los dos momentos clave en la vida de los protagonistas, hasta hacerlos irreconocibles. En el caso de Alice, se trata del accidente de esquí que le produce la cojera y en el de Mattia, de la fiesta infantil de disfraces en la que pierde a su hermana autista. Alrededor de los dos puntuales hechos traumáticos se teje una maraña de flash-backs, con constantes y arbitrarios saltos en el tiempo que mezclan pasado, presente y futuro de forma caótica.

El hilo conductor es el tema principal de la banda sonora, el cual se encarga de dar a todo el conjunto un aire nostálgico que no siempre encaja. Se trata del «Yes Sir, I Can Boogie» del dúo Baccara, repetido machaconamente hasta desplazar a «Bette Davis Eyes» de Kim Carnes. Solo se salva una maternal Isabella Rossellini.

 

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