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LA CARGA QUE MATÓ A IÑIGO CABACAS, AL DESCUBIERTO

Transcripción de la orden que desencadenó la muerte de Iñigo Cabacas

Las grabaciones de las conversaciones entre los ertzainas desplazados al callejón y un mando de la comisaría de Deustua, a las que ha tenido acceso GARA, arrojan mucha luz sobre la carga que mató a Iñigo Cabacas. El responsable de la central ordenó «entrar con todo lo que tenemos, entrar a la herriko» pese a ser informado tres veces de que no había incidente alguno. Y supo desde el principio que había un herido grave por un pelotazo.

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GARA | BILBO

«Le repito las órdenes para que queden bien claras (....) Entren al callejón con todo lo que tenemos, entren a la herriko (...) Y entonces estará la situación controlada». Esa fue la frase pronunciada por un mando de la comisaría de Deustua (lugar que se identifica como «Ugarteko»), cuya identidad desconoce GARA, que desencadenó la fatal carga a pelotazos en el callejón de María Díaz de Haro, en la noche del 5 de abril de 2012. Tres días y medio después, el joven Iñigo Cabacas fallecía en el hospital de Basurto a consecuencia de la gravísima herida.

GARA reveló el pasado día 1 que un mando de Deustua había ordenado esa carga contra el criterio de los jefes de las patrullas desplazadas a la zona, que insistieron varias veces en que el área estaba controlada. Ahora está en disposición también de ofrecer las elocuentes grabaciones de los cruces de mensajes entre dos responsables desplazados a la zona y el mando de la central, que es quien dirige toda la operación. Las conversaciones deberían estar también a disposición del juzgado de instrucción de Bilbo, que por el momento no ha imputado a ningún agente ni oficial. Se reproducen textualmente en la página 3, y a los audios se puede acceder a través de naiz.info.

Se trata de diecisiete conversaciones producidas en apenas once minutos. Aclaran muchos puntos hasta ahora ocultos, además de dejar en evidencia la versión oficial que intentó centrar la atención en un incidente anterior y sembrar dudas sobre qué había malherido a Cabacas. Además de ratificar que la carga -en realidad dos, aunque la última mucho más brutal- se produjo cuando la zona estaba tranquila, se prueba que el máximo responsable del operativo supo en cuestión de segundos que el herido grave producido por la segunda carga había sido víctima de un pelotazo. Al menos dos ertzainas se lo transmitieron.

Obcecado con la «herriko»

Las conversaciones reflejan el interés reiterado del mando de «Ugarteko» por cargar en la zona, y en concreto por «entrar en la herriko» [Kirruli, del barrio de Indautxu], instrucción que repite en dos ocasiones. Cabacas fue abatido cuando estaba apoyado en la barra exterior del local.

La primera muestra de ese afán se produce cuando las primeras patrullas llegan tras la conocida pelea previa, que ya había concluido «hace un buen rato» según transmite a la Ertzaintza un testigo directo de los hechos desde el mismo callejón. Las conversaciones apuntan que se acercan al lugar dos furgonetas. Uno de los responsables tranquiliza a la base: «Aquí no se ve ninguna pelea». Añade además que la plazoleta «está llena de gente». Pese a ello, desde Deustua se ordena desplazar al lugar a dos furgonetas más y se indica al mismo tiempo al citado responsable que «entren a la herriko». Esta comunicación interna es extensa, pero con bastantes interferencias, por lo que se pierden algunos pasajes y detalles.

En ese momento se produce una primera acometida de carácter leve. Es lo que los presentes en el lugar definen como «la primera carga» (por ejemplo Roberto, el joven malagueño cuya novia fue la primera en atender a Cabacas y que en su día lo narró en ``El Correo''). Las grabaciones confirman un dato que los testigos han admitido desde el inicio: que a raíz de esa intervención se produce el lanzamiento de objetos contra las furgonetas (Roberto hablaba de «botellazos» y en estas grabaciones uno de los ertzainas alude a «objetos contundentes»).

Pese a todo, la llegada de la segunda pareja de patrullas en ese momento constata que no hay peligro. Nada más arribar, uno de sus responsables, que se perfila como clave en la secuencia, hace saber a la central que «la situación está controlada». Poco después parece detectar una situación algo más preocupante, pero subraya a Deustua que no hay riesgo para los agentes porque están en las furgonetas. Se limita a indicar, en tono calmado, que sí convendría «limpiar la zona».

«Ugarteko» le insta entonces a hacerlo él mismo, y es en ese momento cuando este segundo responsable, al igual que había hecho el primero siete minutos antes, traslada a Deustua que no aprecia motivos para cargar. «Aquí la situación está controlada, es gente que está dento de la zona, y en principio es que aquí realmente no estamos... ahora mismo no hay ningún altercado. Ahora enseguida le comento», concluye, en lo que parece un intento de ganar tiempo y tranquilizar al mando. Es el tercer aviso de calma que recibe el jefe de la central por parte de quienes sí saben qué está pasando en el lugar.

Resulta significativo que esta respuesta se produzca hasta tres minutos después de la orden de Deustua a este segundo grupo parar entrar en acción (más aún si se observa que todo el resto de llamadas se suceden en lapsus de pocos segundos). Ello indica que el responsable de estas segundas patrullas se tomó un tiempo para cerciorarse de que efectivamente la situación estaba «controlada» en el callejón y para transmitirlo así a sus superiores. Pero nada de ello impidió que el oficial de Deustua diera entonces la orden imperativa, definitiva y que desencadenó la tragedia: «A ver, le repito las órdenes para que queden bien claras. Se lo acabo de comunicar al suboficial de grupo que está trabajando. Entren al callejón con todo lo que tenemos, entren a la herriko, controlan la situación y los que haya que puedan ser posibles agresores se les controla o se les echa, y se toma toda la posición. Y entonces estará la situación controlada», zanja.

Eran las 23.41. Inmediatamente se desencadenaría la carga que acabó con la vida de Iñigo Cabacas Liceranzu.

«¡Suave, suave!»

La secuencia temporal de las llamadas avala que fue una carga corta pero brutal. Los pelotazos son perfectamente audibles en una de las comunicaciones de este responsable del segundo grupo desplazado a María Díaz de Haro, que hasta en cuatro ocasiones pide a sus agentes que tiren «suave». A la vez confirma al jefe de Deustua que está cumpliendo la orden: «Estamos entrando, ¿eh? estamos entrando». Varios testigos de los hechos, tanto personas que estaban en la calle disfrutando del triunfo del Athletic como otras que lo vieron todo desde balcones de la zona, han incidido en que la Ertzaintza disparó las pelotas de goma a la altura de la cabeza. El entonces consejero de Interior, Rodolfo Ares, les acusó en el Parlamento de mentir.

Apenas 50 segundos después empieza a trascender la existencia de un herido grave. Se trataba de Cabacas, que en realidad quedó muerto prácticamente en el acto por el estallido craneal. Laia, la joven de Málaga que lo atendió y que ahora habla en el documental sobre la muerte de Cabacas presentado el martes, siempre ha dicho que un ertzaina le intentó apartar del joven, sin lograrlo hasta que llegó la ambulancia.

Las conversaciones prueban sin género de dudas que los responsables de la Ertzaintza supieron en segundos que había un herido grave y que presumiblemente había sufrido un pelotazo. Se lo dijeron al responsable de Deustua dos agentes cuando reclamaron la presencia de la ambulancia.

50 segundos

Es el tiempo que media entre los primeros pelotazos y la constatación de la Ertzaintza de que hay un herido grave, según las grabaciones. Dos de los agentes indican al mando que creen que ha sido un pelotazo.

 
Ertzaina: «No sé si es un pelotazo...» Mando: «Se habrá desmayado»

Solo en las conversaciones a las que ha tenido acceso GARA, hasta tres veces consecutivas es informado el mando de Deustua de que existe una persona -«un ciudadano»- herida en el callejón después de los pelotazos. En dos de ellas se expone la probabilidad de que haya sido víctima de estos proyectiles.

El responsable del segundo grupo de patrullas que se convierte en interlocutor del jefe de la central informa a este superior de que «ha debido recibir un pelotazo». Este ya lo sabía por otra comunicación anterior de otro ertzaina, el primero que pide un «alfa» (ambulancia) para atender al herido: «No sé si es un pelotazo o se ha desmayado», indica. «Vale, vale, se habrá desmayado», responde «Ugarteko» con un tono imposible de reproducir en lenguaje escrito pero perfectamente captable en los audios.

Al margen de ello, lo realmente sustancial es que la Ertzaintza supo desde el primer momento que la hipótesis principal de las heridas de Cabacas era un impacto de pelota, pese a lo cual intentó negarlo durante los días siguientes o sembrar la duda de si las heridas no habrían sido producidas en la pelea anterior a las dos cargas. En el Hospital de Basurto debieron tenerlo claro en las más de 72 horas en que estuvo en coma antes de fallecer, aunque se mantuvo la confidencialidad preceptiva. De cara a la opinión pública, la duda siguió hasta que la autopsia conocida el 11 de abril no dejó dudas sobre el motivo del estallido craneal: un disparo de pelota de goma producido a muy corta distancia.

Por otro lado, resulta obvio que en las grabaciones los dos ertzainas referidos se limitaban a dar una opinión urgentísima de la situación del herido, dado que las llamadas se registraron apenas unos segundos después de que recibiera el impacto. Analizando las llamadas posteriores es probable que aparezca bastante más certeza en las conversaciones entre los ertzainas. De hecho, Laia, la joven malagueña, ha narrado que tenía una herida grande en la parte de atrás de la cabeza con pérdida de sangre e incluso de masa cerebral. La madre de Cabacas, Josefina Liceranzu, afirmó también días después que Iñigo tenía «un boquete».

Evidentemente, nada que hubiera podido producirse por un desmayo como el que sugería el superior de la central de Deustua. GARA

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