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Eguzki Urteaga | Profesor de Sociología. Universidad del País Vasco

Educación y crecimiento económico

Francia es el país de la OCDE donde los resultados escolares están más fuertemente correlacionados con el origen socioeconómico

La inversión en educación es fundamental, ya que es la condición indispensable para disponer de una ciudadanía responsable y de una mano de obra cualificada, lo que repercute en el crecimiento económico. Como subrayan Hanushek y Woessmann, los buenos resultados en enseñanza primaria y secundaria estimulan el crecimiento de un país y, por lo tanto, su capacidad para gestionar los excedentes presupuestarios en el futuro.

Para averiguar el impacto de la educación sobre el crecimiento, estos autores han intentado explicar, para el periodo 1960-2000 y en 50 países, las diferencias de tasas de crecimiento por habitante por unas diferencias de duración de escolaridad. Posteriormente, han añadido otra variable: los resultados obtenidos en los estudios PISA, para determinar la noción de calidad de la educación, y han analizado su impacto sobre la tasa de crecimiento de un país. Añadiendo esta medida de los resultados escolares, no solamente el poder explicativo del modelo mejora considerablemente, sino que son principalmente los resultados en los estudios PISA, y no el número de años de escolaridad, los que explican las diferencias de tasa de crecimiento. En otras palabras, un año de escolaridad adicional no surte efecto, mientras que una mejora de los resultados en los estudios PISA tiene un impacto significativo sobre el crecimiento. Más precisamente, un aumento de 47 puntos en los resultados en estos estudios está asociado a una tasa de crecimiento superior de dos puntos.

Por ejemplo, Francia consigue todavía unos resultados aceptables en los estudios PISA, pero estos no han dejado de deteriorarse a lo largo de la última década. Así, si Francia se situaba en la decimotercera posición en 2000 con 511 puntos, se sitúa en el vigésimo segundo puesto en 2009 con 496 puntos, y el 20% de los alumnos que entran en la enseñanza secundaria no dominan todos los saberes básicos (leer, escribir, contar). Este deterioro de las competencias transmitidas por el sistema educativo es agravado por el incremento de las desigualdades. No solamente el nivel global de los jóvenes galos baja, sino que el éxito escolar depende cada vez más del entorno familiar. Francia es el país de la OCDE donde los resultados escolares están más fuertemente correlacionados con el origen socioeconómico. Así, hay dos veces más alumnos con retraso de dos años en las zonas urbanas sensibles que en los demás barrios.

Una vez establecida la necesidad de invertir en la enseñanza primaria y secundaria, ¿cómo proceder concretamente para mejorar la calidad del sistema educativo? El dinero es fundamental, dado que conviene dedicar recursos suficientes y poner fin a la política de reducción de las plantillas docentes. Según Aghion, conviene ir más lejos. En primer lugar, es preciso garantizar una buena formación a los profesores. En segundo lugar, dotar a los centros de primaria y secundaria de buenas estructuras de gobernanza, concediendo mayor autonomía a los centros en gestión de los recursos humanos. En tercer lugar, conviene repensar la pedagogía utilizada.

A ese respecto, un trabajo de investigación realizado por Algan, Cahuc y Shleifer analiza detalladamente los métodos pedagógicos. Estos métodos son «verticales» cuando el docente imparte una clase magistral reduciendo el papel de los alumnos a tomar apuntes y al trabajo en solitario con sus libros de texto. Los métodos son considerados como «horizontales» cuando el profesor pide a los alumnos que trabajen en grupo, participen en juegos, debates y animaciones o en cualquier otro proyecto. Unas bases de datos detalladas sobre las diferentes prácticas educativas permiten situar cada país con respecto a estas dos dimensiones. Así, España se caracteriza por una enseñanza básicamente vertical, mientras que los países nórdicos practican unos métodos más horizontales.

Suecia ofrece un buen ejemplo de los límites de la generalización de los métodos horizontales. En los años noventa, apareció un consenso para reformar el sistema educativo centrándolo en la creatividad de los alumnos. Pero, contrariamente a las expectativas iniciales, ese cambio ha contribuido a incrementar las diferencias entre las categorías sociales. Los alumnos pertenecientes a entornos favorecidos que podían gozar de la ayuda de sus padres conseguían mejores resultados, mientras que los alumnos provenientes de la inmigración o de entornos más pobres tenían dificultades escolares. Por lo tanto, parece ser que la combinación de métodos verticales y horizontales sea la solución adecuada.

En definitiva, conviene incrementar la inversión pública en la enseñanza primaria y secundaria, conceder una mayor autonomía a los centros educativos y repensar la pedagogía empleada, compaginando métodos verticales y horizontales. Esto permitirá una mejora de la calidad de la enseñanza y propiciará el crecimiento económico.

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