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Diputado-peregrino busca soluciones por los caminos del Estado francés

Jean Lassalle lleva varias semanas recorriendo a pie las tierras del norte del Estado francés vestido con su «uniforme» de diputado y, eso sí, calzado con unas buenas zapatillas deportivas. Con esta marcha espera acortar la distancia entre gobernantes y gobernados para, entre todos, encontrar soluciones para vencer la «indiferencia que nos rodea».

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Arantxa MANTEROLA

El objetivo primero de este peculiar peregrinaje es retomar el contacto directo con la gente llana del pueblo para recoger sus preocupaciones, sus testimonios y también sus ideas y aportaciones en un momento en el que, según manifiesta, la política es «impotente».

El diputado de la 4ª circunscripción del departamento de Pirineos Atlánticos, la denominada «circunscripción vasco-bearnesa» porque también engloba cantones zuberotarras y bajonavarros, inició la marcha desde la sede de la propia Asamblea Nacional francesa el pasado 10 de abril.

A razón de unos 15 o 20 kilómetros diarios, lleva recorridos varios cientos desde entonces, por el momento en departamentos del norte del hexágono. Lo hace ataviado con el atuendo habitual de su cargo, es decir, vestido con traje, corbata y, al principio, incluso con zapatos (que pronto tuvo que sustituir por unas deportivas obligado por las ampollas que le provocó andar esas distancias con el calzado inadecuado). Mantiene ese atuendo porque quiere que, cuando alguien se cruce con él, se visualice su condición de diputado.

Cuando partió de París, él mismo reconocía que no tenía muy programado ni el recorrido ni la duración de su marcha pero, con el tiempo, ha ido perfilando el itinerario y, gracias a su blog (ledeputequimarche.fr), además de las crónicas de los encuentros que tiene durante el trayecto, da a conocer la previsión de sus próximas etapas.

Encuentros y desencuentros

Porque, precisamente, ese es el objetivo de la insólita iniciativa: contactar directamente con la gente, intercambiar con los ciudadanos de a pie, recoger sus preocupaciones y demandas. En dos palabras, «dedicar tiempo a escuchar a aquellos a quien ya no se escucha».

«Nosotros, los políticos, ya no tenemos poder. Hoy en día nos encontramos totalmente en manos de la hegemonía financiera. (...) Hemos llegado a un punto de no retorno», argumenta para subrayar la necesidad de dirigirse y prestar oídos al «pueblo soberano».

Recopila todos estos testimonios en lo que llama «Cuaderno de aflicciones», que, a tenor de sus crónicas, va camino de convertirse en muy voluminoso. Prioriza el encuentro con la gente llana, a la que invita a recorrer algunos kilómetros junto a él, pero también es recibido por alcaldes, senadores, miembros de asociaciones y colectivos muy diferentes.

Precedido por el eco de la prensa local, lo cierto es que en algunos sitios hay gente que le espera, se reúne con él e, incluso, lo acoge en su casa el rato de una comida o para pasar la noche. De este modo, en su periplo ha tenido la oportunidad de conocer los problemas a los que se enfrentan Jean-François y Corinne, dos trabajadores con minusvalías, para insertarse en el mundo laboral de Lille; las quejas de un batelero que no entiende porque no se aprovecha más la red fluvial para el transporte de mercancías; la lucha de Annie Marciniak, vicepresidenta de la asociación ANVEDJ, para denunciar las disfunciones judiciales y administrativas; o el combate cotidiano de los alcaldes y electos para mantener los servicios públicos mínimos en sus pequeñas localidades.

Participa, incluso, en debates y proyecciones de documentales sobre luchas obreras locales frente a los planes sociales, cierres de empresas y pérdida de miles de empleos, que son el pan de cada día para mucha gente, aunque estén organizados por colectivos muy alejados de su ideología centrista. Fue lo que ocurrió cuando pasó por Villeneuve d'Ascq, donde participó en un coloquio del movimiento de izquierda ATTAC.

A veces tiene que hacer frente a comentarios de personas que no entienden o aprueban su iniciativa. Así le ocurrió con un habitante de Breteuil, muy escéptico sobre la utilidad de su marcha, cuando le espetó que «gracias a los impuestos que yo pago, hombres como usted, los diputados, pueden pegarse un buen paseo a pie mientras yo trabajo»; o cuando una trabajadora de la limpieza de Beauvoir le inquirió, no sin cierta ironía, sobre qué hacía por allí un diputado de los Pirineos: «¿Acaso se ha perdido?».

Los otros diputados

Entre sus colegas de la Asamblea Nacional, las opiniones respecto a la marcha de Jean Lassalle también son divergentes. Hay quien aplaude la iniciativa de que un diputado vaya al encuentro de «la Francia profunda» y hay quien le critica porque considera que va en contra del trabajo parlamentario. Muchos piensan que se trata de un acto propagandístico. Manifiestan certezas o dudas sobre la eficacia de la iniciativa pero, sin embargo, reconocen que el electo bearnés está bastante «aislado» y que tiene «su particular forma de hacer política».

Eso es algo que ya ha demostrado en diferentes ocasiones en el pasado, desde que ocupase su escaño por primera vez en 2002. Algunos episodios de la manera sui generis de ejercer su función parlamentaria fueron muy sonados; entre ellos, el de junio de 2003, cuando se puso a cantar un himno occitano en su turno de intervenciones para reivindicar que se mantuviese el puesto de la Gendarmería cercano al túnel de Somport o cuando llevó a cabo una huelga de hambre, en marzo de 2006, en el vestíbulo del Senado al objeto de presionar al gobierno y evitar la deslocalización (a 40 kilómetros) de una fábrica del grupo japonés Toyal que empleaba a 150 trabajadores del valle de Aspe. Esa protesta duró cinco semanas y su repercusión fue tal que, tras ser hospitalizado con 21 kilos de menos, provocó la intervención directa del entonces presidente, Jacques Chirac, y de su ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, que tuvieron que utilizar sus artes diplomáticas para incitar al acuerdo al grupo industrial con el fin de que Lassalle abandonase el ayuno.

Algunos compañeros de hemiciclo también le reprochan su escasa actividad como diputado «ya que apenas presenta propuestas, preguntas o se implica en misiones propias a su cargo», como apunta el diputado socialista Alexis Bachelay.

Lo cierto es que lo tiene bastante difícil porque, aislado, realmente lo está. Con Thierry Robert, de La Reunión, son los dos únicos electos del MoDem (el partido dirigido por el también bearnés François Bayrou, a quien le une una gran amistad) en la Asamblea Nacional. Y contrariamente a su colega Robert, que se integró en el grupo Radicales de Izquierda, Lassalle no está adscrito a ningún grupo parlamentario.

No obstante, asegura que paralelamente a la marcha sigue atendiendo los asuntos de su circunscripción. Al final de cada jornada, les dedica su tiempo, aunque entre sus administrados hay quien piensa que no lo suficiente. Es lo que le criticó el Colectivo RN-134 (que trabaja en el proyecto de modernización de los itinerarios de la carretera Pau-Somport) con el que tenía una cita el 3 de mayo en su despacho parlamentario de Olorón, cita a la que no acudió porque estaba caminando por la zona de Dunkerque. ¡A más de mil kilómetros!

Tampoco estará en la manifestación de mañana en Baiona, aunque ha reiterado su «total apoyo» a una Colectividad Territorial Específica para Ipar Euskal Herria y ha invitado a los ciudadanos a participar en la misma. Lassalle fue uno de los electos de la delegación vasca que se reunió con la ministra para la Descentralización, Marylise Lebranchu, el pasado 11 de octubre en París.

Cuaderno de la esperanza

Es evidente que, aunque con interrupciones como la de hace un par de semanas cuando regresó a Lourdios-Ichère, de donde es alcalde, para celebrar un casamiento para el que se había comprometido, Lassalle está totalmente sumergido en su marcha. Además, para no ceñir su diario de viaje únicamente a la recopilación de demandas, preocupaciones, criticas y protestas, ha ampliado su rol de notario popular con la creación del «Cuaderno de la esperanza». En ese documento recoge las ideas, propuestas y aportaciones individuales y colectivas que le transmiten la gente, los electos o los miembros de colectivos y asociaciones locales, tanto en sus encuentros directos durante la marcha como las que le hacen llegar a través de su blog.

Incluso ha diseñado un formulario para que los ciudadanos se expresen y respondan a preguntas como «Partiendo de su realidad cotidiana, ¿qué propondría cara a su futuro y al de sus hijos?» o «¿Qué proyectos estaría dispuesto a impulsar con firmeza?».

Este diputado de 58 años insiste en que «es urgente que reflexionemos todos juntos para ver si es posible otra vía para salir de la apatía actual». No las tiene todas consigo respecto a si todo esto tendrá algún resultado, pero resalta que esta marcha es «un acto, un gesto de un diputado de la República. Si significa algo para alguien, otros también se levantarán, caminarán y reaccionarán, y quizás la inteligencia de este país vuelva a despertarse».

Sus declaraciones y escritos rezuman un tufillo un tanto populista que, obviamente, provoca sonrisas y escepticismo pero también simpatías hacia esta su particular revolución: «Compartimos la conciencia de la situación y el desánimo; compartimos la inquietud, el enfado, el sentimiento de impotencia ante los cambios radicales de nuestro mundo y el temor de no poder asegurar nuestro futuro. Es cierto. Hoy compartimos lo peor. Pero si compartimos lo peor, eso significa que también somos capaces de compartir lo mejor», comentaba en su crónica del 19 de mayo.

Una carreara y un modus operandi atípicos para un político atípico

El diputado de la circunscripción vasco-bearnesa no es, desde luego, lo que se dice un político convencional. Hijo de pastor, técnico agrícola especialista en hidráulica, es alcalde de su pueblo -Lourdios Ichère, en el valle pirenaico de Aspe- desde los 21 años. Accedió a su escaño como diputado centrista en 2002 y la actual es su tercera legislatura en la Asamblea Nacional francesa.

No duda en coaligarse, aunque sea puntualmente, con electos de ideología diferente. Así ocurrió en 2008 cuando, junto al diputado comunista André Chassaigne, lanzó un «llamamiento para un debate general sobre el campo», ya que como presidente de la Asociación de las Poblaciones de Montaña está muy implicado en la defensa de ese hábitat.

En 2012 tampoco tuvo empacho en converger con Jean-Luc Mélenchon, del Frente de Izquierda, cuando votó contra el Tratado de la UE que instauraba «la regla de oro» de las finanzas públicas.

El socialista Frantxua Maitia, que el año pasado no logró superar los votos de Lassalle, a quien se enfrentaba en la 4ª circunscripción, todavía no pierde ocasión para criticarle. Preguntado sobre la iniciativa de esta marcha, subraya que «no es Gandhi todo aquel que se propone serlo» y cree que se trata de un «acto propagandístico».

Lo que es obvio es que Lassalle tiene su propios métodos. Sabe que no es un diputado al uso y asume su diferencia: «Siempre he querido hacer mover las cosas y he buscado gestos que pudiesen suscitar interrogantes. (...) La marcha que estoy haciendo ahora va en la misma línea. Sé que esto no va a arreglar mi imagen de diputado extravagante, atípico, pero es una actitud que me refleja a mí mismo», declaró a un medio francés. A.M.

 
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