GARA > Idatzia > Iritzia> Editoriala

Si creemos que somos un país diferente, hagamos algo distinto

En el oficio del periodismo, la figura de Walter Cronkite es una leyenda. Presentador durante más de dos décadas de los informativos de la CBS, su opinión conectaba tanto con la voz del norteamericano medio que, según cuentan los biógrafos del presidente Lyndon Johnson, este llegó a temblar una noche delante de la pantalla. El 27 de febrero de 1968, a la vuelta de un viaje al Vietnam en guerra y tras haber escuchado a los vietnamitas, Cronkite abrió el informativo con un largo discurso que acababa diciendo: «No podemos ganar, más vale hacer una negociación honorable». Los biografos del presidente Johnson indican que este exclamó: «Si he perdido a Cronkite, he perdido a los americanos». La primera reacción de los espectadores fue la de estupor y la segunda de confort. Alguien señalaba cuál era la salida para aquella guerra que iba desgarrando poco a poco a la sociedad estadounidense. Después del discurso de Cronkite, el final de la guerra de Vietnam ya era solo una cuestión de tiempo.

Los llamados «momentos Cronkite» son esos raros momentos que se presentan rotundos y contundentes, sin dejar lugar a la discusión y que certifican un cambio de era. Para Escocia, por ejemplo, el 15 de octubre de 2012 fue ese momento, cuando Cameron y Salmond firmaron el acuerdo sobre el referéndum para la independencia, una vía que mediante el voto libre y legal dio cita al pueblo escocés con la historia. En Catalunya, por su parte, la impresionante manifestación del Onze de Setembre certificó un antes y un después. Aquel clamor popular, articulado en torno a una sociedad civil vibrante demostró que, treinta años despues, se visualizaba una salida, un nuevo punto de partida para materializar las aspiraciones nacionales de Catalunya. Aunque en la parte española -y aquí falla el paralelismo- no ha habido ningún Cronkite que haya escuchado el clamor ni haya llamado a una negociación honorable. Al contrario, sigue la obsesión de suprimir el sentimiento nacional de catalanes y vascos, de mantenerlos unidos por la fuerza a un proyecto en contra de una voluntad colectiva que no respeta y que no deja de amenazar.

Nuevo horizonte para imaginar algo distinto

En el panorama actual del país de los vascos, Euskal Herria, cuesta vislumbrar cuándo y por dónde puede llegar nuestro particular «momento Cronkite». La lógica partidista, tan dada a la bravata y a sacar pecho, y las heridas que produce entre aquellos que debieran aliarse y cooperar para enfrentar una coyuntura llena de interrogantes y abismos -y de oportunidades y potencial- se impone demasiado a menudo. Y a falta de una política con mayúsculas, en la mayoría abertzale del país se genera un estado de ánimo contagioso donde el escepticismo por la falta de un horizonte claro y la ausencia de un plan de trabajo concreto se presenta amenazante. El país se mira en el espejo y no encuentra un espíritu de unidad, la ilusión de un apuesta compartida que dé todo su relieve a la idea de un país soberano. Lo fácil, en estos casos, es echar la culpa al espejo (a los políticos, a los banqueros, a los estados...), pero no es lo más eficaz.

Euskal Herria conoció en la década de los 60 y 70 del siglo pasado un despliegue de energía sin precedentes. El auge del euskara y las ikastolas, el renacimiento cultural vasco, de la gestión cooperativa o del sentir comunal contribuyeron a generar una ola que dio una forma y un carácter al país hoy todavía presente. Y aunque no se pueda vivir de aquellas rentas o instalados en la nostalgia de tiempos pasados que no volverán, aquí y ahora también puede establecerse el paralelismo. El momento político, la coyuntura internacional (con una Unión Europea que frente a problemas tan distintos, y ahora tan iguales -Escocia, Catalunya, Flandes...- necesita una lógica común para responder a una ola independentista que adquirirá toda su amplitud en 2014) y el empuje social permiten tener al alcance la posibilidad de generar olas de energía social que pueden marcar el futuro próximo y lejano del país.

Si realmente creemos que somos un país diferente, ahora es el momento de pensar algo distinto. De articular un desafío popular, masivo e innovador en torno a un «new deal» entre vascos -y no un «pacto de la Moncloa bis»- para llevar a este país desde donde está hasta donde debe estar.

Turno para «Gure Esku Dago»

«Somos un país; tenemos derecho a decidir; es la hora de la gente», estas son las tres ideas básicas de la iniciativa ciudadana Gure Esku Dago. Ideas simples con posibilidades infinitas de desarrollo, escrupulosamente democráticas, moral y políticamente abrumadoras. El objetivo presentado tiene como ambición construir la mayor campaña comunitaria en la historia reciente de Euskal Herria, para lo cual parece obvio que deberá rechazarse toda semejanza con las que se hacen en la actividad política y electoral tradicional.

La clave residirá en generar un mar de fondo que sin estar en los periódicos todos los días tenga un contacto real y una reciprocidad con la comunidad. Siendo siempre abiertos, honestos y comprometidos. No será fácil, no siempre irá sobre ruedas ni será perfecto. Pero ahora es el momento de echar a andar. Con la confianza de que funcionará mucho mejor de lo que muchos esperan.

Porque no hace falta apelar a Cronkite para saber que divididos, polarizados y bloquedos los vascos nunca podremos ganar nuestra cita con la historia.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo