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IÑAKI LEKUONA | Periodista

Un gélido verano

 

Desde Noé, según fuentes solventes, en estas latitudes nunca había caído tanta agua del cielo. Y por mucho de que las autoridades municipales costeras insistan en anunciar la temporada de playas, parece que sigue habiendo más mar fuera de la orilla que dentro. Y por si el invierno se hubiera decidido levantar el campamento, llega desde París un nuevo frente gélido que amenaza con perpetuar el frío, al menos de este lado del Bidasoa.

Habían subido las temperaturas entorno a una institución específica que asegure la supervivencia de un territorio abandonado al servicio del turismo. La gran mayoría de agentes sociales y políticos andaban calientes con la posibilidad de arrancar del Estado un compromiso más allá de los petachos administrativos que han venido superponiéndose hasta ahora con el único fin de tapar los agujeros por el que se han venido filtrando todas las reivindicaciones.

Pero el Polo de Ordenación y Cooperación que reuniría en su seno a las mancomunidades de Ipar Euskal Herria acaba de congelar las esperanzas al tiempo que ha caldeado los ánimos. Porque la iniciativa de la senadora Espagnac es otro apósito más, un remiendo que no es ni de lejos suficiente para revitalizar una tierra anegada por la especulación, la deslocalización industrial, la folklorización cultural, la agonía lingüística y la dejadez institucional. Y el problema es que llueve desde hace ya demasiado tiempo y que ese polo que el PS pretende vender como sabroso finalmente terminará por deshacerse en la nada como un helado en un día de bochorno. La cuestión es que ya no hay quien quiera acabar chupándose el dedo, aún menos soportar un gélido verano. Llega otro frente. Al tiempo.

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