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Maite SORoa | msoroa@gara.net

Encerrados en casa

Si alguien pensaba que el cabreo del personal con la monarquía del país vecino se limitaba al patriarca, que poniendo a su hijo, el marido de la colega Letizia, iban a arreglar algo, lo lleva claro. No lo dice servidora, que también, sino José Luis Cobo en «Elconfidencial», donde señala que «los recientes y sonoros abucheos a los Príncipes de Asturias en el Liceo de Barcelona, el templo de la burguesía catalana, no fueron una simple muesca más en el inventario del creciente rechazo popular a la Corona. Aquella demostración de repudio, expre- sado tanto a las puertas como en el interior del emblemático teatro, ha supuesto un punto de inflexión en el desapego de la calle hacia la institución monárquica, que la Casa del Rey, superada por los últimos acontecimientos, se ve incapaz de frenar». Es decir, que no les quieren ni en pintura. Y eso que todavía no habían imputado a las tres primas...

Según Lobo, quienes manejan las riendas en La Zarzuela se debaten ahora entre dos opciones. A saber: «mantener inalterable su agenda oficial, exponiendo a los miembros de la familia real a nuevas muestras de una desafección popular que parece imparable, o reducir su presencia en la calle reforzando las audiencias privadas y los actos en recintos cerrados, una especie de cordón sanitario que, sin embargo, aislaría a la Corona de los ciudadanos y podría provocar un daño mayor». ¿Acabarán los Borbones encerrados en casa sin poder asomar ni las pestañas? Sería curioso, siendo como son tan campechanos. Con todo, lo que mayor dolor de cabeza les da es lo que pueda pasar con el heredero del cazador de elefantes, a quien llevan tiempo vendiendo como futuro monarca. Al parecer, la campaña publicitaria no cuela: «lo que de verdad preocupa a La Zarzuela es el desgaste de Felipe de Borbón y, en menor medida, el de su esposa, Letizia Ortiz. Muy pocos podían imaginar que el heredero de la Corona iba a ser vituperado en el interior del Liceo por la alta burguesía catalana, tradicionalmente monárquica y poco dada al exhibicionismo. De ahí que definitivamente hayan saltado todas las alarmas en la Casa del Rey: si esto ha ocurrido en un lugar cerrado, culto y refinado, ¿qué podría suceder si ese malestar se desbordara en la calle?». Buena pregunta, que servidora querría fuera respondida lo antes posible. La otra pregunta es, ¿dejarán quienes mandan que ese malestar se desborde en la calle? He ahí la cuestión...

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