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Raul Gartzia y Rakel Peña Enbor Beretik Taldea

Si queremos podemos: abramos camino

Seguimos considerando que la confrontación democrática es en esta fase la estrategia más eficaz para plantear el conflicto a los estados, pero no en su actual formulación

Generación tras generación, el pueblo vasco ha sido capaz de encontrar su camino en la compleja tarea de mantener su identidad. Como decía Koldo Mitxelena cuando se refería al origen del euskara, lo más fascinante no es saber dónde hundimos nuestras raíces culturales, sino cuál es la razón que nos empuja a seguir hacia adelante, a superar las dificultades y a buscar nuevos caminos por los que transitar hacia la libertad.

Encontrar la forma de aunar voluntades y avanzar nunca ha sido tarea fácil. En no pocas ocasiones nos hemos perdido en enfrentamientos banderizos y sectarios que solo han servido para debilitarnos y apuntalar el dominio de los estados en nuestra tierra, como ocurrió hace treinta años, tras la muerte de Franco, cuando se plantearon dos vías o dos ofertas políticas desde el mundo aber- tzale. La primera, la pactista, autonomista, colaboracionista, estatutaria... o como queramos llamarla, representada por el PNV, apostó por dotar de un marco administrativo a tres territorios como solución al conflicto vasco. La segunda, la rupturista, la independentista, la constitutiva..., representada por ETA, abogó por desestabilizar y debilitar las estructuras estatales mediante las armas, para solucionar el conflicto negociando.

La situación del país, la que ahora tenemos, es el resultado de la interacción de ambas, pero todo tiene un final. Una vez acreditado el agotamiento del marco autonómico, desde el autonomismo del PNV se plantearon utilizar los mecanismos legales para dotar de un nuevo estatuto político a una parte del país en el llamado Plan Ibarretxe, pero aun estirándolo como un chicle, el entramado legal español no le dejó mucho recorrido. En otro orden de cosas, la izquierda abertzale dio por finalizada la confrontación armada y puso nuevas bases para hacer frente al conflicto histórico mediante iniciativas unilaterales para conseguir la adhesión social, la confrontación a través de la acción no violenta y una nueva política de alianzas para articular el espacio soberanista. Todo ello quedó esbozado a trazo grueso en la ponencia «Zutik Euskal Herria».

En la actualidad, tras el fracaso del Plan Ibarretxe, el PNV anda sin rumbo. Mantener el Gobierno de Gasteiz y gestionarlo es un objetivo en sí mismo, y ello en el momento de mayor poder electoral del espacio abertzale de toda su historia. Así las cosas, el PNV aparece como un partido desdi- bujado ante la sociedad vasca, sin perfil propio en materia económica y social, y sin línea política propia para la resolución del conflicto.

En lo que a nuestro espacio político se refiere, para la izquierda abertzale el cam- bio de estrategia supuso un rotundo éxito, y las líneas de actuación abiertas en «Zutik Euskal Herria» vaticinaban un nuevo y prolongado ciclo político de acumulación de fuerzas que el Estado ya comenzaba a percibir como un gran problema. Por desgracia, a cuatro años vista, poco se ha profundizado en los ejes de actuación que se enunciaron entonces: los amplios apoyos sociales y el potencial institu- cional no se han puesto al servicio de la confrontación democrática, salvo en muy contadas ocasiones; el concepto de unilateralidad como no supeditación de nuestra actuación a acuerdos con el Estado se ha desviado hacia la creencia de que el rebaje de nuestras posiciones hace insostenible la inmovilidad de los demás; y las alianzas electorales no han revertido ni en una mayor articulación del espacio soberanista, ni en una mayor capacidad organizativa.

Determinados errores, como la utilización de la política especulativa para crear expectativas, el planteamiento de gestión para las elecciones auto- nómicas o el debate constituyente de Sortu, han encendido el piloto rojo de quedarnos estancados durante bastante tiempo. El debate de Sortu debería haber servido para profundizar en la estrategia, ordenar las fuerzas y organizarnos mejor para los nuevos retos, pero paradójicamente ha venido a aumentar el malestar interno dadas las cortapisas para poder hacer un debate ideológico en profundidad y dotar a todas las estructuras de una esencia democrática.

Una vez que el tsunami generado por el cambio de estrategia se retire, dejará al descubierto una realidad preocu- pante: la desafección militante, la falta de apoyos externos para la resolución del conflicto, la apatía social o la ausencia de avances en temas como la articulación de un proceso democrático. En este contexto, nada ayudan ni las posiciones arrogantes impropias de una estrategia democrática, ni sustituir la convicción por la consigna o la seducción por la imposición, ni soslayar el debate de las ideas, renunciado a la aportación que este supone.

Este panorama pone a la izquierda abertzale ante el espejo del futuro. En nuestra opinión, hacen falta cambios drásticos y cualitativos en el marco planteado por la ponencia «Zutik Euskal Herria». Seguimos considerando que la confrontación democrática es en esta fase la estrategia más eficaz para plantear el conflicto a los estados, pero no en su actual formulación. Es necesaria una readecuación de esa estrategia que comienza por resituar el análisis político a la actual coyuntura, es decir: falta de receptividad en los gobiernos de Madrid y Paris para abordar cualquier tipo de solución, ni generales ni parciales, inexistencia de proceso resolutivo, vigencia de la estrategia represiva y/o de ilegalización, angustia social generada por la situación económica y extensión de la cultura de la impotencia y contexto internacional no favorable para ayudarnos en la resolución.

A partir de ahí, hay que marcar líneas de actuación colectivas y consensuadas a corto y medio plazo para generar contradicciones al Estado mediante la desobediencia civil en aquellos campos más difíciles de neutralizar, por ejemplo en su componente social o laboral. Los objetivos de la acción desobediente tienen que ir más allá de las cuestiones puntuales y/o de resistencia, y llegar a tener alcance a medio plazo con victorias tangibles, como el cambio de leyes o la no aplicación de determinados preceptos. Si el Estado responde con la represión, que ella sea insostenible a los ojos de la sociedad porque cualitativa y cuantitativamente esta supere el espacio reducido que suponemos. Desde siempre, nuestra preocupación ha sido ofrecer a los sectores activistas espacios de lucha, proponer ideas y liderarlas con nuestro propio ejemplo e implicación.

Debemos recuperar, reconocer y prestigiar la capacidad combativa y el compromiso militante. La militancia de la izquierda abertzale ha sido, a lo largo de toda su historia, su tesoro más preciado, motivo de orgullo propio y admiración ajena. Ha sido, y es, nuestra mejor carta de presentación ante la sociedad, con humildad, abnegación y entrega todo se consigue, todo es posible. No sobra nadie, porque todo el mundo hace falta.

Y por último, vemos imprescindible reorientar la política de alianzas hacia la conformación de una Unidad Popular, para articular políticamente el espacio social soberanista de progreso, un gran frente amplio que integre y organice, no solo a los que ya lo están a través de los actuales partidos, sino a todas aquellas personas que no ven atractivas las actuales fórmulas. Esa Unidad Popular tiene que dotarse de estructuras locales y tiene que ser ejemplo de democracia y capacidad de convivencia de las distintas sensibilidades existentes.

La gran virtud de la izquieda abertzale siempre ha sido estar donde debía para servir mejor a los intereses del país. Estamos convencidos de que, ahora también, volverá a abrir el camino hacia la libertad.

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