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Etiopía pone en jaque el dominio de Egipto sobre el agua del Nilo

El miedo a la escasez de agua ha hecho que los egipcios vuelvan a mirar a África, en concreto a Etiopía, que con su idea de construir una gran presa en el Nilo amenaza el dominio de Egipto sobre el cauce del río más largo del mundo.

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Belén DELGADO | EFE

El reciente anuncio etíope del desvío del Nilo Azul para construir la llamada Presa del Gran Renacimiento Etíope ha descolocado a los egipcios, que desde entonces no han dejado de dar signos de inquietud y de buscar la forma de frenar el proyecto.

En un discurso pronunciado el pasado lunes, el presidente egipcio, Mohamed Morsi, elevó el tono empleado contra Etiopía, y le advirtió de que su país «no permitirá que sus recursos hídricos sean amenazados».

Se espera que ese ambicioso proyecto, valorado en unos 5.000 millones de dólares que financian actores locales con préstamos de China, genere unos 6.000 megavatios de electricidad cuando culminen las obras, según las previsiones en 2015. Hasta ahora, se ha completado el 21% de la obra. Pero en El Cairo ha desatado la alarma la capacidad del embalse, de unos 74.000 millones de metros cúbicos: ¿Tendrá Etiopía la intención de limitar la cuota de agua que Egipto defiende como un derecho histórico?

«Si no hay Nilo, no hay Egipto»

«No tenemos garantías de que el agua de la presa no se utilizará para regadío», destaca a Efe el jefe del departamento de Hidráulica de la Universidad de El Cairo, Sherif Manadili, pese a que las autoridades etíopes han asegurado que no causará pérdidas a Egipto.

En el peor de los casos, si se decidiera rellenar la presa en un solo año, el Nilo se secaría a su paso por Egipto en ese tiempo, sostiene el ingeniero. «Si no hay Nilo, no hay Egipto», lo describía el ministro de Exteriores egipcio, Mohamed Kamel Amr.

El caudal resultaría igualmente afectado en función de los años que tomase la tarea, lo que dañaría la agricultura y otros sectores de la economía egipcia, que obtiene de ese río el 86% de sus recursos hídricos.

Otros países ribereños tienen presas en el Nilo Blanco, pero es el Nilo Azul -donde se está construyendo el proyecto etíope- el afluente que representa la principal vía de abastecimiento para Egipto.

Para el experto en temas del Nilo del Centro de Estudios Estratégicos Al-Ahram, Ayman Abdel Wehab, la presa egipcia de Asuán podría producir un 18% menos de energía eléctrica y Sudán vería reducida la fértil capa de limo que cada año deja el río para sus cultivos. Egipto ha puesto el grito en el cielo y amenazado con presionar desde la Liga Árabe y otras instancias internacionales para evitar perjuicios de Etiopía, que ve la presa como una oportunidad para exportar energía y desarrollar el país.

Tanto El Cairo como Jartum reivindican el cumplimiento de pactos como el de la época colonial que firmaron en 1929 Egipto y Gran Bretaña, que concedía al país árabe la mayoría de los 84.000 millones de metros cúbicos anuales que llegan a la parte baja del Nilo, que tiene 6.670 kilómetros de longitud y otros diez estados en su cuenca: Sudán, Sudán del Sur, Kenia, Uganda, Ruanda, Tanzania, Congo, Burundi, Eritrea y Etiopía.

En 1959, Egipto y Sudán fijaron el reparto actual: el primero obtuvo 55.500 millones de metros cúbicos anuales y el segundo, 18.500 millones. Pero Etiopía no fue nunca sometida al colonialismo británico, por lo que el Gobierno de Adis Abeba considera que no se encuentra obligado al cumplimiento de esos tratados.

Egipto y Sudán han mantenido conversaciones y formaron en 1999 la Iniciativa de la Cuenca del Nilo con los demás países ribereños, pero han insistido en seguir vetando cualquier proyecto que pueda perjudicar sus cuotas. Ahora, Etiopía parece haberse hartado y no quiere solicitar el consentimiento de terceros.

«La Iniciativa de la Cuenca del Nilo tuvo éxito en su primera etapa, con el impulso de proyectos de desarrollo, aunque no llevó a los países a firmar nuevos acuerdos jurídicos para administrar el agua», recalca Abdel Wehab. Según este especialista, la batalla es crucial para Egipto, pues no tiene los ríos ni las lluvias de Etiopía y es un país pobre en agua, con un aumento de la población que requiere más recursos y que obliga a reciclar agua del canal de Suez y del riego.

«El Nilo es una cuestión de vida o muerte para Egipto», sentenció el primer ministro, Hisham Qandil, ante la Cámara Alta.

Morsi ha dialogado recientemente con algunas fuerzas políticas afines, y en la reunión -retransmitida en directo por error a través de la televisión- se escuchó un abanico de propuestas tan poco diplomáticas como bombardear la presa o apoyar a los rebeldes en Etiopía.

Aunque los expresidentes Anuar Sadat y Hosni Mubarak ya pensaron en emplear la fuerza para controlar el agua, los expertos consultados descartan el riesgo de guerra y creen que aún se puede cooperar.

Vínculos con África

No solo Morsi ha mostrado interés por estrechar vínculos con África. Desde la iniciativa «Diplomacia Pública», integrada por activistas y opositores, quieren recuperar el espíritu de acercamiento que marcó el viaje de una delegación egipcia a Uganda y Etiopía tras la revolución de 2011.

Uno de sus promotores, el exparlamentario Mustafa el Guindy, subraya: «Figuras como Ramsés, Mohamed Ali o Gamal Abdel Naser miraron a África. Ahora que las potencias mundiales luchan por el continente, es hora de volver la mirada y ser su puerta de entrada».

Etiopía, por su parte, pidió el pasado miércoles a Egipto que contenga sus agresivas declaraciones en relación a esta cuestión. «Etiopía (...) espera que el Gobierno de Egipto se abstenga de todas esas inaceptables formas de conducta (manifestadas en los días anteriores) y trabaje para una mayor cooperación entre ambos países», indicó el portavoz del Ministerio etíope de Asuntos Exteriores, Dina Muftih. «Las sugerencias a cualquier recurso a la guerra u otras formas de sabotaje son inaceptables y no tienen cabida en el siglo XXI», agregó Mufih, que insistió en que Etiopía «reitera de forma firme que no aceptará ninguna propuesta de Egipto de detener o retrasar la construcción de la Presa del Gran Renacimiento Etíope».

Los dos países africanos comenzaron una batalla dialéctica después de que el pasado 28 de mayo Etiopía desviara un tramo del Nilo Azul, necesario para la construcción de la presa.

El Gobierno de Etiopía ha convocado ya en dos ocasiones al embajador egipcio en Adis Abeba para que explique la posición de El Cairo al respecto y aclare los comentarios agresivos realizados desde Egipto.

Por su parte, la presidenta de la Comisión de la Unión Africana, Nkosazana Dlamini Zuma, señaló que la organización continental quiere que los países ribereños del Nilo comiencen un diálogo «abierto y enfocado a una situación en la que ambos ganen», en el marco del «nuevo contexto panafricano, no en el de las potencias coloniales».

En ese sentido, Morsi dijo querer «continuar las buenas relaciones con toda África, sobre todo con Sudán y Etiopía», pero dejó claro que «sin que se toque ni una gota del agua del Nilo». A la vez, anunciaba el inicio de un proyecto de navegación por el río Nilo que unirá el lago Victoria y el mar Mediterráneo a partir de 2025, con la participación de Egipto, Burundi, Ruanda, Etiopía, Tanzania, Uganda, Kenia, Sudán y Sudán del Sur.

Por su parte, el Gobierno de Sudán, el tercer país afectado, no se muestra tan beligerante y afirma que los trabajos de construcción no afectarán al país reiterando su compromiso para continuar la cooperación con Addis Abeba y El Cairo con el objetivo de garantizar el máximo beneficio de los tres países de la explotación de los recursos del Nilo.

El cairo dice que es pronto para hablar de guerra pero no lo descarta

Las Fuerzas Armadas de Egipto ven aún prematuro hablar de una acción militar para tratar el asunto de la construcción de la presa etíope del Renacimiento en el río Nilo, pero no llegan a descartarlo. El portavoz del Ejército, coronel Ahmed Mohamed Ali, destacó que su país posee «poderosos medios políticos, económicos, sociales e información que pueden ayudarle a resolver el asunto». Añadió que solo se recurriría a la fuerza para proteger la seguridad nacional y que una acción militar es, habitualmente, la última opción en cualquier crisis. El presidente egipcio, Mohamed Morsi, había advertido previamente de que «el pueblo egipcio es paciente con todo menos con las amenazas a sus fronteras, su seguridad y su dignidad». «Somos mensajeros de paz y no de guerra, pero no vamos a permitir que nuestros recursos hídricos sean amenazados», agregó en un discurso plagado de amenazas a Etiopía veladas tras la denominación de «país amigo». Agregó que «se confunde el que imagina que Egipto puede estar ocupado con los problemas que enfrenta la revolución y sus dificultades económicas y no proteger sus fronteras y su agua». GARA

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