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El camino de vuelta a casa pasa por Biarritz

El acto que el sábado tuvo lugar en Biarritz ha tenido ya el efecto de poner en la agenda la cuestión de los exiliados y deportados, junto a la de los presos. Hasta ahora esa cuestión estaba difuminada, prácticamente oculta por las propias características de este colectivo -obligado a permanecer escondido, alejado, invisibilizado-, y han sido los propios exiliados y deportados los que han dado el paso de hacerse visibles y, en ciertos casos, de ir retornando a Euskal Herria. Un paso valiente con el que han puesto el problema ante los ojos de todos.

La hoja de ruta presentada no es un programa de máximos, utópico ni de cara a la galería, sino una propuesta concreta, posibilista y, en esa misma medida, materializable. Quizás por eso los enemigos de la solución en Madrid, como reflejaban algunas cabeceras mediáticas y grupos ultras, se han apresurado a situarlo como un emplazamiento al Gobierno en clave negociadora, para así poder despachar el asunto con un simple rechazo. Sin embargo, los portavoces de EIPK dejaron claro en Biarritz que no se trata de una plataforma negociadora, sino de una propuesta que trasladan a la ciudadanía vasca, a su pueblo. Obviamente, el Estado tiene llaves para abrir o cerrar esas puertas, pero también las tiene la ciudadanía vasca, cuyo respaldo al acto del sábado superó las previsiones y el aforo de la Halle de Irati.

Solo quien no quiere ver ignora la necesaria solución de esa cuestión, y en esa ceguera voluntaria se enmarca la petición del delegado español Carlos Urquijo al Gobierno francés de adopción de medidas por el acto del sábado. Sin embargo, la realidad no desaparece a base de negarla. Las declaraciones de Patxi López hablando de los cauces legales existentes vienen a confirmar, desde un punto muy alejado del espectro político del independentismo, que este es un problema pendiente y que, además, existen vías de solución factibles. La presencia en Biarritz de dirigentes como el centrista Didier Borotra o la líder del PSE Fredérique Espagnac es otro indicador de que el de los exiliados no constituye un colectivo que quepa demonizar, sino una mano tendida que se debe estrechar.

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