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Final del Manomanista

Todo un clásico de la época moderna

El duelo por la txapela entre Aimar Olaizola y Juan Martínez de Irujo ya es el segundo más repetido de la historia, solo superado por los Retegi II-Galarza III.

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Jon ORMAZABAL

Como en otros aspectos de la vida, las grandes rivalidades y las pasiones que estas han suscitado han sido uno de los ejes sobre los que han evolucionado muchos deportes. Los combates entre Frazier y Ali, las finales entre Lakers y Celtics, la lucha entre Alain Prost y Ayrton Senna, las guerras hasta ideológicas entre Coppi y Bartali o Kasparov y Karpov, los sprints entre Karl Lewis y Ben Johnson... han sido recordados como algunos de los momentos más recordados de la historia del deporte.

Dentro de su localidad y de sus limitaciones, la historia de la pelota a mano también está jalonada por grandes rivalidades y pulsos entre dos grandes figuras, el conocido fenómeno entre el protagonista y su antagonista, que en el caso de la mano muchas veces se ha visto reflejado incluso en el físico, con grandes dualidades entre la fuerza y la astucia o la técnica.

A pesar de que la actualidad pueda traer consigo una pérdida de perspectiva, colocar la rivalidad entre Aimar Olaizola y Juan Martínez de Irujo entre las más importantes de la historia de la especialidad está plenamente justificada, no en vano la de el de Goizueta y el de Irujo ya es la segunda final más repetida (5) en toda la historia del Manomanista, solo superada por las siete ocasiones en las que Julián Retegi y Ladis Galarza se midieron por la txapela. El palmarés de ambos también está entre los más laureados y, como recientemente nos explicaba Patxi Eugi, botillero de Irujo y protagonista en otra de las sagas importantes de este deporte, «están marcando una época y creo que va para rato. Porque quizá es triste, pero cada año que pasa, lejos de acortarse como debería ser natural, el escalón entre estos dos pelotaris y el resto me parece que va para arriba», señaló.

Echando la vista atrás, Mariano Juaristi Mendizabal, Atano III, es el primer gran nombre de este deporte, el más grande para muchos, ya que dominó completamente la modalidad de mano individual durante dos décadas (1926-1948).

Miguel Gallastegi, el eibartarra que puso fin a la mayor dinastía de la mano, recuerda en una bonita entrevista del compañero Asier Aiestaran en estas mismas páginas que el azkoitiarra revolucionó la mano, dominada hasta entonces por pelotaris mucho más sobrios y de peloteo más pesado. «Le gustaba la pelota de toque y sacaba a tres sitios, a pared, al ancho y a la mitad. Sacaba fuerte y, si no le quitabas la pelota, te pegaba otros siete cuadros. Hacía tanto o perdía la pelota, pero era elegante y era muy bonito verle jugar».

No obstante, Gallastegi prefiere relativizar el dominio de Atano III, sobre todo cuando se le compara con otros grandes pelotaris de la época, entre los que destaca a Juan Bautista de Azkarate «Mondragonés», «un delantero pequeño» que podía jugar «contra los dos mejores» porque «tenía mucha fuerza y pegaba fuerte la pelota».

En ese sentido, Gallastegi valora incluso más al histórico pelotari de Arrasate: «Mondragonés jugaba sus 90 partidos al año y Atano jugaba diez o doce, todos preparados por él. En esos años el mejor era el que ganaba en la cancha, aunque no hubiera campeonato oficial.

Con la retirada del eibarrés en 1960, Hilario Azkarate y Luciano Juaristi, Atano X, protagonizaron el gran duelo de los años 60. Ambos disputaron la final del Manomanista durante cuatro años consecutivos, desde el 65 al 68, sin un vencedor claro, ya que ambos consiguieron calarse dos txapelas.

Dominio navarro

El cambio de década trajo consigo varios cambios, por nombres, pero sobre todo porque la primera txapela de Juan Ignacio Retegi, Retegi I, en 1969 supuso el comienzo del abrumador dominio de los pelotaris navarros en la modalidad. Si hasta entonces la pelota había sido cosa de vizcainos y guipuzcoanos, la modalidad más importante pasó a ser desde entonces una especie de coto privado navarro.

En la década de los 70, fue otro navarro, el larraintzandarra Julián Lajos fue su gran rival. Como sucede ahora con Irujo y Aimar, los dos navarros protagonizaron cinco finales, aunque finalmente solo llegaron a disputar tres de ellas. En 1972, Lajos decidió no presentarse a la final tras no concedérsele el aplazamiento solicitado por problemas musculares y en 1976 fue Juan Ignacio Retegi el que no pudo jugar por mal de manos.

Un sobrino suyo, Julián Retegi, le tomó el relevo pocos años después y consiguió casi doblar las seis txapelas conseguidas por su tío, quedándose en once. Aunque al principio se mostró bastante reacio a dar el salto a profesionales, el eratsundarra dio inicio a su hegemonía en 1980, cuando superó a Antton Maiz por 22-14 en Anoeta. Con un sistema que permitía al campeón defender título en la final del año siguiente, el pelotari con el palmarés más extenso estuvo presente en 14 finales consecutivas de esta modalidad.

En la mitad de ellas, su rival fue Ladis Galarza, elegante zaguero de Baraibar. Con dos grandes manos, su poder y unas posturas difícilmente imitables, deleitó a los aficionados de la época, aunque tuvo la mala fortuna de toparse con un devorador de títulos como Julián Retegi, al que se impuso en solo dos ocasiones, tras haber perdido las cuatro primeras de forma consecutiva. De hecho, otro potente zaguero, Joxean Tolosa, tuvo el honor de ser el primer pelotari en ganarle una final al de Eratsun, la de 1989.

Sin unos referentes claros, la pelota pasó por unos de sus momentos más críticos a la retirada de estos mitos. Otra gran rivalidad, incluso vecinal, el último clásico hasta la aparición del Olaizola II-Irujo, dio a la mano ese empujón tan necesario. Con dos caracteres y formas de jugar muy diferentes, la rivalidad entre Rubén Beloki y Patxi Eugi comenzó en aficionados y se extendió a profesionales, en lo que podemos llamar como el nacimiento de la pelota moderna. «Éramos cercanos, vivíamos y vivimos a 25 kilómetros de distancia el uno del otro y era algo bonito. Desde aficionados teníamos ese pique sano y la verdad es que creo que fue bueno para nosotros y también para la pelota», rememora Eugi.

Esta rivalidad, «las aficiones estaban muy marcadas y si eras de uno no podías ser del otro», recuerda el delantero de Agoitz, acercó a muchos jóvenes al frontón y, con la llegada de la era televisiva, la mano vivió un florecer al que el último clásico, el de la actualidad, le ha dado continuidad.

Gallastegi

El eibartarra, que puso fin a la época de Atano III, valora incluso más a otro histórico de su época. «Mondragonés jugaba sus 90 partidos al año y Atano jugaba diez o doce, todos preparados por él».

Eugi

Al de Agoitz, botillero de Irujo, la rivalidad actual le recuerda mucho a la que tuvo él con Beloki y cree va para largo. «No debería de ser así, pero me da la impresión de que cada año el escalón entre estos dos y el resto es mayor».

Aimar Olaizola y Juan Martínez de Irujo manejan números que humanizan al «inalcanzable» Julián Retegi

Ahora mismo, las once txapelas del Manomanista conseguidas por Julián Retegi entre 1980 y 1993 suponen un hito que parece inalcanzable para ningún otro pelotari. Un cuadro de aspirantes mucho más reducido y la posibilidad que se concedía al campeón para defender el título en la final del año siguiente resultaron los condimentos perfectos para acompañar la voracidad de títulos y unas características inmejorables para la práctica de este deporte. Su palmarés es el más extenso de la historia.

Sin embargo, con todo el riesgo que implica el cualquier comparación entre pelotaris anacrónicos, los números que hoy por hoy manejan tanto Aimar Olaizola como Juan Martínez de Irujo se asemejan bastante a los que atesoró el Mago de Eratsun.

Y es que, aunque solo le han servido para conseguir cuatro txapelas, el delantero de Ibero podría igualar este domingo, si consigue superar a Olaizola II, el número de victorias conseguidas por Retegi II en toda su carrera como manomanista. En total, el de Eratsun llegó a disputar 33 partidos de campeonato mano a mano durante toda su carrera, en la que sus 27 triunfos conseguidos le sirvieron para conseguir 11 txapelas. En total, Retegi II obtuvo un 81,81% de victorias, un porcentaje que es superado por el pelotari de Aspe.

Teniendo que partir en cada campeonato, al menos dos escalones por debajo de lo que lo hacía el de Eratsun hace dos décadas, Martínez de Irujo ha disputado un total de 31 partidos en la distancia reina, obteniendo un total de 26 victorias, lo que da un porcentaje de 83,87 %, dos puntos superior.

Aunque con un porcentaje sensiblemente inferior, un 63,88%, Aimar Olaizola ya ha conseguido superar en número de partidos disputados al mito de Julián Retegi. Lo consiguió en la final de 2012, en la que se impuso por 22-7 a Martínez de Irujo y se queda a cuatro de igualarle en cuanto a victorias.

Visto el discurrir de este campeonato y siguiendo a las palabras de Patxi Eugi, que dice que el escalón entre estos dos y el resto de sus perseguidores es mayor cada año, no sería de extrañar que ambos terminen por superar al de Eratsun en cuanto al número de partidos ganados, aunque sus once txapelas sean inalcanzables. J.O.

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