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Maite SORoa | msoroa@gara.net

La mano chamuscada

Ayer, además de una jornada sofocante, era también el día en que Rajoy debía hablar del «caso Bárcenas», y aunque el compostelano se salió por la tangente una vez más, su comparecencia era la comidilla de todos los diarios impresos y digitales al sur de Pancorbo. También de los comentaristas habituales, entre ellos Rafael Torres, quien en «Estrelladigital» llamaba la atención sobre la gravedad del asunto. No se anda con chiquitas, lean, lean: «debería ser innecesario insistir en que la extrema gravedad del problema que ha convertido al sistema político español en el hazmerreír del mundo civilizado no radica en que la cúpula directiva de un partido mienta, cosa hasta cierto punto habitual en otras latitudes, sino en que el partido que ha mentido sistemáticamente y con descaro sobre la gran parte que le toca de la corrupción política que ha hundido al país sea, ni más ni menos, el partido que gobierna. Debería ser innecesario insistir en ello, pero, por lo visto, no lo es». Se le nota cabreado, normal, a nadie le gusta ser el hazmerreír del mundo civilizado. Aunque lo de civilizado...

Apunta Torres que «el caso Bárcenas es el caso PP no sólo porque el hoy residente forzoso en Soto del Real fuera durante décadas el gerente, y a la postre el tesorero, del partido de la derecha, es decir, el hombre de la manteca, el dueño último del secreto de su procedencia, administración y distribución o reparto, sino que cuando dejó oficialmente de serlo por hallarse salpicado por una de las ramificaciones del aquelarre dinerario del PP, el caso Gürtel, pasó a ser protegido de lujo con despacho, coche, secretaria y abogados gratis, y, lo que resulta más obsceno, con el manto protector de esa cúpula otrora presuntamente beneficiada en el reparto de la manteca que ponía la mano en el fuego por él», lo que no deja de ser cierto, la verdad. Y sobre Rajoy, señala que «comentó hace unos meses que nunca podría demostrarse la culpabilidad de Bárcenas, es decir, que ponía la mano sobre el fuego por él. Luego no son explicaciones, previsiblemente auto-exculpatorias por lo demás, lo que tiene que ofrecer a la Cámara, sino la mano, o sea, enseñar la mano, para que pueda verse lo chamuscada que está». Pues cuentan las crónicas que el presidente de la monarquía bananera enseñó la mano para decir adios... porque se marcha de vacaciones. Pues sí, el hazmerreír.

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