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UDATE | Josu MONTERO, Escritor y crítico

Bomba

Los días 6 y 9 pasados se cumplió otro aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Auschwitz e Hiroshima siguen hoy representando no solo el horror del siglo XX sino, más que metafóricamente, el presente y el futuro de la humanidad. El filósofo alemán Gunter Anders escribió entonces de la necesidad ética de desacelerar ante la locura desarrollista que no conduce sino al desastre; porque Auschwitz e Hiroshima no eran sino el producto lógico de una humanidad sometida a la ciencia y a la industria: no el fracaso de la civilización, sino su fruto. Clamaba en el desierto. En «El piloto de Hiroshima» se recoge la esperanzadora correspondencia entre Anders y Claude Eatherly, el arrepentido y horrorizado piloto del Enola Gay, machacado por la administración y la opinión pública americanas. Americano nacido en China, John Hersey fue uno de los pocos reporteros que consiguieron llegar al centro del horror y hablar con supervivientes; con una prosa fría y aparentemente desapasionada lo narró en «Hiroshima». Pero los buenos no solo bombardearon Japón, muchas ciudades alemanas fueron asoladas. Dresde es el caso más flagrante; cientos de aviones lanzaron una tormenta de fuego con más de 130.000 muertos. Prisionero en el subsuelo de un antiguo matadero se encontraba el soldado americano, y luego escritor, Kurt Vonnegut; la profundidad de su celda le salvó. Lo contó en la soberbia «Matadero Cinco», llena de humor negrísimo y desesperadamente mordaz. En el otro bando se hallaba el soldado alemán, nacido en Dresde, Gert Leddig; en «Represalia» narra setenta minutos de aquella apocalíptica lluvia de bombas. No solo observa la tierra devastada, también el interior de los aviones aliados; y escuchamos la voz en primera persona de muchos de aquellos muertos. Una novela que nadie en la Alemania de los 50 quiso leer.

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