El delirante espíritu patriótico que sigue anidando en buena parte de la clase política española y en importantes sectores de la opinión pública y publicada del Estado, ha conducido a que un tema que en principio parecía una cortina de humo para tapar algunas de las miserias del Gobierno del PP haya acabado enquistándose, hasta el punto de que la propia Unión Europea no ha tenido otra opción que implicarse. Y lo ha hecho para darle a Mariano Rajoy un pescozón, un primer aviso para obligarle a recular antes de que el despropósito pase a mayores. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso ha pedido al Ejecutivo español que respete el derecho de la UE en su disputa con las autoridades británicas en torno a Gibraltar, y ha dejado claro que cobrar una tasa por cruzar la frontera con el Peñón sería ilegal. No podría ser de otra forma cuando ambos lados de la verja forman parte del territorio comunitario, pero Madrid parece más cómodo dejándose llevar por lemas trasnochados que por la realidad.

El Estado español no va a sacar nada positivo de esta disputa, si acaso generar una nueva frustración en sus sectores más ultras, pero el sostenella y no enmendalla parece seguir siendo leitmotiv de una clase política especialista en crearse problemas donde no los había o de hacer que estos crezcan por su incompetencia.