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Noruega da la espalda al Gobierno de Stoltenberg y gira a la derecha

La oposición de derecha ganó las elecciones legislativas de ayer en Noruega, según las proyecciones iniciales, allanando el camino para una alianza de Gobierno entre conservadores y populistas xenófobos, dos años después de las matanzas de Oslo y Utøya.

GARA | OSLO

Durante su mandato, la economía noruega floreció respaldada por los elevados precios del gas y del petróleo, mientras aumentaba el nivel de vida de los ciudadanos y el desempleo prácticamente desaparecía. Sin embargo, no fue suficiente para que la coalición del primer ministro, el laborista Jens Stoltenberg, venciera en las elecciones legislativas celebradas ayer en la próspera Noruega, que según los primeros sondeos se disponía a girar, después de casi una década, a la derecha.

La oposición, encabezada por la conservadora Erna Solberg, habría ganado los comicios al Parlamento unicameral (Stortinget) con más del 50% de los votos, según las primeras proyecciones tras el cierre de los colegios electorales y los primeros datos parciales con un recuento del 50%.

El bloque opositor habría obtenido 99 de los 169 escaños frente a los 69 de la coalición «rojiverde» que lidera Stoltenberg. El Partido Laborista, en el poder desde 2005, conservaría no obstante la condición de formación política más votada con más 30% de los votos y alrededor de medio centenar de escaños. Hace cuatro años logró el 35% de los sufragios y 69 diputados.

El Partido Conservador arrebataría al populista y xenófobo Partido del Progreso (FrP) la condición de segunda fuerza más votada, subiendo casi nueve puntos hasta el 26,1%, lo que le daría 44 escaños, frente al 16,2% y los 31 diputados de éste, y además disputaría la condición de partido hegemónico a los laboristas.

Los socios minoritarios del bloque de derecha, el Partido Cristianodemócrata y el Partido Liberal, mejorarían ligeramente su resultado hasta el 5,9% y el 4,6%, respectivamente.

Los otros dos componentes de la coalición «rojiverde», el Partido Centrista y el Partido de la Izquierda Socialista, habrían obtenido resultados dispares: el primero habría subido hasta el 7,9%, y el segundo, habría bajado hasta el 4,1%, apenas una décima por encima de la barrera mínima para entrar en el Parlamento.

La formación de izquierda Rojo podría haber logrado un escaño aun sin alcanzar el mínimo, gracias a los votos personales, mientras que el Partido del Medioambiente Los Verdes, al que las encuestas previas a la cita electoral otorgaban varios diputados, se habría quedado fuera.

Otros dos sondeos elaborados por el canal TV2 y por el diario «VG» apuntan también a un claro triunfo de la oposición.

El primer ministro saliente se había negado a aceptar de antemano la derrota que le habían augurado las últimas encuestas y confiaba en movilizar a los cientos de miles de electores indecisos, pero su coalición, según analistas y medios locales había perdido la confianza de la ciudadanía tras ocho años al frente del Gobierno.

De confirmarse estos pronósticos, Erna Solberg sería con casi total seguridad la próxima primera ministra noruega, aunque debería salvar las diferencias entre el Partido del Progreso y los dos socios minoritarios del bloque opositor, sobre todo en materia de inmigración y medio ambiente. Además, difieren en relación a la abolición o no del impuesto de propiedades y al fomento de la sanidad privada para evitar las esperas.

Los líderes de los cuatro partidos de derecha han resaltado durante la campaña su intención de sentarse a negociar en caso de un triunfo de la oposición, que los sondeos llevaban vaticinando desde hace meses. No obstante, el escenario más probable es el de un Gobierno en minoría integrados por los partidos Conservador y del Progreso, con el apoyo pero sin la participación de democristianos y liberales.

A pesar de un fuerte retroceso de casi siete puntos y diez escaños menos, el Partido del Progreso podría entrar por primera vez en sus cuarenta años de vida en el Gobierno. Su líder, Silv Jensen, señaló hace unos días que su formación quiere formar parte del Ejecutivo y no solo respaldar un Gabinete en minoría en el Parlamento. «Queremos contribuir a un cambio de Gobierno y ser parte de él», señaló.

Una falta de acuerdo entre las formaciones de derecha podría dejar el país de nuevo en manos de su rival común Stoltenberg, ya que su partido es la primera fuerza en el Stortinget.

Sanidad, educación y el uso del dinero procedente del fondo de pensiones público que gestiona los ingresos petroleros han sido algunos de los temas centrales de la campaña previa a unas elecciones celebradas dos años después de los atentados perpetrados por el ultraderechista Anders Behring Breivik en Oslo y Utøya, que dejaron 77 muertos.

«Erna de hierro»

Erna Solberg, «Erna de hierro», como la apodaron en su etapa como ministra, acariciaba anoche un triunfo que culminaría casi diez años al frente del partido, un liderazgo que le ha costado mantener y que en algunos momentos fue muy cuestionado por los malos resultados electorales.

La determinación es una constante en la vida de Solberg (Bergen, 1961), a quien se le diagnosticó dislexia a los 16 años, una dificultad en el aprendizaje que comparte con Stoltenberg.

Inició su carrera política en Bergen, donde fue concejala en varios períodos. Entró en el Parlamento en 1989, cuando ya había finalizado sus estudios de Sociología y Ciencias Políticas, y años después presidió la Asociación de Mujeres Conservadoras.

Fue ministra de Administraciones Locales y Regionales en el segundo Gobierno del democristiano Bondevik (2001-2005) y de esa época le viene el apodo de «Erna de hierro», por su línea dura en inmigración y sus presiones a Extranjería para intentar expulsar del país al líder religioso kurdo mulah Krekar.

Su etapa de ministra se vio salpicada también por el «caso Vanunu», el del técnico israelí Mordejai Vanunu que destapó el arsenal nuclear de Israel y al que su Departamento negó asilo político para no enturbiar las relaciones políticas con Israel, como se reveló años más tarde.

 

 

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