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CRíTICA: «La piedra de la paciencia»

El rezo de la mujer afgana convertido en grito liberador

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Mikel INSAUSTI

Por qué se oculta la belleza? No se trata de responder al consabido debate de la mujer invisible bajo el burka, sino de ahondar en las paradojas que encierra la cultura árabe. El director de fotografía Thierry Arbogast, en un trabajo para enmarcar, busca algo tan difícil de reflejar en una pantalla de cine como es la luz interior. Si consigue dar con ella es gracias a la complicidad de la actriz iraní Golshifteh Farahani, premiada en el Festival de Gijón. El colorido que envuelve a esta mujer con tanta plasticidad en sus miradas, gestos y movimientos, le sirve de protección en medio de un entorno hostil devastado por la guerra y la miseria. El esteticismo que exhibe la película no es un maquillaje para la deprimida realidad afgana, ni tampoco una corrección occidentalizadora, porque nace de la esencia misma de su cristalina protagonista.

La piedra de La Meca en la cual los peregrinos arrojan todas sus males se carga de negatividad, y el día que estalle desencadenará el Apocalípsis. Para esta mujer afgana todavía no ha llegado el Día del Juicio Final, debido a que le queda mucho dolor por liberar en la persona de su marido, que no es un pedrusco pero se encuentra en estado vegetativo, con una bala alojada en el cuello que le provoca el coma. Paradójicamente, la penitencia por la que ella tiene que pasar se convierte en su vía redentora, a medida que los rezos se van tornando en gritos liberadores. Por primera vez empieza a sentir que su vida le pertenece, pues puede hablar con su esposo como antes nunca le estuvo permitido hacerlo, sin miedo a que éste le conteste y le mande callar.

Atiq Rahimi cuenta para escenificar el monólogo que le valió el premio literario Goncourt con el maestro de guionistas Jean-Claude Carrière, que aplica al texto el mismo tratamiento que demandaría «Cinco horas con Mario» de Miguel Delibes. La palabra es la que provoca la verdadera emoción en el espectador, mediante un discurso que se desarrolla en la intimidad hasta ir creciendo y rompiendo los tabúes, incluidos los relacionados con el sexo prohibido. Dentro del ambiente bélico el deseo sucumbe por la fuerza a la violación, frente a la disyuntiva extremista de ser una intocable o tener que prostituirse.

 

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