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Ni con leyes ni con manadas de fascistas

Catalunya ha impresionado al mundo con la cadena humana de cientos de miles de personas que unió de norte a sur el Principado. Ha sido un esfuerzo organizativo descomunal, un ejercicio colectivo vibrante, reflejo de madurez y convencimiento. El clamor independentista fue tan claro y rotundo que no deja otra opción que la de ser escuchado con atención. No vale ya meter la cabeza bajo tierra y enrocarse en que la ley es la ley, en una constitución que es un demencial catálogo de prohibiciones. El pueblo catalán no va a reconocer autoridad alguna que no emane de su propia voluntad. El poder está ya en sus manos y estas se han enlazado unas a otras para proclamar que Catalunya es su terra y la quieren independiente para poder cambiar la sociedad y mejorar sus vidas.

Frente a esta realidad, ni las leyes, ni los tricornios ni los tanques pueden sostener el status quo. Tampoco una manada de franquistas como la que embistió contra la librería catalana Blanquerna o contra la delegación del Govern de Catalunya en Madrid. El embajador irlandés y miembros de la embajada de EEUU fueron testigos de cómo conocidos fascistas -entre ellos Iñigo Pérez de Herrasti Urquijo, condenado a 14 años por intentar atentar contra familiares de presos vascos- atacaban a cara descubierta y con impunidad a representantes catalanes e invitados al acto de la Diada. Escasos días después de que el ministro del Interior se paseará amenazante por los cuarteles de la Guardia Civil de Euskal Euskal Herria diciendo que el «cronómetro de la ilegalización de Sortu está en marcha», los legalizados y policialmente amparados elementos fascistas volvían a hacer de las suyas.

Unos y otros, los fascistas y quienes les dejan hacer, se equivocan. Intentan marcar el territorio a su manera o, quizá mejor, como son. Pero saben que España se resquebraja y que no se divisa ni guerra civil, ni limpieza étnica ni apocalipsis alguna. Catalunya también ha marcado su territorio. Con otras armas y otro estilo. Con razón democrática, con toneladas de razones.

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