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Ira, violencia y miseria, el explosivo cóctel centroafricano

La población de la República Centroafricana está empezando a dar muestras del hartazgo de meses sufriendo el acoso y el pillaje de bandas, la violencia de combatientes que no acaban de desmovilizarse y la miseria en un país que, tras años de conflictos, se encuentra entre los peores indicadores de desarrollo del mundo.

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Explosiones de cólera mortales de una población abandonada durante meses a la rapiña de despiadados líderes de bandas y ejecuciones y represalias de combatientes de la rebelión que hoy se encuentra en el poder; la República Centroafricana amenaza con convertirse en el nuevo polvorín del continente.

«La situación de seguridad se deteriora» con el paso de los meses desde la llegada al poder en Bangui de Michel Djotodia el 24 de marzo, según constata la representante adjunta de la ONU en la República Centroafricana, Kaarina Immonen, en el momento en que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se prepara hacerse caso de este caso. Las armas han callado en la capital gracias sobre todo a la presencia de una fuerza africana que se está desplegando, pero en el resto del país el número de desplazados y de refugiados continúa aumentando sin cesar. Uno de cada diez centroafricanos, de una población total de 4,8 millones de personas, vive este calvario.

Ejecuciones y represalias

La causa es una ola de violencia sin precedentes en la historia de este ya particularmente agitado país, que enfrenta desde setiembre a los hombres de la coalición Seleka, del presidente de transición, el primer musulmán en dirigir el país, con los «grupos de autodefensa» formados por campesinos cristianos exasperados por meses de maltrato y humillación.

Estos enfrentamientos se concentran sobre todo en el noroeste del país, región de la que procede el expresidente François Bozizé, con un ciclo de exacciones y represalias dirigidos contra las poblaciones cristianas y musulmanas.

El pasado martes en el pueblo minero de Garga, a 200 kilómetros al noroeste de Bangui, la violencia dejó al menos cincuenta muertos, la mayor parte ejecutados de forma sumaria. Revueltas similares han ocurrido en otras regiones del país.

«Es un hartazgo general frente a la extorsión y a las humillaciones», estima el arzobispo de Bangui, Dieudonné Nzapalainga -una voz muy escuchada en un país que cuenta con más de un 80 % de la población cristiana- quien no quiere ver un conflicto interreligioso. «También hay hartazgo entre los musulmanes, que han sido también perseguidos por los jefes de la guerra integrados en las filas de la coalición Seleka, explica, por su parte, el presidente de la Comunidad Islámica de Centroáfrica, el imán Omar Kabine Layama. Por el momento, el arzobispo, con quien el imán está de acuerdo, cree que «no hay utilización de este hartazgo» a pesar de las afirmaciones de los partidarios del general Bozizé que dicen estar en el origen del levantamiento en el noroeste. «Hay que evitarlo a todo precio, si no puede ser trágico», advierte.

«Si un movimiento consigue reunir esta ira» el país corre el riesgo de caer en una guerra civil, teme un diplomático occidental en Bangui.

Bajo presión internacional, el presidente Djotidia declaró fuera de la ley al movimiento Séléka, integrando a una parte de sus combatientes en las fuerzas de seguridad, e intenta neutralizar a los líderes de los grupos más conocidos por sus ejecuciones.

Pero en regiones enteras no se puede apoyar en ninguna administración para restablecer el orden.

«Desde mi infancia he visto al Estado recular. La gente intenta avanzar, pero el Estado recula», señala Alain-Blaise Bissiolo, sacerdote de 47 años, nativo de Bangassou (750 kilómetros al este de Bangui).

Edificios oficiales abandonados, centros de salud y escuelas sin medios, funcionarios que no cobran, una red de carreteras sin mantener: muchos años de conflictos y la negligencia de los sucesivos gobiernos han dejado «el país en el barro» en palabras de los centroafricanos.

Como resultado, a pesar de sus recursos potenciales, minerales y agrícolas, la República Centroafricana figura en la parte inferior de las listas de todos los indicadores de desarrollo (salud, educación ...).

«Tenemos que reconstruir todo», señala bajo anonimato un funcionario de la ONU, lamentando que «es difícil movilizar la atención y los fondos para la República Centroafricana». «Sin embargo, costará mucho menos caro que dejar pudrirse la situación», advierte.

parís refuerza sus tropas y LA onu estudia enviar cascos azules

La ONU se dispone a estudiar el envío de cascos azules a la República Centroafricana. El Consejo de Seguridad aprobó por unanimidad y a iniciativa francesa una resolución que prevé ayudar inicialmente a la misión que la Unión Africana aprobó en julio pasado para ese país (Misca).

Aunque el Estado francés ha descartado hacer «lo que ha hecho en Mali», ayer su ministro de Exteriores, Laurent Fabius, anunció el envío de tropas suplementarias. «Actualmente tenemos 410 hombres. Siguiendo las resoluciones de la ONU vamos a dar un impulso especial a la logística y vamos a aumentar (la presencia francesa), probablemente antes de fin de año», afirmó Fabius, sin precisar el número de soldados que enviará. En contrapartida, reclamó gestos a las autoridades centroafricanas, exigiendo «elecciones libres a comienzos de 2015 a las que no se podrán presentar las actuales autoridades». Pidió también la disolución de las milicias y el fin de las ejecuciones porque «si aumentan, la reacción francesa será más fuerte y rápida», advirtió. GARA

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