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Diez canciones perfectas y ambiciosas

 

Pablo CABEZA

Muguruza lo tiene claro desde hace muchos años: sus canciones responden a colores azulones o sombríos. Opta asimismo por la pausa y el espacio, sin notas que se amontonen ni sol que deslumbre. Lo sabe una canción como «Liburua ala kafea» donde piano, acordeón y voz (voces) se reparten el espacio y los silencios como si un regenerado patrón de medida rigiera la Tierra.

No, nunca hay prisa por llegar a la meta en las canción de Jabier, El paisaje y la belleza es lo vital, la bajada de bandera es un hecho innecesario. Ni siquiera el ritmo se acelera, aunque lo parezca, en una canción tan sugerente y juguetona como «Abesti arraroa», donde piano, y voces le ceden un arreglo dinámico y preciosista donde el saxofonista bilbaino Gorka Benítez brilla escandalosamente. También es mérito de Muguruza, músico que lejos de buscar su merecido protagonismo cede pista para que cada sílaba encuentre su acolchado, que cada instrumento camine por su cauce como un canto rodado.

Sucede también en «Ororekin bakean» donde la trompeta del estadounidense Chris Case (puntual enseñante en Musikene) escribe un par de fraseos hipnóticamente delicados y donde la gallega Uxia termina por envenenar de dulce una canción de luna llena.

No va solo el iruindarra en sus melodías de cera y fuego amable, Mireia Otxerinjauregi le acompaña como un eco rebotado en paredes de almidón.

Sucede en muchas canciones, pero es en especial en «Irasagarrak», donde el acordeón de Muguruza se reivindica, una vez má, como protagonista, pero el amo le templa los ánimos como cada año: «Tranquila, mi amor, tranquila».

Xabi Zeberio seduce con el violín en «Troppo solo». Otro arreglo pensado con benévola malicia.

Mikel Azpiroz es parte de la médula espinal que recorre el eje de «Beste hogei». Su formación clásica recibida en el Conservatorio de Donostia le permite recorrer cada título tanto con la serenidad del pentagrama como con tinturas llegadas del pop, del blues o del jazz. Predomina en «Beste hogei» la tecla en blanco y negro, pero sin situarse en el medio. De hecho, el medio no existe como tal en estas diez estimables canciones. Y, si acaso, será Jabier Muguruza el destinatario, en su álbum mejor adornado, compuesto y arreglado, casi que sí.

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