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Manuel Millera | Miembro de Attac Navarra-Nafarroa

La mentira como arma química

Esta democracia apesta. Nos asfixia la mentira permanente de nuestros gobernantes y medios de comunicación. Solo nos dejan respirar los aires informativos que ellos pregonan, y son aires muy viciados

«No entiendo esas reticencias a su utilización. Estoy totalmente a favor de la utilización de gas tóxico contra las tribus salvajes. El efecto moral será bueno. Se difundirá un terror vivaz...»

(Sir Winston Churchill sobre los rebeldes kurdos)

Churchill era franco, no tenía reparos en reconocer el uso del terrorismo, cuando el fin estaba justificado. Las pruebas en Kurdistán eran un prólogo a su verdadero objetivo: los bolcheviques. Un precedente del arma química ya fue usado por los griegos antiguos asociando un carburante, el salitre, con sustancias combustibles como el alquitrán. Mucho más tarde, en la I Guerra Mundial, fue Alemania, en 1915-1917, la primera que utilizó cloro líquido y fosgeno, o el gas irritante y asfixiante mostaza. Francia y Gran Bretaña también lo fabricaron. El gas nervioso tabún, que provoca muerte por asfixia, fue descubierto por dos investigadores de la empresa alemana IG Farben, madre de la Bayer actual. Otras hijas fueron Agfa, Basf, Hoechst o Pelikan (suministró la tinta para tatuar a los prisioneros). Luego vinieron el DDT, el lindano, el aspartamo, etc...

IG Farben fue la primera empresa alemana con su propio campo de concentración en Auschwitz y fabricó el gas Zyklon B que sirvió para ejecutar a millones de prisioneros. Por ello, sus 24 directivos fueron juzgados en Nuremberg, con el resultado de 13 condenas de entre uno y ocho años de prisión. Con el fin de no asumir las responsabilidades derivadas de la guerra y el exterminio, IG Farben fue dividida en las empresas antes citadas. Aquellos directivos fueron también líderes de estas firmas, por lo que puede decirse que algunos de los principales responsables de aquel exterminio fueron hombres respetables, además de ricos. ¿Piensan los países aliados occidentales bombardear la sede de Agfa, para fotografía? ¿O la de Pelikan, que ayuda a la infancia en sus trabajos escolares? ¿O tal vez atacar a Alemania? Cuando a la demagogia se le da la vuelta, resulta ridícula. Quizá la verdad esté escondida en una bruma de gas tan tóxico como el «agente naranja» o napalm, un defoliante que contiene dioxina.

Como todo el mundo sabe, este gas fue usado por los EEUU en Vietnam, y creado por empresas tales como Dow Chemical y Monsanto, que han perdido juicios por provocar daños a sus propios soldados y otros pendientes todavía respecto a tres millones de vietnamitas, incluso hoy en día, dos generaciones después. Ambas empresas tienen un historial considerable contra la salud humana. En 1985 EEUU vendió armas químicas a Sadam Hussein para combatir a disidentes y a kurdos. Donald Rumsfeld, ministro de Defensa en 2001, afirmó sin complejos: «Es evidente que para cazar terroristas usamos armas químicas... entre otras...». EEUU tiene hoy más de 3.100 toneladas de armas químicas y Rusia posiblemente hasta cinco veces más. Ambos han dejado pasar el plazo especificado de abril de 2012 para su eliminación.

¿Se van a bombardear a sí mismos? Union Carbide fue la responsable de la tragedia de Bhopal, el 2 de diciembre del 84, con unos 3.500 muertos inmediatos y más de otros 20.000 posteriores, y una sentencia condenatoria ridícula. Union Carbide fue comprada después por Dow Chemical. Armas químicas, aunque legales, son el tabaco, la contaminación industrial o los tubos de escape de nuestros coches, que atentan contra la salud de millones de personas cada año. Según Jean Shaoul, la condena estadounidense de la utilización de armas químicas no se aplica igual. Escribe: «(...) No se recuerda ninguna obligación moral de este tipo con respecto a Israel, país que posee la mayor cantidad de armas químicas, biológicas y nucleares de Oriente Próximo y es el único Estado que no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear».

Francia tiene armas químicas desde la I Guerra Mundial y mantiene en Argelia una planta experimental en contra de todos los acuerdos firmados. El 16 de marzo de 1988, los Mirage made in France lanzaron sobre la ciudad kurda-iraquí de Halabja cohetes llenos de un cóctel de gas sarín, tabún y mostaza: 5.000 muertos. Desde De Gaulle, con su obsesión por la grandeur, lanzando la primera bomba atómica francesa en un Sáhara entonces francés, hasta Hollande, con su aversión o sus intereses en Siria, ha estado a favor de estas armas. El Ejército español desde 1921 al 27 libró una guerra de terror químico contra los insurgentes del Rif, y tampoco se privaron de usarlas los japoneses en China.

Según Eric Toussaint y Daniel Munevar, es totalmente falso que el pago de la deuda, principal obstáculo al desarrollo de los países, sea un tema económico, sino político; la cuestión clave es querer hacer una cosa u otra, salvar a la ciudadanía o salvar a los bancos, y lo que están haciendo nuestros dirigentes, abrumándonos con el veneno de cifras, porcentajes y estadísticas, no estaba dentro de sus programas electorales. Como nos engañan con los gastos militares, los únicos que aumentan en los presupuestos del Estado. El gasto militar en un lastre insoportable para la recuperación económica, y tan solo el 17% de la deuda corresponde a las familias.

Que ahora se utilice el argumento de las armas químicas para atacar a Siria no es más que una excusa para intervenir en la zona, como lo fueron las WTC para ir a Afganistán, las de destrucción masiva para ir a Irak, el autoritarismo de Gadafi para Libia, siempre con el terrorismo como telón de fondo. Los agresores no pueden dar lecciones de ética. Que sean los propios inventores de las armas químicas los que se pongan en la vanguardia contra ellas es una ironía macabra.

Mienten. Esta democracia apesta. Nos asfixia la mentira permanente de nuestros gobernantes y medios de comunicación. Solo nos dejan respirar los aires informativos que ellos pregonan, y son aires muy viciados. Mienten. Cada vez que aspiramos las noticias sin un filtro crítico, nos acercamos más al cáncer de la ideología dominante. Mienten. Y cuanto más repiten una idea, mejor podemos oler un gran engaño a la opinión pública. Mienten. Cobran para eso. Una pena que no les crezca la nariz.

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