Protestar en la calle en Madrid, sobre todo si se hace junto a instalaciones oficiales, puede salir caro. En la Semana de Lucha Social han tomado parte ecologistas, feministas, antimilitaristas, okupas, asociaciones vecinales, ONG, inmigrantes... No se han producido detenciones ni enfrentamientos violentos, pero cerca de 150 personas han sido identificadas por la Policía y no está claro qué va a pasar con ellas. Sin embargo, en algunos medios de comunicación han preferido hablar de «asaltos», y hasta de «kale borroka», al informar sobre la semana. Se referían, sobre todo, al acto organizado, dentro del eje Cultura Libre, «contra el canon y las entidades de gestión que se lucran de él».

Según se puede leer en la completa y cuidada página web www.rompamoselsilencio.net, unas sesenta personas, con máscaras con el rostro del cantante Ramoncín, «un caradura con más cuento que Kalleja», se presentaron en la sede de la Sociedad General de Autores (SGAE). Mientras los manifestantes colgaban pancartas y arrojaban por todas partes fotocopias de billetes de 100 euros, algunos guardias jurados intentaron frustrar la acción. «Luchar, crear cultura popular» gritaban los participantes en medio del caos. Tras unos minutos de tensión, regreso al metro y a la sede de la Semana.

La acción de la SGAE responde a las características de las protestas realizadas en la calle, pero la Semana de Lucha Social también ha hecho un buen hueco a la reflexión, con propuestas más sosegadas como charlas y debates en el cine Bogart, ocupado para la ocasión y, a partir de hoy mismo, otra vez vacío.

Rompamos el Silencio, «ente» que organiza la Semana, es «un espacio de encuentro de colectivos sociales de muy variada índole». Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, participó en la rueda de prensa, ofrecida en plena calle, que sirvió para presentar la Semana. Para él, acontecimientos como éste recuerdan «que sigue habiendo lugar para la contestación». El profesor trató de definir las causas que la hacen necesaria: porque apenas existen «iniciativas que permiten desvelar lo que tenemos delante pero que no vemos»; porque se trata de una actividad que nace «desde abajo» y con «una clara conciencia de problemas sociales que afectan a todos», y por tratarse de «una semana de lucha social no violenta».

Sara Nieto, de Madres contra la Droga, aplaudió durante la rueda de prensa la juventud de los participantes y otro histórico del movimiento vecinal en Madrid, el párroco de Entrevías Enrique de Castro, dibujó una trayectoria de esta iniciativa, recordando los motivos que llevaron a crearla en 1998: «El lema inicial era Rompamos el Silencio, basta ya de tanto mamoneo». El objetivo, entonces y ahora, es el de «poner en evidencia un poder grosero que nos engaña». Un intento de remar contracorriente, al margen de partidos o de grandes sindicatos, en un mundo «donde se criminaliza a la pobreza y al emigrante».

La Semana de Lucha Social comenzó con la ocupación del cine Bogart, edificio emblemático del centro de Madrid, «para denunciar la dramática situación de la vivienda en la ciudad». La acción hizo que numerosos medios se ocuparan del tema, aunque sus participantes se quejan de que, en ocasiones, omiten el sentido de la misma. No obstante, estiman que este año han logrado más que en ediciones anteriores, cuando prácticamente los medios sólo mencionaban el aspecto policial, vía versión oficial, de las actividades. David, de Rompamos el Silencio, destaca a GARA que este año esos mismos medios han informado sobre acciones como la apostasía masiva o la protesta de la SGAE, lo que estima un avance.

«El objetivo de esta semana es unir a colectivos que durante el resto del año trabajamos en temáticas diferentes y dar voz a problemas que no están reflejados en la agenda de los políticos», explicaron en la presentación. Reivindican su derecho a tomar las calles y no piden permiso para sus acciones. Por ello, sólo informan de sus actividades el día que las realizan.

Futbol y ultraderecha

Al organizar las diversas acciones, tienen muy presente un riesgo muy real en Madrid, el de la actuación de grupos ultraderechistas. Esta vez, coincidió el partido del Mundial España-Francia con algunas actividades de la Semana. Dado que el cine Bogart, que ha acogido gran parte de las actividades, está cerca de las zonas de bares, temían que algún grupo de decepcionados «futboleros» decidiera pasarse por el lugar para dar rienda suelta a su «furia». Pero no pasó nada.

Además, el jueves, tras la presión de algunos medios a la Policía por ser demasiado «condescendiente con los okupas», nota- ron una actitud menos permisiva que les llevó a suspender varias acciones en la calle. A pesar de todo, ya están pensando en la siguiente edición porque dentro de doce meses seguirá siendo necesario «romper el silencio». -