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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-07-02
La novedad llegade Buenos Aires

A las seis y media en punto, los cuatro amigos estaban en el lugar concertado. Gotzon y Mila, encantados por la visita al museo y Huesitos y Josefo, encantadísimos por la visita al ‘Madelón’, el club de moda de Bilbao.

-Qué, ¿ya habéis visitado a la amatxu de Begoña?

-Sí. Hemos subido por las Calzadas de Mallona y hemos bajado luego hasta el Ayuntamiento. Un buen paseo. ¡Hay que ver cómo ha cambiado Bilbao!

Mila y Gotzon intercambiaron una mirada cómplice, pero evitaron cualquier comentario. Las escapadas de Huesitos y Josefo eran conocidas por todos los amigos, pero nadie los juzgaba. Era su propia intimidad.

-Bueno, pues si todos estamos contentos, miel sobre hojuelas. Vuelta a casa, que ya llegamos tarde para el poteo y Xuxú nos va a echar una bronca de miedoŠ

-Bueno, bueno. Con tranquilidad, ¿eh? Tampoco estará solo. Seguro que Simón está más puntual que cuando tiene que decir misa mayor.

-¿Simón? No creo. Ayer comentó que tenía que ir al aeropuerto a recibir a un primo suyo que viene de Argentina.

-¿De vacaciones a Uriondo?

-¡Qué va! Parece que viene a quedarse. A trabajar.

-Es que en Argentina dicen que pintan bastos. Antes íbamos los vascos allí en busca de fortuna y ahora empieza a hacerse el camino a la inversaŠ

-Eso es el puto capitalismo. Argentina es uno de los países con más riquezas naturales de América y los argentinos son más pobres que carracucaŠ

-En eso tienes razón. A ver qué nos cuenta el primo de Simón.

Gotzón aparcó el coche en Kondekale, enfrente mismo del Gureak. Xuxú los vio llegar desde el interior del bar.

-«Kokoloko, saca cuatro claretes, que ya llegan los excursionistas».

Al llegar al mostrador, los cuatro vinos estaban servidos.

-Esto sí que es eficiencia. Llegar a mesa puesta le decía a mi madreŠ

--Esto es paciencia. Llevo un cuarto de hora esperando, aquí, solo.

Kokoloko intervino desde el extremo del mostrador.

-Solo no, ¿eh? Que me has dado una tabarra de cojones. Que si esto no es formalidad, que si nunca llegan a la hora, que si esto, que si lo otroŠ

-No exageres. Si me ha dado tiempo a hacer hasta el crucigrama del periódico.

-Y a ti ¿quién coño te ha dado permiso para hacer el crucigrama? ¡Si lo tenía reservado para hacerlo luego, cuando está la gente cenando!

-Tampoco te pongas farruco, que tú no has completado un crucigrama en tu vida ­terció Huesitos. Si en la escuela suspendías hasta el recreoŠ

Los demás rieron la ocurrencia. Todos menos Kokoloko, claro.

-En la escuela no me fue bien, pero luego he leído mucho y ésa es la mejor universidad: los libros.

-La universidad de los libros diceŠ pero si estás todo el día con esas noveluchas de Marcial Lafuente Estefanía. Venga, vamos a cambiar de «facultad», que se hace tarde.

Junto a la puerta del K.O esperaba Simón en compañía de un chico de no más de treinta años. Mila hizo la primera observación:

-Mira qué buen mozo nos ha traído el curaŠ

-Cuidadín, cuidadín, que esos argentinos son unos zalameros de cuidado. A ver si os va a marear con la palabrería. Seguro que es sicoanalista.

-Como todos.

Simón les presentó:

-Este es Sergio, un primo mío, argentino. Ha venido a trabajar aquí, así que ya tendréis ocasión de conocerle. Vivirá conmigo, en la casa parroquial, hasta que encuentre algo más confortable.

-Y tanto, porque me vas a decir tú qué pinta un chico joven en ese caserón, con todas las beatas del pueblo entrando y saliendoŠ

-Encantada de conocerte, Sergio. Yo soy Mila.

-Mi esposa ­matizó Gotzon.

-Encantado de conocerlos. No más llegué, Simón me indicó los nombres de todos ustedes. Trataré de identificarlos. A ver, ¿vos sos Huesitos?

Luis Mari encarcó las cejas con gesto de sorpresa.

-Ya deben haber puesto mi foto hasta en los folletos de las agencias de viajeŠ

La carcajada fue unánime. Sergio siguió, uno por uno, hasta identificar a todos los miembros de la cuadrilla de Los Mozolos.

-Régio, che. Pero me falta una pebeta, Miren.

-Es mi mujer ­terció Xuxú­, está en casa, pero bajará enseguida.

El característico acento porteño, unido a los términos de la jerga lunfarda provocaron buena parte de las bromas de aquella ronda. Sergio, hijo del hermano mayor de Simón había nacido en Buenos Aires, a escasas tres cuadras de la cancha del Boca. Porteño, pues, de pura cepa.

-¿Ya tienes trabajo aquí?

-Aún no, pero me dijo el tío Simón que contaba con la colaboración de algunos buenos amigos. De la parroquia, ¿sabés?

El sacerdote sabía emplear su influencia sobre algunos feligreses, empresarios, cuando se trataba de echar una mano a los vecinos de Uriondo.

-Allá, en Buenos Aires, trabajé como contable en la Notaría, pero en estos días te dan las aceitunas rápido, ché.

-¿Te dan las aceitunas? ¿Qué es eso?

-Ustedes dicen rescisión, creo

-Despido. Aquí decimos despido.

-La crisis es terrible allá y aitatxo me animó a venir a Uriondo, junto con el tío Simón.

Sergio cayó bien en la cuadrilla. Parecía un chico bien educado y con un excelente sentido del humor. Sólo Huesitos parecía incómodo con el nuevo fichaje. De regreso a casa comentó sus impresiones con Josefo:

-A mí estos argentinos no me inspiran ninguna confianza. Mucho acento, mucha charlabarata pero, al final, son especialistas en vivir del cuento.

-No digas eso, hombre. Parece buen chico y cuenta unos chistes muy graciosos. Y luego tiene ese hablarŠ

-Encima eso. Si casi no se le entiendeŠ A la cuadrilla le llama «la barra brava».

-Y a pagar una ronda le dice «bancar el chupe». Al final aprenderemos a hablar como en los tangos. Ja, ja.

Huesitos murmuró algo, al tiempo que hacía un gesto de desaprobación.

-Venga, no seas cascarrabias. ¿Tomamos una espuela en el Itsasalde?

-Bien, además a esta hora ya se habrá marchado Koldo. A ése sí que le tengo un paqueteŠ

-Cuanto más viejo, más raro. Terminarás enfadado con todos los camareros del pueblo. A ver qué haces entonces.

-Pues saldré de poteo con una bota de vino y beberé en las puertas de los bares. Pero si es que hay cada jeboŠ


 
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