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Gara > Idatzia > Iritzia > zirikazan 2006-07-03
Josebe Egia
Mitad de la población y de la solución (III)

Dejamos pendiente la pasada semana intentar responder a la cuestión de por qué pueden contribuir las mujeres de manera específica a la construcción de la paz después de haber demostrado, creemos que suficientemente, que las mujeres están luchando ac- tivamente por la finalización de los conflictos que se dan a lo largo y ancho del planeta.

No obstante, salvo casos excepcionales, las mujeres siguen siendo excluidas de las conversaciones para la paz y de las mesas donde se toman acuerdos. El argumento que se esgrime para ello es que son las partes contendientes las que han de negociar, y que la presencia de las mujeres no añade nada, ni es necesaria. De hecho, en la práctica, sucede que el protagonismo de las mujeres en las organizaciones civiles y de base, no es fácilmente trasladable a la mesa de negociaciones. Existen resistencias por todas partes y, sin embargo, su presencia supone una «suma de valores» innegable.

Hay que tener en cuenta que la mesa para la resolución de un conflicto no es un acontecimiento puntual, sino un proceso que va a marcar el futuro desarrollo de la vida en el país. El proceso de negociaciones incluye asuntos como: nueva legislación en distintos campos, acuerdos para compartir el poder, para la reconstrucción económica, para la desmovilización y reintegración de las y los combatientes, el estatus de las personas desplazadas, el papel de la sociedad civil... Es cuando pensamos en las negociaciones como un proceso del que depende la estructura social que va a reconstruir la convivencia, cuando se ve la importancia de la participación de las mujeres en él.

Reclamar un sitio para las mujeres en los lugares de decisión sigue siendo importante, aunque hacerlo conduzca de nuevo al debate de por qué las mujeres en cuanto tales habrían de ser consideradas como grupo sustantivo en las negociaciones de paz y que pueden aportar. La polémica puede centrarse si consideramos la cuestión de si su situación social les otorga un «privilegio» ­no sólo mental sino vital­ que hace que sus propuestas sean necesarias si se pretende avanzar hacia una cultura de paz

Desde esta óptica, la necesidad de la participación de las mujeres se apoya en uno de los aspectos de las vidas de las mujeres que las configuran como grupo: la opresión o subordinación por el hecho de ser mujeres y la doble visión que esto genera ­las mujeres y, en general, los grupos oprimidos conocen la visión dominante, a la vez que desarrollan una propia­ las convierten en un enorme potencial de cambio, aunque este enfoque se apoye en la parte negativa de las vidas de las mujeres.

No hay que olvidar que, para muchas mujeres, la guerra continúa en tiempo de paz. Los malos tratos por parte de la pareja, los asesinatos son una lacra generalizada, que ahora ya se puede ver por televisión pero que ha estado oculta durante siglos. Las mismas actitudes y valores que subyacen en la violencia contra las mujeres son las que dan lugar al estallido de la violencia de guerra. De esta situación se derivan intereses comunes para las mujeres, del mismo modo que trabajar por sus derechos, por su reconocimiento social y su valoración, contribuye a minar las bases de la violencia.

De todos modos, no se trata sólo de que las mujeres participemos en el proceso de paz, sino, también, de tener en cuenta la cuestión del género en las posibles soluciones al conflicto. Los requisitos para ello son: el pleno respeto de los derechos humanos de las mujeres; la liberación y utilización del potencial creativo de éstas en todos los aspectos de la vida; la coparticipación en el poder y la igual participación en la adopción de decisiones por parte de mujeres y hombres; la reorientación de las políticas sociales y económicas para que las oportunidades sean las mismas y se establezcan modelos nuevos y más equitativos de relaciones entre los géneros, todo lo cual presupone una reforma radical de las estructuras y los procesos sociales.

La capacidad de dirección de las mujeres debe aprovecharse plenamente y en beneficio de toda la sociedad para avanzar hacia una cultura de paz. Su participación históricamente escasa en los gobiernos ha dado lugar a una deformación de los conceptos y a una limitación de los procesos. En ámbitos como la prevención de los conflictos, el fomento del diálogo intercultural y la reparación de la injusticia socioeconómica, las mujeres pueden generar enfoques innovadores y sumamente necesarios para la edificación de una sociedad en paz. -

jegia@gara.net


 
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