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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-07-03
Javier Ramos Sánchez - Jurista
Las razones del interés

El humano es el único ser que tiende a ideologizar sus propios intereses. Gracias al lenguaje. Si algo necesita o le conviene tratará por todos los medios de aportar la idea-tesis que sustente ­y preserve indefinidamente­ su concreta pretensión. Y lo hará siempre tratando de hacer ver que es el interés general ­y no el suyo particular­ quien lo reclama.

El ganadero de reses bravas aduce que tales mamíferos en realidad nacieron para ser llevados al ruedo. Sin corridas, simplemente no habría toros de lidia, nos dice. Y, por supuesto, no sufren. El capitalista no pretende, como se afirma, acu- mular riqueza mediante la apropiación del trabajo asalariado no retribuido. Al contrario, su razón de ser en el sistema de producción es la incesante creación de puestos de trabajo.

El varón ha reclamado una posición dominante con argumentos de toda índole, incluida la valiosa aportación de la religión al respecto, donde el papel del patriarca Abraham solapa cualquier otra consideración sobre la mujer, postergada a su papel de abnegada madre y amante esposa.

Esa misma Ley dialéctica irradia, como puede comprenderse, de un modo inexorable en cualquier otro sentido. El nacionalista español nunca encuentra parangón razonable en el mundo con la situación de Euskal Herria a fin de respetar la decisión democrática de su ciudadanía: o no es colonia, o ya ha decidido lo que tenía que decidir cuantas veces se le ha dicho que decidiera sobre lo único que podía ­le dejaban­ decidir. O, en fin, razones de historia, de lengua, de territorio, las institucionesŠ cualquier idea es buena para mantener a Euskal Herria bajo la bota hispana. Nada que ver con Irlanda, salvo si es para dejar las armas. Ningún atisbo de similitud con Sudáfrica, pero tampoco con el Sáhara o Palestina, porque no son pueblos de Europa. Pero Montenegro, en pleno corazón del viejo continente, tampoco observa el más leve elemento común con la tierra de los vascos. Es más, sueña el nacionalista español con la reintegración de Gibraltar ­anacronismo histórico, nos dice­ por mor de la rapiña del inglés y lo hace desde la atalaya africana conquistada de Perejil, Ceuta, Melilla o Canarias. No importa. Siempre hay argumentos adicionales para mantener dos continentes bajo una misma razón de Estado.

La ley de cobertura ideológica al interés, por su propia configuración, es de aplicación universal. Cualquier actividad humana puede resultar ser al fin un interés digno de toda justificación. De ahí que suene a fingido, valga el caso, el argumento en pro de la evolución de la especie para hacer apología de la alimentación carnívora. Pura antro- polatría. El obrero se excusará de la agresión sexual a la esposa en que él trabaja demasiado y aporta un sueldo a cambio. El burgués, ni siquiera eso. Comprará el silencio de la víctima como lo haría con cualquier otra mercancía. Y algunas mujeres agavillan en el haz de maldades congénitas ­o adquiridas­ del varón la explicación a cualquier frustración o inseguridad, para así desresponsabilizarse. Llegado el caso, bien puede hacerse uso de una orden de alejamiento si opera favorablemente en la adjudicación de bienes derivada de un procedimiento de divorcio, por ejemplo.

Qué interesante la ecologíaŠ mientras no arruine nuestras contaminantes fábricas, que son nuestros puestos de trabajo, el pan de nuestros hijos. Ni un paso atrás en nuestro nivel de vida, que es la resultante, bien lo sabemos, del «nivel» de vida de los otros humanos que viven ahí abajo.

Nunca vivió mejor el esclavo, decía el algodonero sureño en 1861, y en cierto modo no le faltaba razón habida cuenta del papel que le reservaba el industrial norteño en sus fábricas tras la guerra de secesión norteamericana. Unos y otros no defendían otra cosa que sus intereses, eso sí, envueltos en preciosos principios.

Los mismos «principios» que nos conmueven para con el náufrago de la última patera, mientras saboreamos su café a precios por debajo del coste de producción para que, a la postre y por ello mismo, deba surcar las procelosas aguas del Atlántico y recibir nuestro salario de inserción. Pura contradicción. Subvencionamos producciones propias para crear la ruina ajena. Que será, al fin, nuestra propia ruina, subvencionando extranjeros parados.

Somos los humanos un montoncito de pequeños o grandes intereses. Y sobre ellos construimos nuestras ideas y nuestra estancia en la vida. A veces son intereses individuales, otras veces son grupales, de género, gremio, clase o pueblo. El «eje del bien» es el pomposo nombre con que se viste el robo generalizado al «eje del mal». Los «demócratas», para defender sus intereses, no torturan y asesinan. Simplemente contratan a otros para hacerlo. Las fuerzas paramilitares. Miles de personas son torturadas y desaparecidas al año en Colombia, Irak, Sudán y otros países en el mundo, como atestigua entre otros Amnistía Internacional. El Tigris vomita a diario cadáveres de resistentes conver- tidos en terroristas por los auténticos terroristas y que se autotitulan demócratas.

El movimiento feminista se ha transmutado en un lobby de «representación de intereses» en vez de ser una «identidad colectiva» del movimiento de liberación de la mujer. Simple «neocarrerismo» para demostrar al sistema explotador que ellas también (le) sirven. Y el obrero occidental se ha convertido en una máquina compulsiva de consumo, coleccionando «ladrillo» que dejar a sus hijos en paro. Y los hijos, unos polluelos de pico abierto y sin fondo, encadenados a contratos-basura sin otra perspectiva que no sea el coche y las rayitas de fin de semana. ¡Qué bien se vive en las democracias occidentales!

Si no fuera porque algunos tienen el mal gusto de morirse. Otros enferman y los hay que delinquen. Crematorios, psiquiátricos y prisiones; sí, claro, pero ¡ no en mi jardín! El «maltratador-asesino-violaniñas», que no salga jamás de la cárcel ­para eso también hay ONGs­, y pena de muerte no, de momento, porque no es políticamente correcto y, además, es desagradableŠ que si noŠ ¡toda una lección de hipocresía!

Y aun con todas esas contradicciones y por ello mismo, se hace más preciso que nunca construir el socialismo. Esto es, una cultura para las personas y los pueblos, popular y humana. Una política desde la izquierda en interés de la gran mayoría de la humanidad, para acabar con el sistema-mundo imperialista y capitalista, que es la génesis del abuso desmedido y de la injusticia en su manifestación primaria, fuente de todas las demás ­pequeñas­ injusticias. Porque el «neoliberalismo» no es otra cosa que la «razón del interés» del fascismo político y económico del siglo XXI. Y es preciso acabar con ese sistema expoliador por una simple razón: por nuestro propio interés, el interés de la vida en el planeta Tierra, claro está. -


 
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