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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-07-03
El argentinito pisa fuerte

De regreso a casa con la compra recién terminada, Miren se acercó hasta el Itsasalde. Mila le había llamado por teléfono para quedar un momento y tomar un café. Como casi todos los días.

-¿Ya has hecho la compra? Cada día madrugas más, hija.

-Prefiero levantarme un poco antes y así tengo más tiempo libre por la mañana, para dar un paseo, para venir aquí a desayunar contigoŠ

-Pues yo prefiero andar a mi aire. Además, cuando está de vacaciones, Gotzon se las arregla muy bien para cocinar y cuando está trabajando, yo no me complico mucho la vida con la comida. Un filete o una tortilla y listo.

-Bueno, y ¿qué me cuentas del sobrino de Simón? Parece simpático, ¿verdad? Me pareció que le mirabas con cierto interésŠ

-No seas bruja. La verdad es que el chico está como para hacerle un favor, pero si le llevo diez añosŠ

Las cosas no iban bien en el matrimonio de Mila y Gotzon y Miren lo intuía.

-No es que no nos queramos, pero, no sé, igual es que nos hemos aburrido. Y, luego, Gotzon se encierra tanto en sí mismoŠ No sé, chica, no sé qué es lo que nos pasa, pero raro es el día que no discutamos por una pijada y terminemos durmiendo espalda contra espalda.

A través de la cristalera de la cafetería vieron pasar a Simón y su sobrino, Sergio. Se dirigían a la Gestoría Azkar. Miguel Azkarreta, el propietario, era habitual en las misas de Simón y, además, el tesorero de la junta parroquial.

-Seguro que va a pedir trabajo en la gestoría. Dijo que era economista o algo así, ¿verdad?

-Sí, sí. Pero no pensaba en eso. La verdad es que tienes razón. El chico está como para hacerle un favor.

Las dos amigas rieron a un tiempo.

A las doce en punto, Xuxú y Huesitos cruzaron el umbral del K.O. En esta ocasión fue el tabernero, Eusebio, quien imitó a Huesitos.

-Las doce en punto, tuuu, tuuu.

-¿No ves? No tienes ni puta idea. El tu-tu es a las doce y diez, cuando ya hemos tomado el primer pote. Desde luegoŠ tantos años en el bar y no aprendes nada.

-Bueno, dejad de discutir. Y tú, saca dos blanquitos y acércame un pintxo de tortilla.

-¿Pintxo? Ya empezamos con caprichos. A potear se viene almorzado porque luego empieza todo dios que si un pintxo, que si unos calamaresŠ y la ronda se convierte en un desastre.

-¡Cómo has venido hoy, Luis Mari! ¿Has almorzado tigre o qué?

-Tigre no, chuletita de contra, como decía mi madre.

Josefo no tardó el llegar, dentro de los diez minutos que Huesitos concedía con aire generoso para que los amigos se incorporaran al txikiteo.

-Hoy has llegado bien, dentro del control. Ya verás como alguno llega rezagado.

-Pues no sé si vendrá alguien más. Gotzon tenía que hacer unas entregas en la parte de Eibar y ya dijo que llegaría sobre la una y media. Y las chicas se han ido a dar un paseo hasta Santa Ana. Acabo de cruzarme con ellas.

-Ya vendrá SimónŠ

-Ese también dijo que estaría ocupado. Tenía que hacer algunas gestiones con el sobrino. Lo del trabajo, ya sabesŠ

Huesitos no terminaba de digerir al recién llegado:

-Ya veremos si trabaja o no trabaja el argentinito. Esos son especialistas en vivir del cuento y mientras en la casa del cura no le falte la sopa bobaŠ

-Deja al chico en paz, hombre. No sé por qué, se te cruzó nada más llegar y no le vas a dejar respirar. Además, en lo poco que le he tratado, parecía un muchacho encantador.

-Eso, eso. Encantador de serpientes ­sentenció Huesitos-

A las doce y diez, también en punto, fue Huesitos quien hizo la trompetilla:

-Ahora sí. Tuuu tuuuu.

En el camino hacia el Gureak se cruzaron con Simón. Caminaba a grandes zancadas y sudaba. Parecía apurado.

-¿Qué le pasa al clero que ha cambiado el lento pasear por las grandes carreras? ¿Ha pasado algo o qué?

-Nada especial, pero me he entretenido con lo del sobrino y tengo que hacer un par de llamadas al obispado antes de las doce y media. En mi ‘empresa’ también hay burocracia, ¿qué te crees? Dentro de media hora os cogeré.

-Hala, hala, a currelar.

Apoyado en la barra del Gureak estaba Sergio, el argentinito como ya le había bautizado Huesitos.

-Aca llegó la barra brava. ¿Qué desean los amigos?

-Pues ¿qué va a ser? Tres blancos, como siempre.

-Disculpas, pero yo no estuve siempre acá.

Xuxú captó la ironía de Sergio y Huesitos notó la punzada a la altura del hígado.

Era rápido de reflejos el argentinito.

-Y ¿qué? ¿Ya has encontrado trabajo?

-No podía precisarlo aún. Me entrevisté con Miguel Azkarreta, el propietario de la gestoría, pero está a la espera de que un empleado se retire. Parece que pretende el retiro prematuro, pero eso aún se demorara un par de meses.

-¡Ah!, ese es Julián que anda mirando lo de la prejubilación a los sesenta. La verdad es que es un buen trabajo.

-Joder, buen trabajoŠ Pero si viven mejor que los curas, que ya es decir. Cuatro papelitos aquí, dos viajes a la semana, uno a Bilbao y otro a Donosti y a vivir. Eso es un chollo, no un buen trabajo.

-No será para tanto. Conociendo a Azkarreta, que es más agarrado que la Virgen del Puño, no creo que les pague por no hacer nada.

-No digo que no hagan nada, pero reconocerás que es un trabajo cómodo.

-Eso es, exactamente, lo que preciso: un trabajo cómodo. Ya habrá tiempo más adelante, en la vida, para sacrificarse.

-Tú sí que sabes, chaval. Lo del sacrificio es cosa e los curas. En esta puta vida, que son cuatro días, hay que intentar sobrevivir lo mejor posible.

-Yo vine aca a trabajar, no a sacar el título de otarioŠ

-¿Notario? ¿Vas a estudiar para notario?

-No, no dije eso. Dije ‘otario’

-Y eso ¿qué coño es?

-Otario,Š ustedes le dicen ‘tonto’.

-Bueno, pues a ver si aprendes a hablar como hablamos aquí porque, si no, nos vamos a volver todos majaras.

Camino del Itsasalde se les unieron Miren y Mila.

-Llegamos con retraso, pero es que con este día tan bueno nos hemos ido a dar un paseito hasta Santa Ana. Ya perdonareis.

Huesitos se mostró flexible:

-Las chicas tenéis media hora de permiso para llegar dentro del control.

Sergio disfrutó de un saludo particular.

-¿Qué tal la primera noche en Uriondo?

-Régio. Ayer lo disfrute mucho con ustedes y ahora mismo estábamos charleteandoŠ

Con un gesto fugaz, casi imperceptible, el argentinito guiñó dos veces el ojo. La primera en dirección a Miren. La segunda, a Mila. -


 
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