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Entre la perplejidad y la esperanza

Quizás, personas como Francisco tienen grandes limitaciones para integrarse en lo establecido. Poco se consigue si no se toman las medidas adecuadas

Ramon Balenziaga -Miembro del Secretariado Social Diocesano Justicia y Paz

Hace aproximadamente mes y medio murió Francisco Javier Barrena Fernández de «fracaso multiorgánico" en la Residencia Sanitaria de nuestra capital. Murió tras haber sido alertadas la Policía Municipal, SOS Deiak y Gizargi (servicio de urgencias de la Diputación Foral), tal y como relaté en un escrito remitido a la prensa. A pesar de insistir en que moriría, dada la baja temperatura que estaba soportando al dormir en un banco de un jardín de Amara, e insistir, asimismo, en que padecía un trastorno psíquico que le impedía hacerse cargo de su realidad, ninguno de los servicios se personó de inmediato. Sólo a las dos horas aparecieron varios policías municipales, pero al parecer, ante la negativa de Francisco, no lo trasladaron a ningún centro. Trasladado dos días después, por mí mismo, al servicio de Urgencias del Hospital Donostia, falleció a las horas.

Aquel escrito trajo una serie de comentarios, debates y posicionamientos en torno a la cuestión de si los servicios de urgencia deben actuar a pesar de la negativa del afectado, teniendo en cuenta las circunstancias de su trastorno psíquico. Recojo algunos de los más significativos. Así: «Si estamos ante una persona que no está en condiciones de ejercer un acto de libertad, como puede ser un enfermo mental, creo que la intervención está justificada. Incluso en el caso de que existieran dudas sobre su estado habría que actuar, habría que defender la necesidad de que los poderes públicos intervinieran, aun en contra de la voluntad de la persona... Las intervenciones estarían igualmente justificadas en los casos en los que los afectados se hallasen bajo los efectos de una ingesta de alcohol" (Ignacio José Subijana, magistrado). «Una persona que no esté declarada incapaz puede hacer con su vida lo que le venga en gana, mientras no cause daños a terceros. Otra cosa distinta es que desde un punto de vista humano haya personas en esta situación y se les deje en la calle en noches gélidas" (Iñaki Almandoz, abogado). «Los que viven en la calle constituyen un colectivo que no cuida su salud y tiene enfermedades asociadas y un estado de nutrición inadecuado. Eso les convierte en personas susceptibles a las infecciones... Parece que hablamos de un paciente psiquiátrico que no reconoce su proceso y que podía conllevar un problema no sólo para él sino para todo su entorno... Este caso debería suponer en adelante un acicate para que todo el mundo se ponga las pilas y se amplíen así los recursos sociales existentes en el territorio" (Pablo Busca, responsable servicio de urgencias del Hospital Donostia).

Ha habido, así mismo, entre las diversas instituciones concernidas, incluso en el interior de ellas, un intento de depuración de responsabilidades, legítimo, y que es necesario hacer en estos casos. A ello vino la petición de comparecencia hecha a la Sra. diputada para el Empleo, los Derechos Humanos y la Inserción Social, Mari Carmen Marín, en Juntas Generales el día 30-01 por diversos grupos junteros. En dicha comparecencia, Mari Carmen Marín aclaró que el Servicio Foral de Urgencias Sociales Gizargi sólo actúa ante las situaciones de este tipo que se dan en municipios con menos de 20.000 habitantes. Por lo que eludió toda responsabilidad en el caso de Francisco. Afirmaron, también, tanto la Sra. diputada como la procuradora y concejala de Bienestar Social del Ayuntamiento de Donostia, Sra. Chueca, que en casos de riesgo vital el traslado deberá ser acreditado por un facultativo.

Está bien que se depuren las responsabilidades pertinentes, repito, es legítimo y es necesario, pero ¿no tendríamos que hablar también y sobre todo de la gravedad del hecho, a partir del respeto que la dignidad de «toda persona humana" se merece? No basta decir que «en contra de la voluntad del afectado, nunca se actuará" y que «los servicios de urgencia no estaban para drogadictos, ni alcohólicos, ni para personas que vivían en la calle largos periodos de tiempo". ¿Es que los servicios de urgencia están sólo para los que vivimos según lo establecido? ¿Qué queda para los que no viven según lo organizado por las instituciones? ¿No tendríamos que preguntarnos por qué estas personas no utilizan esos servicios? Quizá estas personas, como Francisco, tienen grandes limitaciones para integrarse en lo establecido. Quizá nos encontramos con personas que padecen un trastorno antisocial de personalidad. Poco se conseguirá si no se toman las medidas adecuadas a la situación particular de estas personas.

Habría que empezar por reconocer que hay un colectivo que no es atendido a nivel sanitario ni social, bien por la dificultad que tienen de acceder a los servicios sociales instituidos, bien porque en Gipuzkoa no existe un servicio itinerante de atención a personas con trastornos o patologías síquicas. Digo en Gipuzkoa, pues he sabido que en Bilbo algo de esto se ha empezado a hacer, y en otras comunidades, como por ejemplo en Madrid, hay un servicio ambulante de este tipo: Unidad Móvil de Asistencia Psiquiátrica.

Y en todo caso, si se diera una mejor colaboración entre Salud, Diputación y ayuntamientos, se podrían solucionar situaciones como éstas, de una clara y manifiesta falta de humanidad. Cambiaría radicalmente la situación.

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