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La tierra se hunde bajo los pies de los vecinos de las Islas de la Magdalena

Los habitantes de las islas de la magdalena, situadas junto a terranova, se enfrentan a un sombrío panorama, amenazados cada invierno por la progresiva ausencia del hielo que protegía sus islas de tormentas y olas. El calentamiento está abriendo grietas más profundas cada año. El agua se congela y descongela tantas veces que la expansión y contracción pulveriza las rocas.

 

Horas después de que los principales científicos mundiales en clima presentasen el pasado viernes un informe en el que califican el calentamiento global como «inequívoco», Jean Claude LaPierre miraba con preocupación las aguas que rodean las Islas de la Magdalena, en el Golfo de San Lorenzo. En medio de una intensa nevada, LaPierre -un sexagenario pescador y cazador de focas local, recorría los puntos de esta costa más afectados por la erosión.

«El año pasado era totalmente distinto» señala en un lugar llamado Cabo Grande en el que se puede observar una profunda grieta llena de las aguas del golfo y que se adentra hacia el interior. Según LaPierre, este año la grieta es mucho mayor y gran parte del cabo ha desaparecido por la erosión. La costa de las Islas de la Magdalena está repleta de grietas similares que cada año se agrandan, para temor de las 13.000 personas que viven aquí.

 

Cada año falta hielo

A diferencia de centenares de islas en el Pacífico, o en otras partes del mundo, el mayor peligro del calentamiento global para las Islas de la Magdalena no es la prevista elevación de las aguas sino la falta de hielo en invierno.

«En los últimos 15 años las condiciones han cambiado. Ya no tenemos la protección del hielo en las zonas costeras de las islas y en el invierno las tormentas y las olas están comiéndose nuestro territorio» explicó Joel Arseneau, alcalde de Cap-aux-Meules, el municipio al que pertenecen la gran mayoría de los habitantes de las islas.

En enero y los primeros días de febrero, las temperaturas en las islas fluctuaban por encima y debajo de 0 grados centígrados cuando lo habitual deberían ser temperaturas constantes por debajo de los 10 grados bajo cero.

En abril, Arseneau recibirá el informe final sobre el impacto del cambio de las condiciones climáticas en sus islas.

Robert Saint-Onge, director de estudios de focas de estas islas, no sabe si los cambios que está observando en las islas son consecuencia del cambio climático «o de El Niño». Pero lo que St. Onge sí sabe es que «año tras año la capa de hielo tarda más en formarse. Este año acaba de empezar y aunque es mejor que el año pasado es muy tarde comparado con los registros históricos».

«Los informes preliminares señalan que la desaparición del hielo es consecuencia del cambio climático. No sólo las tormentas y las olas están dañando nuestras islas. También el cambio de las temperaturas» dice Arseneau. En los últimos años las temperaturas han sido más moderadas en el invierno. Eso hace que el agua se congele y descongele multitud de veces durante el invierno. Con cada cambio de estado, la expansión y contracción del agua contribuye a pulverizar las rocas y masas de arcilla roja que conforman estas islas.

Según Helena Tivemark, una especialista en medio ambiente sueca que está estudiando en estas islas la gestión de las pesquerías, «hace 15 años, la media de territorio perdido por la erosión del agua era de entre 7 y 8 centímetros cada año. El año pasado fue de entre 43 y 50 centímetros».

Tivemark añade otro grado de complejidad al problema de las repercusiones del cambio climático y su relación con la situación social. La temperatura del mar también está cambiando, con graves consecuencias para la pesca de la langosta. Los crustáceos se están desplazando a aguas más frías, alejadas de las zonas de captura tradicionales lo que se traduce en mayores costes para los pescadores», dice Tivemark.

Sin hielo a la vista, con la tierra desapareciendo bajo sus pies cada año y con pesquerías y focas desplazándose al norte, LaPierre no tiene reparo en reconocer su estado de ánimo. «Estoy asustado», dice LaPierre.

Mientras tanto, grandes emisores de gases, como Brasil, reconocen que «no pueden huir de sus responsabilidades». Así lo reconoció el ministro de Exteriores, Celso Amorim, que anunció la intención de su Gobierno de crear un cargo de embajador especial para luchar con un papel más activo contra el cambio climático. «Si mantenenos una posición pasiva, la Amazonia será otra víctima», aseguró.

Julio César RIVAS

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