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Diez años de un 10 de febrero que conmocionó a euskal herria y «comprimió nuestra tragedia"

Se han cumplido diez años de un día que pasó a la historia en letras negras. El país despertó conmovido por el fallecimiento en prisión de Joxe Mari Aranzamendi y se vería sacudido por dos atentados mortales de ETA y la muerte del mahaikide Eugenio Aranburu.

Ramón SOLA

El editorial de ``Egin'' del 11 de febrero de 1997 lo resumiría a la perfección: «El día de ayer fue tremendo y desgarrador. Un día contundente que perdurará en la memoria colectiva de Euskal Herria y el Estado español (...) Aquilatar y ponderar con precisión y rigor la situación que se deduce tras el día de ayer es tarea harto difícil, pues se hace sobre cadáveres y el dolor lo invade todo. En un solo día, en una sola y horrible jornada, se comprimió de modo contundente ante los ojos de la sociedad la terrible tragedia en la que vivimos. Ayer se condensaron en unas horas las tragedias que se difuminan en un año de violencia política». Sobre esta convicción, el editorialista instaba a, «hoy mejor que mañana, dejar de lado la teoría y la práctica del macabro empate infinito. Nadie quiere que se repita un 10-F. Ni que ocurra en un año lo que ocurrió ayer en un solo día».

Al amanecer de aquel martes, en la agenda de los medios y los partidos se acumulaban ya varios dramas: el más cercano, el hallazgo dos días antes, ahorcado en una celda de Alcalá-Meco, del cadáver del preso de Elorrio Joxe Mari Aranzamendi. Las extrañas circunstancias del caso habían aumentado la polvareda política y provocado una explosión de protestas, con un importante saldo de sabotajes, cargas y heridos. Se aventuraba además que en ese día se incrementarían las detenciones y encarcelamientos de miembros de la Mesa Nacional de HB por difundir la Alternativa Democrática. Y tanto el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara como el empresario Cosme Delclaux estaban secuestradoss en manos de ETA. Pero todavía habían de acumularse muchas más noticias dramáticas en las siguientes horas.

Granada, Mallabia, Madrid

A las 7.15, un coche-bomba colocado por ETA estallaba al paso de un vehículo que transportaba a personal de la base aérea de Armilla, en Granada. El impacto de los 50 kilos de amosal provocó la muerte de Domingo Puente Marín, el peluquero de la instalación militar española. La acción sorprendió reunidos en La Moncloa a José María Aznar, recién llegado a La Moncloa, y José Antonio Ardanza, que encaraba la recta final de su etapa como lehendakari. Se habían reunido para valorar el pacto de investidura PNV-PP, pero salieron haciendo llamamientos a reforzar otro pacto, el de Ajuria Enea.

A las 13.05, la izquierda abertzale se teñiríá de luto. Eugenio Aranburu, Txo, uno de los miembros de la Mesa Nacional a quienes esperaba la cárcel, aparecía ahorcado en el camarote del caserío familiar de Mallabia. La persecución policial y judicial había acabado con las ganas de vivir de un militante a quien sus allegados recordaban ese mismo día por todo lo contrario: «Era vital, terriblemente vital», explicaba en ``Egin'' su compañera, Ana Larrondo. En la página siguiente quedaban como testamento a Euskal Herria las palabras de su última entrevista para una revista local: «Hay que continuar la lucha en la calle para que el Estado no avance en la vía represiva. Animo, a pelear y hasta pronto». Mallabia nombraría a Aranburu hijo predilecto días después.

A las 14.15, los informativos volvieron a interrumpirse bruscamente. La noticia llegaba ahora desde Madrid. Un juez del Tribunal Supremo, Rafael Martínez Emperador, acababa de morir por un disparo en la nuca al salir de su domicilio. El atentado de ETA convulsionó el mundo de la judicatura. La misma organización había matado poco antes al ex presidente del Constitucional Francisco Tomás y Valiente y había herido con un paquete-bomba al presidente de lo Penal de la Audiencia Nacional, José Antonio Jiménez Alfaro. Incluso el Rey español, a quien los diarios mostraban junto a Martínez Emperador en un acto oficial, salió esta vez a la palestra para condenar la acción.

La sucesión de dramas no cambió la agenda de las FSE, que ese día detuvieron a varios mahaikides. El PNV instaba a «frenar la espiral», pero el 10-F dejaría aún una larga estela. El 11-F, ETA mataba en Tolosa, en plenos carnavales, al empresario Patxi Arratibel. El 12-F, ``Egin'' titulaba que «la oleada de sabotajes supera todas las cotas». Y el 15-F, la Ertzaintza disparaba fuego real contra una multitud en Bilbo.

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