«Los esclavos olvidados" comienzan a desvelar algunos de sus secretos
El equipo de arqueólgos que a finales del año pasado viajó al Océano Indico para buscar restos de L'Utile, embarcación de Baiona que naufragó en 1761, y, sobre todo, de los sesenta esclavos que transportaba, abandonados a su suerte en el islote de Tromelin, ha hecho público el informe preliminar sobre los resultados de la expedición. Además de localizar bajo el mar restos del naufragio, ha hallado en tierra numerosos testimonios de una auténtica tragedia de robinsones.
Martin ANSO y Ainize BUTRON | BAIONA
Tromelin, un islote desértico del Océano Indico, situado a 600 kiómetros de Madagascar y casi otros tantos de Reunión, fue el escenario de una tragedia cuyo acto final se desató la noche del 31 de julio de 1761, cuando, por causas desconocidas, la embarcación baionesa de tres palos L'Utile, que llevaba 60 esclavos de contrabando en sus bodegas, naufragó. La tripulación -consituida en ese momento por unos 120 hombres, muchos de ellos vascos- pudo ganar Mauricio en una embarcación de fortuna, pero los esclavos quedaron abandonados en aquel pedazo de tierra, identificado entonces en las cartas de navegación con el significativo nombre de Ile de Sable, y es que allí práctamente sólo había arena. Por no haber, no había ni vegetación capaz de dar sombra. Las promesas que les hicieron a los esclavos de que regresarían para rescatarlos nunca se cumplieron. Quince años después, el capitán Tromelin llegó al islote, al que acabaría dando nombre, al mando de la corbeta Dauphine. Sólo encontró con vida a ocho supervivientes: siete mujeres y un niño de ocho meses.
Los hallazgos
Casi 250 años después, el proyecto de investigación «L'Utile, los esclavos olvidados», dirigido por el GRAN (Groupe de Recherche en Archéologie Naval) y apadrinado por la UNESCO dentro del programa «La Ruta del Esclavo», pretende escribir un epílogo para aquella tragedia. Se trata de reunir la mayor cantidad posible de testimonios materiales de la historia y, a través de ellos, reconstruir cómo sobrevivieron aquellos robinsones durante quince años en un islote prácticamente desértico, que se ve con mucha frecuencia sacudido por ciclones y, a veces, incluso queda sumergido bajo las aguas, pues apenas alcanza los seis metros de altura en la cota más alta.
En un intento de empezar a desentrañar los secretos de cómo sobrevivieron «los esclavos olvidados» de Tromelin, diez arqueólogos viajaron al islote entre octubre y noviembre del año pasado e hicieron unos hallazgos que se han dado a conocer tanto a través de la página web del GRAN (archeonavale.org/tromelin/) como de una rueda de prensa celebrada recientemente en París.
Bajo el agua, tras unas 150 horas de inmersión, han encontrado lo que queda del naufragio: anclas, artillería, lastre y numerosos objetos procedentes del barco, incluidos fragmentos de la campana. En tierra, han localizado el hábitat que tuvieron que acondicionar los esclavos y, aunque deteriorado por la construcción de una moderna estación de Météo France (Tromelin, por sus características, es un lugar particularmente idóneo para estudiar el cambio climático), allí han hallado restos de un horno, de muros y diversos objetos, entre ellos, media docena de cuencos de cuero una y otra vez remendados. Estos cuencos son objetos extremadamente raros, destacan los arqueólogos, porque apenas existen en los museos útiles de este tipo que den testimonio de la cultura material de los esclavos.
Otros hallazgos permiten aventurar a los especialistas que la base de la alimentación de aquellos robinsones estuvo constituida por tortugas y aves marinas, así como que, a pesar de los ciclones y los aumentos del nivel del mar que anegaban la isla, fueron capaces de mantener un fuego permanentemente encendido. Un fuego alimentado sobre todo con madera procedente de la propia embarcación protagonista del naufragio, pues la vegetación que crece en Tromelin es mínima.
Marc Guérout, del GRAN, ha destacado que los muros de lo que debieron ser las viviendas de los esclavos están construidos con mucho esmero a base de bloques de coral. Datos como éste, afirma, avalan el convencimiento de que no fueron personas que se rindieron ante el infortunio, sino personas que, «con orden y método», trataron de sobrevivir.
Jean-Paul Demoule, del Institut National de Recherche Archéologige Preéventive (INRAP), organismo que participa en la investigación, ha llamado la atención sobre el hecho de que aquellas personas, que probablemente hasta entonces apenas se conocían y que procedían del altiplano de Madagascar, donde la altitud media es de 1.200 metros, tuvieron que adaptarse a un ambiente marino tremendamente hostil, lo que les obligó a recrear, casi partiendo de la nada, una cultura material e incluso espiritual.
A aclarar esta última cuestión, la de la cultura espiritual de «los esclavos olvidados», hubiese contribuido mucho el hallazgo de tumbas. Pero éstas, a pesar de las prospecciones y en contra de lo inicialmente esperado por los arqueólogos, no han aparecido. Marc Guérout cree que tienen muchas posibilidades de encontrarlas en una segunda expedición. Esta, en todo caso, no se producirá, por razones logísticas, antes de 2008. Será una expedición más ligera, centrada en los restos de tierra.
Mientras, los promotores de la investigación estudiarán en el laboratorio más en profundidad los objetos hallados en Tromelin (varios cientos) y, simultáneamente, tienen previsto desarrollar todo un programa de difusión y sensibilización, que incluye realizar una película, una exposición y, quizá, incluso un museo en Reunión.
«La Ruta del Esclavo»
La expedición en pos de las huellas de L'Utile, bautizada «Los esclavos olvidados», cuenta con el patrocinio de la UNESCO, dentro de su programa «La Ruta del Esclavo». «La Ruta del Esclavo» es el fruto de una propuesta de Haití y países africanos que la Conferencia General de la UNESCO hizo suya en 1993. Tiene el triple objetivo de contribuir, especialmente a través de trabajos científicos, a «romper el silencio» que existe en torno a la trata de esclavos; a arrojar luz «de manera objetiva» sobre sus consecuencias y las interacciones entre los pueblos de Europa, Africa y América implicados, y, en última instancia, a facilitar la instauración de una cultura de tolerancia y coexistencia pacífica.