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Como dijo Romanones: «Jo, qué tropa"

Martin Garitano

Periodista

A pesar de todo lo visto, no hemos asistido aún al último capítulo del conocido como «Caso De Juana», pero con lo visto hasta la fecha, confío en contar con el material suficiente para evaluar la calidad del régimen jurídico que unos padecemos y otros disfrutan.

La última decisión judicial en relación al preso político donostiarra, a falta de que se analice el recurso y se produzca el posterior fallo del Tribunal Constitucional, ha determinado que los dos artículos periodísticos publicados en estas mismas páginas son merecedores de tres años de cárcel.

La grave condena que se le ha impuesto -tres años de presidio no es moco de pavo, aunque ya nos hayamos acostumbrado al disparate- no ha contado sin embargo con la anuencia de todos los jueces que han examinado el caso. Y eso es grave. Repasemos.

El fiscal, Jesús Alonso, pidió 96 años de cárcel por los escritos en cuestión y el juez Grande Marlasca decidió mantener a De Juana en la cárcel ante tamaña demanda.

Luego fue el siguiente fiscal, Fernando Burgos, quien entendió que el ciudadano vasco podía ser castigado a trece años de cárcel o a cuatro, según les diera a los jueces. La alternativa, la verdad sea dicha, causa perplejidad, pero así son las cosas de la democracia a la española, y así se las recuento.

Pasaron sólo unas semanas hasta que tres jueces de la Audiencia Nacional decidieron condenarlo a doce años y siete meses de encierro, aunque de entre ellos hubiera uno que pensara que, simplemente, había que absolverle.

Luego vinieron los rumores sobre la posibilidad de la llamada «prisión atenuada» y el Pleno de la Audiencia Nacional decidió que nones, aunque los tres jueces que lo condenaron pidieran lo contrario.

Al final el asunto llegó al Tribunal Supremo y ahí terminó, al menos por el momento, el despropósito: Iñaki De Juana Chaos ha sido condenado a tres años por decisión de diez jueces; otro quiso que se le empurara con cinco; otro magistrado, por su parte, a nueve; y dos han entendido que el preso no ha cometido delito alguno.

No lo digo yo. Lo dijo Romanones: «Jo qué tropa».

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