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Mirada al pasado y presente de un ex «niño soldado" de la milicia Mai Mai

Destin Maliyamungu tenía 14 años cuando la milicia Mai Mai le secuestró junto a varios amigos en localidad donde vivía en la República Democrática del Congo. Pasó dos años en el bosque como escolta de un comandante. Ahora, está aprendiendo el oficio de mecánico.

Ainara LERTXUNDI |

 

Destin Maliyamungu estaba jugando al fútbol junto a varios amigos cuando milicianos del grupo Mai Mai llegaron a la aldea donde estaban y se los llevaron en contra de su voluntad. Tenía 14 años. En los siguientes dos años ejerció principalmente las funciones de escolta del comandante del grupo. «Lo tenía que seguir adonde fuera», recordó a GARA.

El martes en Gasteiz y ayer en Donostia, relató su experiencia como «niño soldado» en la República Democrática del Congo. En esa tarea de divulgación y denuncia de esta cruda realidad le ayudó Nicole Nuyts, directora del proyecto de Desmovilización y Reinserción de Niños Soldado en Uvira. Ambos llegaron a Euskal Herria de la mano de Alboan, Amnistía Internacional y Save the Children, intregrantes de la Coalición Española para Acabar con la Utilización de Niños y Niñas Soldado.

A partir de su reclutamiento forzoso, el bosque se convirtió en su hogar y su vida fue la de un militar. «El comandante nos dijo que no regresaríamos a nuestras casas. Nos dijo qué teníamos que hacer y cómo nos debíamos de comportar. Aunque en el grupo había muchos más menores como yo, no había diferencias entre niños y adultos. Todos éramos militares», manifestó. El uso de drogas era frecuente. «Nos daban una especie de medicamentos que nos provocaban dolores de cabeza», señaló. Sentada a su lado, Nuyts certificó que, habitualmente, «antes de combatir les daban una sustancia para inhalar o les hacían fumar alguna planta para que no fueran conscientes de que estaban luchando».

Preguntado sobre qué episodios le causaron mayor impacto, Maliyamungu resaltó aquellos en los que el comandante le obligaba a pegar a un compañero. «Si no lo hacía, decía que sería a mí a quien iban a golpear». Antes de entrar a formar parte de Mai Mai, ya había visto armas cerca suyo pero sin tener un contacto directo con ellas.

Cuando por primera vez tuvo una kalashnikov entre manos, «lo primero» en que pensó fue «en mi familia. Mi padre ya había muerto para entonces, y mi madre se había quedado sola con mis cinco hermanos. Lo primero que se me vino a la mente fue mi familia», subrayó.

Una noche, Maliyamungu logró huir junto a tres amigos. Los cuatro -un quinto falleció en uno de los combates- fueron secuestrados mientras jugaban al fútbol. A través de una ONG local entró en contacto con el Servicio Jesuita a Refugiados donde está en la actualidad aprendiendo el oficio de mecánico.

En su caso, el reencuentro con su familia tras dos años de ausencia no fue en absoluto difícil ni traumático. Esto, por desgracia, no suele ser una tónica general ya que, en ocasiones, los ex «niños soldado» son rechazados por su comunidad.

A este respecto, Nuyts destacó que la recuperación de este joven congolés es «un ejemplo fácil porque es un niño estable, hay otros con muchos problemas que tienen pesadillas y les cuesta más reintegrarse, pero cada niño es un caso».

Pese a lo vivido, Maliyamungu prefiere mirar al futuro. Su deseo, tener un taller propio de mecánica con el que también pueda ayudar a otros niños. Antes de despedirse, reclamó una mayor información y presión para acabar con esta práctica.

En esa línea, Nuyts exigió que «realmente se cumplan todos los protocolos firmados» y que «se encarcelen a todos los comandantes responsables de reclutar a menores porque se conocen sus nombres».

Un centro para reintegrar a más de 200 menores
En enero de 2006, el Servicio Jesuita a Refugiados puso en marcha un programa integral para lograr la desmovilización y reinserción de más de 200 «niños soldado" en dos años. El primer paso es intentar convencer a los señores de la guerra de que liberen a estos menores. Una vez conseguido, el niño es alojado, alimentado y analiza su experiencia en un grupo armado y la vida en sociedad. Recibe apoyo sicológico y escolar. Por último, se realiza un seguimiento de su reinserción. Esta es una de las fases más importantes por el riesgo de reclutamiento, que se ve agravado por la pobreza de las familias y el incentivo de la pequeña cantidad mensual que recibían como militares. A. L.
DAtos sobre la rdc
La RDC (República Democrática del Congo) tiene 53 millones de habitantes y el 80% de la población sobrevive con menos de 0,2 dólares al día. Además, 16 millones de personas sufren de malnutrición.

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