«Paris, je t'aime": dieciocho formas de entender el amor
Dieciocho cineastas han asumido el reto de escenificar dieciocho historias de amor en la siempre idealizada escenografía de París. El resultado de este variado ejercicio cinematográfico que transforma al espectador en viajero lleva por título «Paris, je t'aime".
Koldo LANDALUZE | DONOSTIA
Con permiso de Nueva York, París siempre ha sido considerado el epicentro cinéfilo por excelencia. Reinventada constantemente por infinidad de autores que han visto en su cambiante escenografía el oportuno telón de fondo para todas las historias del mundo, la llamada Ciudad de la Luz se convierte, finalmente, en la protagonista central de una ingeniosa propuesta cinematográfica titulada «Paris, je t'aime».
Tomando como punto de partida dieciocho rincones parisinos, los productores Claudie Ossard y Emmanuel Benbihy propusieron a dieciocho cineastas que desarrollaran otras tantas historias que tuvieran un único motor argumental: el amor. Olivier Assayas, Fréderic Auburtin, Gérard Depardieu, Gurinder Chadha, Sylvain Chomet, los hermanos Joel y Ethan Coen, Isabel Coixet, Wes Craven, Alfonso Cuarón, Christopher Doyle, Richard LaGravenese, Vincenzo Natali, Alexander Payne, Bruno Podalydés, Walteer Salles, Daniela Thomas, Oliver Schmitz, Nobuhiro Suwa, Tom Tykwer y Gus Van Sant asumieron el reto y plasmaron en la gran pantalla dieciocho formas diferentes de entender el amor escenificado en lugares tan reconocibles como Montmartre, Pigalle, Montparnasse, el barrio de la Madeleine, las Tullerías, el cementerio de Père-Lachaise o la mismísima torre Eiffel.
Los filmes compuestos por episodios alternan siempre lo bueno y lo malo. Afortunadamente, y dada la duración de cada uno de los cortometrajes que componen este plural paseo parisino, el espectador olvida rápidamente los malos recuerdos que siempre surgen en cualquier viaje y concentra su interés en las pequeñas joyas que se cuelan a lo largo de un recorrido que rezuma romance y cine. Tal es el caso de ese fragmento de reminiscencias cassavetianas que comparten Gena Rowlands y Ben Gazzara (pura dinamita dialéctica guionizada por la propia Rowland) y que Fréderic Auburtin y Gérard Depardieu han escenificado en el Barrio Latino; el plano secuencia atrapado por Alfonso Cuarón en el boulevard del Parque Monceau, donde tropezamos con un inusualmente tierno Nick Nolte; la relación vampírica filmada por Vincenzo Natali y que comparten Elijah Wood y Olga Kurylenko a orillas del Sena; las vivencias de una inmigrante (Catalina Sandino Moreno) en un lujoso piso del Distrito 16 y filmado con emoción por Walter Salles; la desarmante sencillez con la que Gurinder Chadha refleja las siempre complejas relaciones interraciales; o, finalmente, el surrealista romance de mimos (porque ¿quién no odia a los mimos?) propuesto por Sylvain Chomet y que nace a la sombra de una torre Eiffel surgida del imaginario del hada urbana Amelie Poulain.
Pero, de entre toda la caleidoscópica colección de postales, merece la pena destacar el episodio filmado en la estación de metro de las Tullerías por los hermanos Coen y en el cual Steve Buscemi se reconvierte en una especie de moderno Buster Keaton mientras alimenta su propia leyenda negra: la del tipo que siempre sale vapuleado de las peleas ajenas y que, en esta ocasión, ejercerá de sparring para una extraña pareja de amantes que lo envolverá en un ménage à trois tan desconcertante como divertido. Si el viajero ocasional quiere seguir participando en este atípico recorrido por la ciudad eternamente iluminada, tropezará en la recta final con una pequeña joya cinematográfica rodada por un Alexander Payne que vuelve a demostrar su reconocido talento en un episodio («Montparnasse») cuyo visionado ya justifica por sí solo el conjunto "Paris, je t'aime". Tomando como referencia el viaje fugaz que una cartera norteamericana -Margo Martindale- realiza a su idealizado París, el autor de «Entre copas» desarrolla un divertido y, a la vez, tierno fragmento de vida y poesía en el cual concentra las emociones que despierta en el viajero la sensación mágica nacida de una pausa y en un escenario nunca antes visitado.
Tomando como punto de partida dieciocho rincones parisinos, otros tantos cineastas han desarrollado historias que tienen como único motor argumental el mismo tema: el amor.
Plasman en formato corto su forma de entender el amor, escenificado en lugares tan reconocibles como Montmartre, Pigalle, Montparnasse, el barrio de la Madeleine o la mismísima torre Eiffel.
Productor: Claudie Ossard, Emmanuel Benbihy.
Director: Olivier Assayas, Fréderic Auburtin y Gérard Depardieu, Gurinder Chadha, Sylvain Chomet, Joel y Ethan Coen, Isabel Coixet, Wes Craven, Alfonso Cuarón, Christopher Doyle, Richard LaGravenese, Vincenzo Natali, Alexander Payne, Bruno Podalydés, Walter Salles y Daniela Thomas, Oliver Schmitz, Nobuhiro Suwa, Tom Tykwer y Gus Van Sant.
Duración: 120 minutos.
País: Liechtenstein, Suiza, Alemania y Estado francés.
Género: Drama romántico.
El cementerio de Père-Lachaise es uno de los más conocidos del mundo. Este fascinante rincón de culto que ocupa diecisiete hectáreas se ha convertido en punto de encuentro para infinidad de mitómanos, que recorren laberínticas avenidas de lápidas y monumentos habitados por los restos de personajes tan ilustres como Marcel Proust, Simone Signoret, Gertrud Stein, Balzac, Oscar Wilde, Maria Callas, Edith Piaf o Jim Morrison. El cine no podía permanecer ajeno a este espacio fantástico y, en «Forever», Heddy Honeman hizo un excelente trabajo documental en el cual atrapaba con su cámara las emociones que despierta entre los visitantes que limpian, cubren de flores o reflexionan ante las tumbas. «Paris, je t'aime» nos brinda la oportunidad de colarnos en este cementerio en compañía de Wes Craven («Scream»). El prestigioso cineasta estadounidense abandona el género de terror para llevar a cabo una historia de rupturas sentimentales, aderezada con toques de comedia negra, y en la cual los actores Emily Mortimer y Rufus Sewell analizan sus diferencias emocionales mientras pasean por Père-Lachaise. De improvisto, su discusión contará con un mediador inusual: el fantasma del mismísimo Oscar Wilde.
K. L.