Formas
Raimundo Fitero
La política italiana es siempre una especie de tarantela cantada a veces en coro desafinado o en ocasiones con voz grave de un solitario acompañado por unas turbias sombras que le apoyan. Intentar entenderla es una tarea de creyentes en las fuerzas paranormales o especialistas en las tragedias prerromanas. Ahora Romano Prodi ha presentado la dimisión porque ha perdido una votación en el Senado. Es un gesto que en estas latitudes no se entiende. En las monar- quías hereditarias no se comprende que alguien deje el poder por una tontería tan nimia como es no contar con el apoyo de todos los grupos políticos que te apoyan para mantenerte en el Gobierno.
O sea, que así de lejos, Italia es una quimera. Y tienen unos personajes políticos que son la misma historia de la infamia, la traición y la manipulación. Si se fijan en las fotos de los protagonistas actuales de esta crisis, parece que estemos en los años ochenta. O antes. Fantasías napolitanas. Formas principescas, acciones crueles. En Italia conviven todos los gobiernos no electos que gobiernan o lo intentan en medio mundo. Allí está el Vaticano y allí están los pueblos míticos donde creció ese Estado paralelo que con- trola varios sectores productivos de medio mundo. Y Berlusconi y sus gracias, desgracias, abusos y rebuznos. Por cierto, ¿vieron en los programas de zapping a Sánchez-Dragó con orejas de burro presentando su noticiario nocturno? Un magnífico autorretrato.
Comparado con lo que sucede en los parlamentos vasco, navarro, español o asturiano, Italia es un modelo. La otra tarde, los noticiarios nos pasaron momentos de la intervención del nuevo ministro español de Justicia, y se convirtió en noticia porque en vez de ponerse genuflexo frente al tono macarrilla de Zaplana le contestó con contundencia: «Usted puede darme alguna lección de ladrillo, pero no le admito ninguna de leyes». Esta contestación de manual se convierte en noticia. La chulería de las fuerzas de la oscuridad aznarista se debe combatir con educación pero sin dejarse doblegar, porque siempre parten de la mentira y la confusión. No son solamente las formas, hay que combatir el fondo, con nuevas formas.