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Otra masacre del Ejército estadounidense contra civiles afganos en menos de 24 horas

El Ejército estadounidense está haciendo pagar a los civiles afganos la situación cada vez más precaria de las tropas extranjeras en el país asiático. Horas después de que los soldados respondieran a un ataque suicida disparando a diestro y siniestro y matando a 16 personas, un bombardeo estadounidense de represalia por un ataque previo con morteros contra una de sus bases se saldó con la muerte de nueve miembros de una misma familia, entre ellos varios bebés.

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Nueve civiles afganos, varios de ellos menores, murieron el domingo en un bombardeo ocupante cerca de Kabul escasas horas después de que soldados estadounidenses reaccionaran ante un atentado suicida disparando a diestro y siniestro contra civiles, dejando un saldo provisional de 16 muertos.

El Ejército estadounidense, que tiene bajo su mando la ocupación de esta región central de Afganistán, confirmó el lanzamiento de dos bombas de 900 kilos cada una «contra una presunta posición enemiga» en la provincia de Kapisa, 70 kilómetros al nordeste de Kabul.

El vicegobernador de la provincia, Sayed Daud Hashimi, informó de que nueve personas, todas de una misma familia, murieron en el bombardeo de una casa situada en el distrito de Nijrab.

El distrito de Nijrab se halla cerca del valle de Tagab, un bastión del señor de la guerra Gulbuddin Hekmatyar. Este líder islamista, que encabeza la forma- ción política más importante de Afganistán, Hizb-u-Islam, criticó duramente la campaña estadounidense que acabó en 2001 con la retirada talibán y se alió a estos últimos para luchar contra la ocupación.

Fuentes locales informaron de que los nueve muertos eran de la misma familia. Gulam Nabi, miembro de la familia, mostró a un periodista el objetivo atacado, una gran casa de adobe en un recinto de unos cinco edificios totalmente destruida. Entre los muertos se incluyen los padres de Nabi, su hermana, su sobrino y cuatro niños pequeños de entre seis meses y cinco años de edad. Cuatro generaciones de la misma familia.

El Ejército estadounidese justificó el bombardeo por un previo ataque de mortero contra su base, tesis que fue confirmada por testimonios locales.

«Las fuerzas de la coalición observaron a dos hombres con AK-47 abandonando la escena del ataque con el cohete y entrando en el recinto», explicó un portavoz estadounidense, el teniente coronel David Accetta, justificando así la nueva masacre. En línea con sus comunicados autoexculpatorios, el militar aseguró que «estos hombres pusieron en peligro con conocimiento retirándose a una zona poblada mientras dirigían ataques contra las fuerzas de la coalición» liderada por EEUU.

Censura a la prensa

Similar fue la justificación esgrimida por el Pentágono la víspera ante los 16 cadáveres de civiles afganos tiroteados por sus soldados en su huida tras un ataque suicida contra un convoy en la provincia oriental afgana de Jalalabad.

Fuentes estadounidenses insistían ayer en que se trató de un «ataque claramente planeado y orquestado, que incluía fuego enemigo contra el convoy y una manifestación planeada de antemano».

Esta tesis se contradice con el hecho de que los soldados estadounidenses requisaron a los periodistas fotografías y vídeos que mostraba, entre otros, un vehículo ametrallado.

Los casos de «gatillo fácil» van a más a medida que aumentan los ataques de la resistencia y hasta ahora eran más frecuentes en el sur, feudo de la guerrilla talibán. 31 civiles murieron en un bombardeo en Kandahar a finales de octubre. Pero, a medida que se extiende la rebelión, estos ataques a civiles se extienden por todo el país.

mujeres

La ONU instó al Gobierno títere de Kabul a poner fin a la impunidad en la violencia contra las mujeres. «Una de cada tres mujeres afganas ha sufrido palizas o abusos sexuales», denunció la oficina local de la ONU.

MÁS OPIO

La oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen alerta de que el cultivo del opio en Afganistán podría aumentar este año, pese a la producción récord de adormidera registrada en 2006 y estimada en 1.65.000 hectáreas.

La OTAN arma a jóvenes inexpertos para luchar contra los talibán

Tras 80 horas de instrucción, jóvenes afganos, algunos apenas salidos de la adolescencia, son recompensados con un fusil, un uniforme y un certificado que les reconoce como Policía Auxiliar para ser inmediatamente enviados sin experiencia alguna al frente y luchar contra la resistencia afgana.

«No tenemos miedo», asegura Gulbuddin, joven de 20 años que forma parte de los reclutas formados por las fuerzas extranjeras en la provincia de Zabul, en el sur, bastión de la guerrilla talibán.

Es uno más de una promoción de 3.400 nuevos «soldados». En total, 11.200 policías auxiliares reforzarán el contingente afganos de 60.000 policías regulares, acusados frecuentemente de corrupción.

Un diplomático europeo reconoce que se trata de una medida desesperada que, a la postre, podría enterrar definitivamente el programa oficial de desarme de cientos de milicias en todo el país.

Más aún, la lealtad de esta nueva Policía no es segura. Menos en un país en el que las estructuras clánicas persisten con fuerza. Policías especiales fueron desplegados en Musa Qala, capital de distrito de la provincia de Helmand, cuando cayó en manos de la guerrilla talibán.

Los instructores no saben realmente quiénes son los nuevos reclutas y desconocen si han cumplido los 18 años preceptivos. Se han conocido casos de infiltración talibán.

Pero el Gobierno de Kabul prefiere arriesgar. La provincia de Zabul cuenta actualmente con un escaso medio millar de policías. Policías especiales GARA

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