"Queremos abrir paso a una nueva generación libre de viloencia"
Ainara LERTXUNDI | DONOSTIA
«Queremos hacer entender a quienes asesinan, maltratan o violan a las mujeres que no estamos dispuestas a seguir permitiendo estas arbitrariedades», resalta Marisela Ortiz, una de las fundadoras de la asociación Nuestras Hijas de Regreso a Casa. En esta entrevista concedida a GARA, analiza el feminicidio de Ciudad Juárez y denuncia la falta de voluntad de las autoridades para resolver estos crímenes. Esta labor de denuncia y de búsqueda de la verdad les ha puesto en el punto de mira. No han sido pocas las amenazas recibidas. Pese a todo, expresa su deteminación a seguir trabajando, porque la única manera de acabar con esta dramática espiral es «abrir paso a una nueva generación libre de violencia».
Fue profesora de Lilia Alejandra García Andrade, muerta en 2001 con tan sólo 17 años. ¿Qué circunstancias rodearon su muerte y cómo la vivió?
Lo viví fatal, fue un golpe fatal. Cuando vives en Ciudad Juárez, no te das cuenta de que puedes estar cercana a esa tragedia, la ves como algo muy remoto que no te va a suceder. Su cuerpo fue hallado justo una semana después de su desaparición, el 14 de febrero de 2001. Tenía huellas de intensa de tortura. Su caso es muy representantivo de lo que sucede en Ciudad Juárez; una chica secuestrada por desconocidos, torturada, violada por varias personas, estrangulada y arrojada a un lugar donde seguramente será encontrada porque dejan los cuerpos semi ocultos. Con el secuestro de Lilia Alejandra iniciamos una protesta pública que, lamentablemente, no sirvió para encontrarla con vida pero unió a un grupo de familias bajo la misma causa.
Este trágico suceso le llevó junto a Norma Andrade, madre de Lilia Alejandra, a fundar Nuestras Hijas de Regreso a Casa.
Nos empujaron las circunstancias. Nunca pensamos que tendríamos que organizar ese incipiente movimiento. Con nues- tras protestas, que fueron una cuestión de necesidad, queríamos encontrarla con vida y, una vez que apareció su cuerpo, que se detuviera al autor. Empezamos a recibir llamadas de familiares de mujeres desaparecidas y así surgió la idea de juntarnos en defensa de nuestros derechos. Poco a poco, le fuimos dando forma a la organización, hasta el punto de que, dos años después, nos vimos casi obligadas a registrarla para poder operar mejor.
¿Qué apoyos han recibido?
Al principio, era una labor voluntaria que se movía en el terreno de la solidaridad. Consistía en la difusión de la situación y en organizar actos en fechas representativas. Tenemos un proyecto jurídico en el que contamos con dos abogados que vienen desde Ciudad México, recorren 2.000 kilómetros. En Ciudad Juaréz no podemos contratar a abogados, ya han asesinado a dos. Además, los de aquí, por lo general, están a favor del Gobierno. Muchas veces, les presionan, les cierran espacios o, incluso, les pagan para modificar las cosas. Estos dos abogados trabajan con nosotros de manera voluntaria desde hace cinco años, pero teníamos necesidad de obtener recursos porque no podían seguir asumiendo el elevado coste del viaje en avión hasta Ciudad Juárez y estar aquí una semana.
En el ámbito social, desde el verano pasado estamos trabajando con los hijos de las mujeres asesinadas o desaparecidas. Un organismo suizo nos ha aprobado este proyecto y de esa forma hemos logrado obtener los recursos para equipar el lugar donde desarrollamos la terapia ocupacional y comprar un camión para transportar a los niños. Hemos estado pintado murales en museos de la ciduad y en algunas paredes donde estos niños plasman sus ideas y sacan a luz sus emociones.
¿En qué situación sico-emocional quedan esos niños tras perder a sus madres de una manera tan brutal?
Toda esta situación ha generado una desintegración total en la familia. Todos los niños, sean hijos, hermanos o sobrinos, han pasado por crisis muy severas. Se convierten en niños agresivos y, si bien, no saben exactamente lo que ocurrió, desarrollan complejos, principalmente, porque son motivo de burla por parte de sus compañeros de escuela, sobre todo, porque su mama apareció desnuda en los periódicos y, a veces, se sienten culpables por el asesinato de su familiar. Les echan de una escuela a otra; otros están sin escolarizar; en algunos casos, la madre era el único sustento económico y ahorita tienen problemas de nutrición y de salud; otros, incluso, han muerto por desatención médica o han sido asesinados por andar en la calle. Requieren de un tratamiento urgente y de mucha atención. Hemos contactado con algunos alcaldes de la Comunidad de Madrid. Uno de ellos se ofreció a dar acogida a estos niños en verano y a hacer un tratamiento sobre el duelo y los problemas que presentan. Ahorita, el problema es que no tenemos fondos para trasladar a esos niños. Estamos intentado crear un fondo de ayuda para posibilitar a estos jóvenes becas que les permitan seguir estudiando y para que, en el futuro, no representen un problema para la comunidad. Trabajamos los derechos humanos, la construcción de género y otros temas con el fin de que impulsen una cultura diferente, donde haya respeto entre hombres y mujeres y sean promotores de estos derechos.
Aunque han obtenido apoyos también han sido objeto de amenazas e insultos.
La primera dificultad la hemos encontrado con la autoridad. No piensas que aquellos que deben proteger la vida de las mujeres y salvaguardar nuestra integridad como ciudadanas sean quienes te amenacen para que te calles porque forman parte de un Gobierno corrupto y quizás son cómplices de estos criminales. Hemos tenido problemas muy graves; nos vigilan, nos han puesto pistolas, ha habido intentos de secuestro, nos han amenazado con secuestrar y violar a nuestras hijas. Por ello, intentamos aislarlas y sacarlas de esta ciudad. Tu vida cambia radicalmente. Aunque te garanticen que no va a suceder nada, ya no te sientes segura dondequiera que estés y piensas que te están siguiendo. Todo, absolutamente todo, lo ves amenazante. Ello limita el pleno desarrollo de nuestras actividades. La autoridad ha dicho públicamente que nosotras somos quienes «estamos denigrando» a la comunidad y que no debíamos haber salido fuera del país a hablar del tema.
Precisamente, una de sus demandas es que se ponga fin a las «difamaciones y calumnias denigrantes» a las víctimas, a las que han llegado a culpar de su muerte por vestir una falda corta o un escote. ¿Qué es lo más insultante que ha oído?
Todo es insultante. Fíjate, desde el primer momento en que se encuentra un cuerpo y sin que todavía lo hayan identificado, dicen que era prostituta y que había provocado al asesino. Aún resulta más insultante que lo publiquen en los medios y que las madres tengan que oír cosas como «ella se lo buscó, llevaba la falda corta». Cuando van a denunciar su desparición, les intentan engañar con versiones no acordes a la realidad; les dicen que sus hijas están vivas, que están huyendo y no quieren saber nada de la familia. Si la víctima es una niña, como no pueden culparla de ejercer la prostitución, acusan a la madre de vender a su hija. En uno de los casos en los que mataron a una niña de seis años, amenazaron a la madre con decir que la entregaba a hombres a cambio de dinero si seguía hablando. En un par de ocasiones, han hallado dos cuerpos con el pantalón por debajo de las rodillas, la blusa por encima de los senos y con huellas visibles de violencia en rostro y cuerpo, y las autoridades han declarado que era muerte natural. Una gran mentira. Pedimos que se hable con la verdad y se diga públicamente que las víctimas jámás fueron responsables de su asesinato.
Denuncian impunidad y la falta de voluntad del Gobierno y las autoridades para acabar con estas muertes. ¿Qué se esconde detrás? ¿qué hay en juego?
Lo que se esconde es una gran complicidad y que los grupos de hombres que asesinan a mujeres en Ciudad Juárez son mafias, que también tienen prácticas ilegales como el narcotráfico, el mayor negocio que existe en esta frontera. Las autoridades mexicanas son cómplices de esta actividad. No es una afirmación hecha a la ligera. Basta con revisar las noticias. Cada lunes y martes, aparecen policías involucrados en el narcotráfico y acusaciones contra muy altos cargos que, curiosamente, siempre escapan a la Justicia y nunca pagan por sus crímenes. Estos grupos ostentan tanto poder que son capaces de comprar hasta los cargos políticos y fortalecer así la enorme red de complicidades.
Hablan incluso de la fabricación de culpables y de torturas para lograr autoinculpaciones.
En muchas de las familias hay una doble victimización. Por un lado, le han asesinado a una hija y, por otro, culpan a cualquier hombre de la familia. Con el afán de responder a la presión internacional, les hacen confesar a base de torturas un crimen que no cometieron. Organismos de derechos humanos han realizado diagnósticos puntuales y han planteado recomendaciones que se incumplen. Sólo se simula un cierto cumplimiento y, en este contexto, se sitúa la creación de chivos expiatorios.
Todas estas muertes y desapariciones han traido consigo la descomposición del tejido social y la proliferación de la violencia. ¿Cómo se puede escapar de esta dramática espiral?
La única manera es continuar con la lucha, fortalecer la red de solidaridad que hemos ido tejiendo e impulsar una cultura diferente, erradicando la violencia contra la mujer y el machismo que nos ha aplastado históricamente. Disponemos de un equipo radiofónico para poder operar un programa comunitario desde el cual fomentar estos nuevos valores. Lamentablemente, no podemos echarlo a andar porque nos han denegado el permiso federal.
Queremos hacer entender a quienes asesinan, maltratan o violan a las mujeres que no estamos dispuestas a seguir permitiendo estas arbitrariedades. Queremos que esto quede tan claro que provoque la reacción de países extranjeros, sobre todo, la de aquellos que dan apoyo económico a México para que se lo limiten o condicionen en tanto en cuanto no se resuelva el problema de los derechos humanos y este feminicidio, que nos ha transformado en una sociedad temerosa, en la que tenemos que escondernos para salvaguardar nuestras vidas. Queremos abrir paso a una nueva generación libre de violencia y salvar a esta comunidad.
«No podemos saber con exactitud cuántas mujeres han muerto o desaparecido porque nadie se ha preocupado por hacer un registro oficial y puntual de cada uno de estos crímenes. Es muy difícil saberlo cuando un Estado intenta ocultar o minizar los hechos. Las cifras son otro reflejo de la desatención por parte de las autoridades», subraya Ortiz.
A.L.