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Gemma Calvet Abogada catalana

Poder y paz en femenino

Como bien decía Virginia Wolf, al responder a la pregunta de un hombre culto a una mujer sobre cuál sería en su opinión la manera de evitar la guerra, ello consiste en hallar nuevas palabras y crear nuevos métodos. En nuestra sociedad, la dimensión belicista como epicentro de las relaciones del poder político o de las lógicas de muchas luchas reactivas, vienen marcadas por la historia, la antropología y la cultura del dominio del cazador y el soldado. La ausencia de las mujeres en el ejercicio del poder le ha privado de lo femenino, de la visión de lo complejo, de la alteridad, de la mirada compasiva, de la tenacidad de lo imaginativo, de la expresión emocional y de la sensibilidad por sí misma, y de la reivindicación de la palabra explícita como medio esencial de crear intercambio entre personas y grupos.

El poder, en sus expresiones organizativas o administrativas, ha sido y es en gran medida masculino. Bourdieu, en su tratado sobre la dominación masculina, establece que el largo camino para el cambio y la superación de patrones patriarcales no será posible si no se cambian las estructuras de las instituciones impregnadas de lenguaje y gestos de esa forma caduca de poder. La descripción de los conflictos también se resuelve con esta visión masculinizada, resalta la profesora de Derecho de la Universidad de Derry, Christine Bell.

La lucha de las mujeres por conseguir igualdad de derechos y asumir responsabilidades ha comportado que en muchos lugares donde persisten conflictos violentos se hayan organizado para tomar la palabra. También porque las mujeres en gran medida conocen en primera línea el dolor y el sufrimiento que causan las guerras y las violencias. En Colombia, Guatemala, Irlanda, Sri Lanka, Balcanes se han impulsado iniciativas transversales y comités de género, cuyo eco ha tenido expresión en las movilizaciones de mujeres y en la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU que impulsa la participación de las mujeres en las negociaciones de paz.

Tras esta lucha de una nueva manera de gestión y resolución de los conflictos que incorpore a las mujeres y a lo femenino existen muchas mujeres que, casi siempre en lo no visible, asumen retos de paz con intuición, tenacidad y altos costes personales. Una característica común a muchas mujeres comprometidas en esta labor es que anteponen interés general a particular, o, lo que es lo mismo, sentido transversal a tacticismo partidista. En esta lógica, las mujeres están construyendo nuevos valores para el poder, nuevos métodos como propuesta para gobernar. Sus métodos desarman y promueven una propuesta de esperanza creíble para la paz a la que hombres y mujeres responden.

Un ejemplo de esta obtención de credibilidad en el País Vasco ha sido la que ha logrado la iniciativa de Ahotsak y la resonancia fuerte, sólida y nueva en Cataluña, o en otros espacios del Estado. Todavía hay quien no lo quiere ver, pero este movimiento transversal, que ha crecido en apoyos y compromisos, es una fuerza social importante porque ha aportado las palabras necesarias para superar la violencia y nuevos valores y métodos políticos.

Su trabajo en ponerse de acuerdo, con dificultades y sufrimiento, por la deslegitimación de las violencias y el respeto a todos los derechos, también el de decidir, forma parte de una dimensión valiosa y referente en el proceso de paz. Este es un espacio de paz para el pueblo vasco, construido en femenino, que como bien decía hace poco una de sus protagonistas iniciales, la socialista Gema Zabaleta, ya no tiene marcha atrás.

El acto celebrado en el Euskalduna fue expresión clara de este apoyo social, un reconocimiento de la necesidad de este movimiento y de la propuesta que implica, en valores y en formas de hacer la política y de construir. Prueba de ello son los premios y convocatorias que están recibiendo a lo largo de estos últimos meses en distintos lugares del Estado. El emocionante acto de las rosas blancas de la Unión de Actores, a pocos metros de donde se celebraba el juicio del sumario 18/98, situó la contradicción entre métodos viejos y obsoletos, y nuevos escenarios reales y posibles.

Sin embargo, hay que hacer frente al auténtico reto, situado en los planos del poder en ejercicio oficial, en los partidos, en los gobiernos vasco y español, en los órganos de decisión... que deben mirar hacia este nuevo espacio en femenino y a esta propuesta de un nuevo paradigma.

Como dicen las palabras de la poeta vasca Angela Figuera, las mujeres «ya no podemos acunar la débil carne del hijo en un regazo tibio de raso y plumas: Hay que sostenerla con fuertes manos, apoyarla adrede en el inquieto suelo, preparando con firme decisión su andar futuro. Hay que afianzar rotundos rompeolas en este mar de trombas y huracanes».

Las nuevas formas de masculinidad y los espacios en femenino de poder traerán olas con nuevos valores de convivencia y respeto mutuo, a ideas, a personas y a derechos.

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