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Raimundo FITERO

Coll

Era de Cuenca y decía que se apellidaba Coll, pero era un magnífico jugador de billar, un pianista resultón y un humorista con personalidad propia. A José Luis Coll, en la televisión le hizo famoso su pareja con Tip. Fueron en los estertores del franquismo y en la transición una válvula de escape, un humor con retranca, algunos le llaman surrealismo, pero quizás fuera una suerte de absurdo que hincaba sus raíces en los grandes humoristas que crecieron alrededor de la revista «La Codorniz», aquella que se subtitulaba, «para lectores inteligentes». Desde que se conoció la muerte de Coll se han repetido algunas de sus actuaciones televisivas, con la televisión en blanco y negro o cuando ya se instaló el pal-color. Siempre con Tip, y una de sus frases que se instaló en el uso popular fue: «la semana que viene hablaremos del gobierno» que era la manera en la que acababan sus entregas de un espacio que se tituló durante un largo tiempo, «Dame la manita Pepelú».

La pareja con Sánchez Polack dejó de funcionar como dúo cómico, las diferencias ideológicas entre ambos era abismales, y en la primera Tele 5, Coll presentaba un programa de humor que si bien sentó en su larga mesa a los más diversos humoristas, en su conjunto nunca logró la atención y la calidad de su anteriores actuaciones. José Luis Coll paralelamente fue escribiendo su particular diccionario, en donde daba acepciones a las palabras con bastante aproximación a lo surreal o absurdo. De estos juegos con el idioma fue malviviendo televisivamente en los últimos años. Pero quedaba claro que había perdido fluidez y que la televisión de hoy requiere otro tipo de humor, mucho más chabacano, mucho más basado en la parodia, en donde es difícil solicitar al espectador algo más que una entrega visceral a la burrada expresada de manera grosera.

Los varios dúos que en las últimas décadas han copado los programas de humor, especialmente «Martes y Trece», siempre se mostraron herederos de aquella pareja, que además de la televisión, tenían programas de radio y actuaban en salas de fiesta. Con José Luis Coll desaparece el penúltimo vestigio del humor no paródico, el que ahora impera.

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