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Evolución del «movimiento cívico" dominante Del lazo azul a la camisa azul, del pacifismo al alzamiento nacional

Del lazo azul a la camisa azul, del pacifismo al alzamiento nacional

La resurrección de lazo azul por parte del PP invita a repasar las diferencias de su significado en 1993 y ahora y, al mismo tiempo, a analizar la evolución de las asociaciones que dentro del llamado «movimiento cívico" ocupan en cada momento una posición dominante. El lazo azul surgió contra la izquierda abertzale; en una segunda fase, grupos como ¡Basta ya! combatieron contra todo el nacionalismo vasco; y ahora el Foro Ermua y la AVT llaman a la rebelión contra el Gobierno del PSOE.

Iñaki IRIONDO

El lazo azul comienza a utilizarse en Euskal Herria en 1993 como muestra de exigencia de liberación de Julio Iglesias Zamora, que se encontraba secuestrado por ETA. Su uso fue promovido por la Coordinadora Gesto por la Paz y otros grupos como Bakea Orain, Denon Artean y la Asociación pro Derechos Humanos del País Vasco. Su extensión contó con el apoyo político del Pacto de Ajuria Enea e incluso llegó a ser exhibido diariamente por los presentadores de los informativos de televisión. En algunas instituciones y organismos oficiales se convirtió, casi, en un símbolo de empleo obligado.

El lazo azul ha vuelto a algunas solapas. La dirigente del PP Ana Pastor anunció el lunes su resurrección, porque «simboliza la libertad y no ceder al chantaje de los terroristas» (Aunque Julio Iglesias fue puesto en libertad previo pago del rescate). Luego pasó a hablar de Iñaki de Juana, de la legalización de Batasuna... y no han faltado quienes incluso han mencionado la «entrega» de Nafarroa. La iniciativa del PP ha tenido una rápida acogida e impulso por parte de organismos como el Foro Ermua.

Hoy, grupos como Gesto por la Paz siguen perviviendo, pero han perdido su papel dominante. ¿Cómo y en qué fases se ha producido toda esta metamorfosis de símbolos y grupos?

A mediados de los ochenta comienzan a adquirir notoriedad pública grupos que se presentan como pacifistas, algunos de los cuales provienen de círculos católicos de base y otros son promovidos por afectados por acciones de ETA o de los Comando Autónomos Anticapitalistas, como Denon Artea, impulsada por Cristina Cuesta. Sus primeras acciones públicas consisten en concentraciones silenciosas cuando se producen atentados con víctimas. A finales de la década, algunos de estos grupos de carácter local y otros mayores confluyen en la Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria. Hay también otras agrupaciones como Bakea Orain y la Asociación pro Derechos Humanos del País Vasco.

Estos grupos predicaban una oposición a «la violencia venga de donde venga» pero, sobre todo, a la proveniente de ETA. Eran los tiempos del Pacto de Ajuria Enea, en el que todos los partidos formaban un bloque contra la izquierda abertzale y encontraron en estos grupos -sobre todo en Gesto por la Paz- una vía de movilización. Así ocurrió en el propio caso del secuestro de Julio Iglesias Zamora, como reconoció en su día el entonces líder del PSE, Ramón Jáuregui.

La llegada del PP a la Moncloa supuso el fin del Pacto de Ajuria Enea y, con el tiempo, también del modelo de lucha del Estado contra el independentismo vasco. El secuestro y muerte de Miguel Angel Blanco a manos de ETA y las movilizaciones que se producen esos días, además de la persecución de la izquierda abertzale, siembran también el germen de una estrategia contra el conjunto del nacionalismo vasco. Surge el Foro Ermua, nucleado en torno a un grupo de intelectuales cercanos al PSOE y que todavía tiene un marcado carácter anti-ETA. Pero en 1998 se firma el Acuerdo de Lizarra-Garazi y este tipo de foros deriva en un evidente antinacionalismo vasco.

Aparece en escena ¡Basta ya!, un organismo con pretensiones explícitamente políticas, que convoca manifestaciones en defensa del Estatuto y la Constitución Española. Mario Onaindia explicó que la plataforma venía a llenar el vacío originado por el final del Pacto de Ajuria Enea, por la aparición de una ETA que «ya no quiere negociar, sino expulsar a sus enemigos de Euskadi» y por el desmarque del PNV del Estatuto. Por ello, son necesarias «organizaciones plurales que pongan el acento, más allá de la paz, en la defensa de las libertades, entendiendo por éstas el Estado de Derecho actual». Fernando Savater, referente de ¡Basta ya! durante un tiempo, repite «yo no soy pacifista, soy un ciudadano cabreado». Uno de los efímeros logros de ¡Basta ya! fue unir al PSE de Nicolás Redondo Terreros y al PP de Jaime Mayor Oreja en un mitin en el Kursaal. Era la escenificación de la «gran coalición» para echar al PNV de Ajuria Enea en las autonómicas del 2001. Fracasaron.

Estos grupos, al igual que otros como la Fundación para la Libertad o Ciudadanía y Libertad, estuvieron inicialmente impulsados por sectores del ámbito del PSOE, de IU o de la extinta EE, pero el PP entendió perfectamente su utilidad como ariete antiabertzale y los financió con generosidad. Además, proliferaron también en este tiempo las fundaciones en memoria de alguna víctima de ETA. Todas ellas recibieron numerosos premios e incluso un total de 64 personas fueron condecoradas por Aznar con la medalla de la Orden del Mérito Constitucional.

La dimisión de Nicolás Redondo al frente del PSE y su sustitución por Patxi López y no por Carlos Totorika, alcalde de Ermua, abre un distanciamiento entre este partido y estos grupos. La llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa y la feroz oposición del PP les obliga a decantarse. ¡Basta ya! prácticamente desaparece de escena; Foro Ermua se alía abiertamente con el PP, y la AVT crece como fuerza de choque. Aparecen asociaciones como España y Libertad o la Fundación para la Defensa de la Nación Española, que fue la que convocó las concentraciones del pasado viernes a las que se sumaron los camisas azules de la Falange.

Ya no basta pedir paz, ni manifestarse contra ETA -como se vio tras el 30 de diciembre- y ni siquiera el Tribunal Supremo es intocable. Ahora la consigna es la «rebelión cívica», un alzamiento nacional con amplio despliegue de banderas rojigualdas y el himno español a todo volumen, para tumbar a Zapatero, a quien ya han calificado como «el anticristo», y reponer a la derecha en el palacio del Pardo, perdón, de la Moncloa.

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