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El mono de la teoría de la evolución de darwin no tenía mona, ¿sería viudo o hermafrodita?

Invitada por el Área de la Mujer del Ayuntamiento de Bilbo y en el marco de los actos del 8 de marzo, la «feminóloga" Elena Simón ofreció el miércoles una conferencia cargada de simbolismos y claves para entender el feminismo y el papel de la mujer en el siglo XXI.

Si el XX fue para las mujeres el siglo del voto, el XXI tiene que ser el de la voz. Sólo la combinación de ambos factores favorecerá el punto de inflexión que acerque a las mujeres al estadio del reconocimiento, abandonando para siempre el estado de privación al que han sido sometidas durante siglos.

Éste es el marco teórico en el que desarrolla su trabajo diario Elena Simón, una profesora de instituto licenciada en filología moderna que se considera a sí misma como «feminóloga» y que ha escrito numerosos trabajos con la mujer como tema central. Su discurso, sin abandonar el rigor de las principales líneas de investigación moderna al respecto, surge plagado de ejemplos muy gráficos, que mediante el juego de la paradoja pretende despertar conciencias y desatar nudos fuertemente apretados por décadas y décadas de patriarcalismo totalitario.

«Hace nada menos que 26 siglos, en su obra «La República», Platón se planteaba ya la posibilidad de ofrecer educación a las mujeres. El asunto se resolvía mal -apunta Elena Simón- porque Platón terminaba negando tal posibilidad. «¿Quién se haría cargo de los niños?», se preguntaba el filósofo. ¿A alguna de las presentes le suena todo esto? 26 siglos después, ¿se ha solucionado el asunto?».

Y es que las mujeres han tenido que escuchar serias barbaridades en todo este tiempo. «Que tenemos el cerebro más pequeño, que la naturaleza de las mujeres no hace posible nuestro acceso a la ciencia, que no poseemos capacidad de especulación teórica, que no tenemos espíritu ético... Afortunadamente, hoy en día estas cosas dan risa, pero lo cierto es que, por ejemplo, hemos conocido la teoría de la evolución del hombre con la figura de un mono que no tiene mona; ¿sería hermafrodita, viudo o se reproducía por esporas? Así hemos aprendido las mujeres, cuando hemos tenido la suerte de aprender algo, claro», sentencia.

Los músculos también tienen sexo

El derecho teórico a acceder al conocimiento es hoy una realidad; nadie, ni los más recalcitrantes, puede negar la educación a las mujeres. Pero eso no ocurre en otros ámbitos, y como ejemplo está todo lo que se relaciona con la fuerza y el ejercicio físico. «Antes se pensaba que las mentes tenían sexo y se nos denegaba el conocimiento, y ahora dicen que los músculos también tienen sexo y se nos niega el acceso a muchos ámbitos bajo la excusa del `ellas no pueden'», aseguró.

Para esta feminóloga, «la tesis de que somos ciudadanas de primera tendrá que pasar primero por que aquello que tradicionalmente se ha adjudicado a las mujeres pase a ser patrimonio de la humanidad. Aunque no sé si sería más adecuado, en vez de «patri»monio de la humanidad, hablar de «matri»monio de la humanidad».

Este llamativo juego de palabras sirve a Simón para llevar su discurso hacia otro ámbito importante de la pugna feminista: el lenguaje sexista. «Hemos heredado las palabras derivadas de «padre» con un sentido importantísimo y las derivadas de «madre» con un sentido inexistente». No es una afirmación hueca. El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua registra la palabra «maternal» con la escueta definición de «Relativo a la madre»; mientras que para «paternal» reserva otra más enriquecida: «Propio del afecto, cariño o solicitud de padre».

«Sabemos, queremos, pero no podemos»

Elena Simón sostiene que «las mujeres, en este momento sabemos, queremos, pero no siempre podemos. No es difícil escuchar frases como `Si ya lo tenéis todo, ¿qué más queréis'. Lo que tenemos, que no es todo, lo tenemos sólo de forma nominal, no real».

Añade que «de la privación total hemos pasado a la redistribución de los bienes y derechos entre sexos, pero el camino a recorrer nos debe llevar finalmente al estadio del reconocimiento, en el que tendremos no sólo la igualdad de oportunidades, sino también la igualdad de trato y la igualdad de condiciones».

Y en ese camino, resulta vital que las mujeres tomen primero conciencia individual sobre lo que se juegan, y afronten después un pacto entre ellas, «porque aliarnos entre nosotras es lo más revolucionario que podemos hacer en este momento».

Anjel ORDOÑEZ

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