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Ramón SOLA

Diez años sin conseguir saber quién ni cómo mató a Josu Zabala «BASAJAUN"

Dejaron notas pidiendo información en Itziar, recorrieron las calles de Bilbo tras sus últimos pasos, recurrieron a todos los tribunales, incluido el de Estrasburgo. Pero una década después sus familiares siguen sin saber cómo fueron las últimas horas de Josu Zabala, «Basajaun". «Es muy duro perder a un hijo, pero más duro aún pensar cómo lo mataron", dice María Jesús Salegi, la madre del militante de ETA.

Impotencia es la palabra que puede resumir los diez últimos años en la casa de los Zabala Salegi, el domicilio que Josu dejó atrás para integrarse en ETA. Para su madre, María Jesús, «no hay persona más desamparada que la familia de un militante que pasa por esto». No habla de homenajes ni de reconocimientos ni de dinero, sino de algo mucho más importante. Les falta saber la verdad. El próximo miércoles se cumplirán diez años desde que su cadáver apareció en un monte de Itziar, cuatro días después de desaparecer en Bilbo. La versión oficial zanjó la cuestión hablando de un suicidio imposible. Y desde entonces, los Zabala Salegi han tocado todas las puertas sin conseguir un solo dato nuevo que pueda acercarles a lo ocurrido aquellos días de marzo de 1997.

Nerea Zabala, Jesús Mari Salegi y José Ramón Zabala no dramatizan su situación más de la cuenta, pero el relato de todos sus intentos por acercarse a la verdad resulta tan abrumador como frustrante. Nerea, hermana de Josu, recuerda que a Basajaun se le perdió de vista el domingo en Bilbo, donde se celebraba la fiesta final de Korrika. Ocurrió en unos pocos segundos: «Tenía una cita en el Bar La Tortilla; su compañero le vio doblar la esquina, y desde ahí al bar apenas hay cinco metros. Pero no llegó a la cita». Alguien se lo llevó en esas calles abarrotadas, sin que nadie se percatara.

María Jesús, la madre, narra que «hemos recorrido una y otra vez esos lugares, hemos mirado todo de pe a pa». Incluso dejaron notas en el alto de Itziar en que apareció su cadáver cuatro días más tarde. Y preguntaron por toda la zona, por si alguien vio algo sospechoso, pero nada. Pero no han aparecido hilos de los que tirar hasta desenrredar el ovillo. «Un vecino nos dijo que aquella noche anterior vio tres coches en fila, a las 3.00 de la mañana, hacia Punta Mendata... Se supone que a un baserri va sólo un coche», explica José Ramón, el padre. Pero todo queda ahí, en suposiciones imposibles de probar, en una noria de preguntas que dan vueltas sin parar.

La versión de Atutxa

Lo que sí tienen claro es que Josu Zabala no se suicidó. Y es que las pruebas materiales hacen imposible esa tesis: no se halló sangre en el lugar, tampoco el casquillo, la tierra de sus zapatos no correspondía al lugar, nadie escuchó disparos... Añaden que llevaba dos años fuera de casa, pero quienes estuvieron con él subrayan que «estaba muy animado, muy contento» Pero la versión oficial impuso la tesis del suicidio. Fue Juan María Atutxa, entonces consejero de Interior de Lakua, quien la patentó, con frases como ésta: «La gente se atreve a entrar en ETA, pero no a salir, y antes de atreverse a salir cae en este derrotero tan incomprensible y tan indigerible como el de segarse su propia vida». En Madrid, por contra, apenas hubo declaraciones por parte del Gobierno del PP.

En la casa de los Zabala Salegi planea la convicción de que Atutxa fue pieza clave en que el caso «esté como está, apagado». Y quizás algo más: «En Itziar nos dijeron que los ertzainas habían estado allí después de que se descubriera el cuerpo de Josu y que comentaban entre ellos que ésa era cosa suya. Pero nosotros no lo podemos saber».

Tampoco pueden saber si Basajaun ya estaba controlado antes, pero se sabe que días antes hizo una llamada desde una cabina telefónica de Bilbo y poco después la Ertzaintza acordonó el lugar. «¿Por qué no le detuvieron entonces?», se preguntan. Y entre los miles de dudas que siguen omnipresentes en su cabeza hay otra. Pocos meses después morían a tiros en la calle Amistad de Bilbo Gaizka Gaztelumendi y José Miguel Bustinza; un año más tarde, Ina Zeberio. «Esa era la infraestructura de ETA en Bizkaia, y no quedó casi nadie vivo. Y sabemos que Ina, por ejemplo, había estado con Josu».

Sí tienen la convicción de que murió torturado. Y al recordarlo las miradas se cargan de tristeza. Pero su madre lo explica sin que le tiemble la voz ni un segundo: «Es muy fuerte perder un hijo. Pero es muy fuerte también saber que ha muerto torturado, pensar qué pasaría en esos momentos».

«Seguiremos»

Nerea, María Jesús y José Ramón añaden cómo han recorrido todos los caminos posibles, incluso el de los tribunales europeos, aunque algunos no entendieran para qué. «Sabíamos que la Justicia no nos diría nunca que lo habían matado. Pero queríamos utilizar también esas vías para ponerles en evidencia», explica su hermana, para quien en cualquier caso «lo importante es no quedarte en casa, sino insistir. Aquí seguimos y seguiremos, atentos a lo que pueda salir».

Matizan que ya en el primer momento fueron plenamente conscientes de que al calvario de la muerte de Josu se le sumaría el de una pelea contra un muro. Sobre la mesa se pone el caso de José Miguel Etxeberria Naparra, el de Mikel Zabaltza, el de Xabier Kalparsoro Anuk, o el de Joselu Geresta Ttotto, tan similar al de Basajaun. Todos siguen sin esclarecerse, como el suyo. Otros sólo han visto luz cuando la ley del silencio se ha quebrado por rifirrafes internos. «Desde el principio nos dimos cuenta perfectamente de que entrábamos en esa espiral, pero decidimos que teníamos que hacer todo lo posible por saber la verdad», indican.

María Jesús Salegi ha extraído una conclusión de todo este periplo: «No hay persona más desamparada que un familiar de un militante vasco muerto». Expresa así su incapacidad de llegar a algo tan básico y a la vez tan impenetrable como saber la verdad de su muerte. Nerea va más allá: «Ni siquiera queremos saber quién le mató ni ver su cara. Es más, preferimos no saberlo. Pero sí queremos que se sepa que el Estado estuvo detrás de esa muerte y de otras muchas muertes. Al fin y al cabo, quien lo hizo sería sólo uno de sus esbirros». Y su madre añade que «Josu lo dio todo, ofreció todo el futuro que tenía por delante. Estamos hablando de que un lado está ETA, pero en el otro hay todo un Estado. Un Estado contra un pueblo. Y no es lo mismo uno que otro».

El domingo estarán en el homenaje de Deba; y el martes, en Etxarri-Aranatz. La sonrisa de Josu, como su ansia de conocer la verdad, no se ha apagado un momento en el hogar de los Zabala Salegi en Iruñea, como demuestran las fotos y retratos; en el monte, en el euskaltegi, de juerga... Nerea reconoce, no obstante, que «una parte tuya sí se queda allí para siempre», anclada en aquel día en que recibieron la trágica noticia. Su madre afirmó que en el homenaje realizado entonces que «tenemos las espadas en alto. Y así seguimos», avisan.

OMENEZKO EKITALDIAK ETZI ITZIARREN ETA ASTEARTEAN ETXARRI-ARANATZEN

Hamargarren urteurrena ez da oharkabean pasako, ez eta gutxiagorik ere. Etzi Itziarko Punta Mendatan, gorpua agertu zen tokian, Josu Zabala gogoratuko dute. Herritik abiatuko dira 10.00etan, eta ekitaldian egingo dute bertan 11.30etan, eta herri bazkaria gero Arranon. Bere aitaren jaioterria den Etxarri-Aranatzen, egun berean omenduko dute, 19.00etan frontoian. Baina asteartean ere ekitaldia egingo dute kanposantuan, 19.30etan. Korrika pasatzen da herritik egun horretan, eta lasterketa lagunduko du euskaltzale amorratua eta AEKko irakaslea zen «Basajaun»en itzalak. Raul BOGAJO | A. PRESS

MUCHOS PUNTOS SIN ACLARAR

MUERTE SIN TESTIGOS

El cadáver de Josu Zabala Salegi fue descubierto en Punta Mendata por unos montañeros en la mañana del 27 de marzo de 1997, Jueves Santo. Había desaparecido cuatro días antes junto al Ayuntamiento de Bilbo, al acudir a una cita a la que nunca llegó. El forense situó la muerte en la noche del 26 al 27. Pero ningún vecino oyó disparo alguno. Tenía un tiro en el corazón.

NI ROPA NI TIERRA DEL LUGAR

Junto al cuerpo no había objeto personal alguno, ni tampoco ropa de abrigo (estaba en manga corta). Además, la tierra de sus zapatillas no se correspondía con la de ese lugar de Punta Mendata.

Ni huellas ni bala

En el arma con el que supuestamente se disparó no había siquiera huellas dactilares. Se trataba de una Browning con cachas de plástico que estaba oxidada, lo que según la versión oficial dificultaría que hubiera huellas. Además, nunca se encontró la bala. La juez de Eibar que archivó el caso lo justificó por «el tipo de terreno y la existencia de innumerables piezas metálicas detectadas por los aparatos». ETA aportó otro dato al respecto: la pistola que tenía Zabala era nueva.

POSICIÓN DEL CUERPO

El cadáver de Josu Zabala estaba en posición de decúbito supino (tendido boca arriba), lo que según los expertos alimenta la opción de que fuera trasladado hasta el lugar en el que finalmente apareció.

SIN RASTROS DE SANGRE

En el lugar tampoco aparecieron marcas de sangre ni tejidos humanos ni fibras de ropa. Sí había unas colillas, pero de distinta marca al paquete de tabaco que llevaba en el bolsillo. No tenía las llaves ni la documentación ni el dinero que llevaba en Bilbo cuatro días antes.

¿Por qué en Deba?

La versión del suicidio patentada por Juan María Atutxa no argumenta por qué motivo el joven se habría trasladado desde Bilbo hasta Deba si su objetivo era quitarse la vida.

autopsia sin grabación

El cadáver fue embalsamado tras una primera autopsia que no aclaró nada. Pese a la obligación legal de hacerlo, sólo se grabaron en vídeo los trece primeros minutos. Al parecer, en ese momento se acabó la cinta.

MARCAS EN CABEZA Y MUÑECAS

Las marcas de tono rojo que Zabala tenía en las sienes y las de las muñecas no fueron investigadas. Se desconoce cuál era el motivo. La familia cree que podrían revelar torturas. Y también expuso como hipótesis la opción de que hubiera sufrido un ataque al corazón y de que el disparo tuviera como objetivo precisamente tapar este desenlace.

UNA VERSIÓN OFICIAL SIN DATOS

La tesis del suicidio fue lanzada y defendida casi en exclusiva por el responsable del Departamento de Interior del Gobierno de Lakua, Juan María Atutxa. Pero en ningún momento aportó dato alguno que la avalase, salvo la presencia de restos de pólvora en sus manos.

la convicción de eta

ETA explicó que «cuando fue visto por última vez, Basajaun era un activista lleno de entusiasmo y energía, y su lugar concreto de actuación estaba en Bilbo». Aseguró que «lo que hicieron en esas horas con él sólo lo saben las fuerzas policiales, y entre ellas seguramente Atutxa y sus cipayos, los que mayor empeño han puesto en ocultar los datos».

EL ESTADO

«Ni siquiera queremos saber quién le mató ni ver su cara. Es más, preferimos no saberlo. Pero sí queremos que se sepa que el Estado estuvo detrás».

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