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«No es el artista, sino el hombre el que debe comprometerse con la sociedad»

Antonio Oteiza

Misionero, aventurero, escultor, pintor y escritor

Su apellido le delata. Pero lo que no revelan sus recién cumplidos ochenta años es la vitalidad que se esconde tras este, más que viajero, aventurero, que saca tiempo de su dedicación religiosa y con los más necesitados para esculpir, pintar y escribir. Parte de esa obra, la más reciente, puede verse desde este viernes en la Fundación-Museo Antonio Oteiza en Azkoitia.

Joseba VIVANCO | DONOSTIA

Bere aitaren etxean. En la casa de su padre, en Azkoitia, es el lugar elegido por Antonio Oteiza para que repose parte de su legado artístico. Este donostiarra de nacimiento y nómada de adopción, hace estos días un alto en su camino en la localidad guipuzcoana para dar fe de la Fundación que con su nombre se inaguró el pasado viernes en Kukuherri Aterpetxea. Hoy, recala en Azkotia; mañana, quién sabe. «Si se presenta una urgencia, allá iré. La última vez que fui a América fue porque hubo un terremoto, pidieron colaboración, me ofrecí y allí estuve, en medio de la gente, del luto y del sufrimiento. Y si se presenta otro terremoto, necesitan ayuda y me aceptan, voy», revelan sus palabras ese espíritu de aventura humanitaria. «El ser humano es un extranjero en esta vida», filosofa, «porque para cuatro días que vamos a vivir aquí», añade, quizá irónico, a sus 80 años.

¿El menor de cuántos hermanos?

De siete, el menor.

Se lo pregunto porque leía esta semana una noticia sobre la inauguración de este museo y a renglón seguido de su nombre, como si fuera un apodo, el periodista escribía: «el hermano menor de Jorge Oteiza». ¿Está uno ya acostumbrado a esa coletilla?

Uno se acostumbra. Uno, como no es conocido, cuando aparece el apellido Oteiza siempre alguien pregunta que quién es éste. Así que viene bien una referencia con relación al público para que sepa ubicarme. No está mal. Uno se acostumbra.

Aventurero, también misionero capuchino, además de escultor, pintor, escritor... ¿quién mucho abarca poco aprieta o en su caso 80 años le han dado para todo?

Sí, sí. Pero no son cosas distanciadas, porque todas tienen un principio único de creatividad, de imaginación, de riesgo, de salirse de uno mismo... Todo eso con una especie de pasión religiosa hacia los demás. No es abarcar demasiadas cosas, son todas una.

El que a uno ya le dediquen una Fundación, recojan su obra en un museo, ¿es ya el resumen final de lo que uno ha hecho?

Es sólo una de tantas cosas. Aquí he venido trabajando por ciertas épocas haciendo escultura y como aquí había fundición de bronce, pues pasaba del barro al bronce. Y lo que se presenta aquí, en escultura, es exclusivamente lo que he hecho aquí, en Azkoitia. Por eso, esto no es un resumen, que sería una cosa antológica y esto no es nada antológico. No es el pasado, sino que son cosas que he hecho en los últimos tiempos, aquí.

¿Qué va a encontrar, entonces, el visitante?

Pues, junto a la escultura, también algunos cuadros y, juntamente, hay unos paneles de mis viajes, que es otra faceta que me ha interesado mucho y que he realizado con esfuerzo.

Sus nada convencionales viajes.

Han sido viajes por lugares marginados, sobre los que he escrito. Porque muchas veces hay que arreglar las cosas, pero para denunciarlas y escribirlas hay que verlas. Y de ahí algunos libros míos, diarios, el último sobre los siete meses que me llevó por América del Sur.

Por cierto, ¿viajero o aventurero?

El viaje es una cosa y la aventura es añadir a ese viaje un riesgo. Y a mí esos riesgos no me han asustado y me he metido, precisamente, en muchos riesgos y, quizá, por casualidad, he salido con vida. Porque muchas veces me lo he jugado a una moneda al aire a cara o cruz. Eso es la aventura. Eso sí, si lleva consigo una idea superior de buscar, trasciende ya en categoría espiritual, religiosa... y algo de eso también ha habido.

Es decir, que lo suyo no ha sido ni es la aventura por la simple aventura.

No, no es eso. Yo busco un beneficio para otros. Como también me he preocupado por buscar allá inventos manuales, simples, que sirvan para mejorar la vida de aquéllos que no tienen nada y que se mueren, precisamente, por esa carencia. Por ejemplo, el 45% de la gente bebe agua contaminada en Sudamérica y donde yo he estado era el 100%. Los niños se mueren a montones y es triste verlos con sus tripas hinchadas. Pues purificar ese agua es tan sencillo como utilizar el método del efecto invernadero, hacer evaporar ese agua y al enfriarse, con el oxígeno, ese agua se purifica. Ese invento tan fácil nadie se preocupa de hacerlo, porque los pobres no dan dinero. Y así tengo varios ejemplos.

¿Y cómo refleja usted eso en su obra?

Pues en esta Fundación también está presente esta vertiente. Esta Fundación quiere mirar también hacia afuera, quiere ser un lugar de encuentro de hombres inventivos, aventureros, publicar una colección de libros de aventureros vascos poco conocidos que tuvieron esa visión americanista... Se trata, al final, de salir de cierta materialidad, de cierto consumismo, de cierto paganismo del dinero y poner un poco de oxígeno. Esta Fundación tiene que ser dinámica, creativa, porque si no se puede convertir en una cosa muerta que no sirve de nada. Ésa es la idea.

¿El artista debe estar comprometido con la sociedad que le rodea más que con su obra?

El artista no, es el hombre el que tiene que estar comprometido. El artista, generalmente, está comprometido con cómo vender sus obras, consigo mismo si es famoso y con ganar dinero. Ahora, hacia los demás tiene que tener una vertiente añadida al arte, a su humanidad de artista. Yo también utilizó el arte con esa expresión no sólamente estética, sino también religiosa. Al final, cuando estos elementos del arte y la religión suben de nivel, el mismo lenguaje que se emplea en uno y en otro viene a ser casi idéntico.

¿Y cuándo saca tiempo para su faceta más artística?

Es un tiempo más limitado que ese otro que utilizo para la predicación o el tiempo que paso en los conventos. Son tiempos añadidos que busco por ahí para hacer mis cosas.

¿Y qué le queda por hacer?

Pues hacer las cosas mejor. Escribir mejor, mejores esculturas, hablar mejor, aunque con la edad, muchas veces, en vez de mejorar vamos decayendo. La edad no perdona.

Fundación

«Esta Fundación en Azkoitia tiene que mirar también hacia afuera, quiere ser un lugar de encuentro de hombres inventivos, aventureros, debe ser dinámica»

el futuro

«A mis ochenta años me queda hacer mejor las cosas, escribir mejor, mejores esculturas, hablar mejor, pero con la edad, en vez de mejorar, vamos decayendo»

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