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El proceso está en juego y la izquierda abertzale ha puesto sus cartas sobre la mesa

La cita que había marcado la izquierda abertzale en Ezkerraldea se llevó a cabo por encima de las imposiciones políticas y judiciales que han llegado desde Madrid en los últimos días; incluso llegaron ayer hasta las puertas del BEC, pero no pudieron impedir que esas mismas puertas vieran pasar a miles y miles de ciudadanas y ciudadanos de este país dispuestos a refrendar un compromiso valiente con la «nueva Euskal Herria» que se vislumbró en un acto cargado no sólo de palabras, sino también de imágenes muy significativas de lo que ha sido el pasado más cercano y lo que puede ser el futuro más próximo de este pueblo.

Los portavoces de la izquierda abertzale que tomaron la palabra en Barakaldo centraron su discurso en los contenidos de la propuesta que este sector político ha puesto sobre la mesa para impulsar un proceso que mantenga viva la esperanza en el diálogo político como instrumento para resolver un conflicto que tiene un origen político tan claro como difícil de aparcar. Por eso, instaron al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a no incurrir en el mismo error con el que comenzó a caminar, hace ya treinta años, la denominada «transición española». Sin entrar al fondo de la cuestión, sin desmarcarse de la derecha postfranquista -cada día más retro tanto en su discurso como en sus actuaciones-, no es posible que el PSOE sea un interlocutor serio en una mesa de negociaciones en la que la izquierda abertzale, como está demostrando paso a paso, no va a actuar con ningún tipo de egoísmo, sino con toda la generosidad que el amplio sector social que respalda esta opción política ha venido demostrando en los últimos años. «Treinta años después, lo que está en juego es resolver el conflicto y (lograr) la democracia para los vascos, pero también para el Estado español», como resumió Pernando Barrena.

La coyuntura electoral

Sin duda, el contexto en el que se celebró el acto de ayer está marcado por la coyuntura electoral, pero tampoco hay que olvidar que no era éste el escenario que la izquierda abertzale contemplaba cuando, en marzo del pasado año, se abría un camino que tanto el PSOE como el PNV tendrán que comenzar a desbrozar, codo con codo con la izquierda abertzale, si realmente buscan algo más serio que unos pocos réditos electorales para hoy y un futuro incierto para las próximas generaciones.

Pero este contexto no está marcado por unas siglas ni por malabarismos como los que dice observar -irresponsablemente si lo hace conscientemente, y de forma irresponsable si lo hace sin meditar- el líder del PNV. Al contrario de lo que pudiera pretender sugerir Josu Jon Imaz, el próximo 27 de mayo no están en juego unos escaños más o unas alcaldías menos. Lo que está en juego es mantener «el apartheid político de la vergüenza», que se consumó hace cuatro años con la vulneración del derecho al sufragio universal de la ciudadanía vasca, o comenzar a construir una auténtica democracia en Euskal Herria, en la que sea su población, desde el Aturri hasta el Ebro, la que decida qué marco político quieren levantar. Por eso la izquierda abertzale desea que esas elecciones se produzcan en igualdad de condiciones para todas las opciones políticas, porque está en juego el futuro de este país.

Y quienes hasta hace poco miraban desde Euskal Herria despectivamente hacia un pequeño país de los Balcanes para poner en solfa las aspiraciones de sus propios compatriotas independentistas tienen que reconocer que ese derecho de autodeterminación ya no sólo está llamando a las puertas de la «nueva Europa», sino que se ha colado hasta las instituciones comunitarias. Mientras, Irlanda ha dado un nuevo paso hacia el ejercicio de ese derecho salvando obstáculos que hasta ayer parecían insuperables; la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Lituania o Letonia ya tienen sus propios asientos en Bruselas y Estrasburgo; y Croacia, Montenegro y Kosovo siguen por la misma senda.

Por eso, cuando desde la izquierda abertzale se resalta que el proceso no puede obviar la territorialidad ni la autodeterminación, únicamente se está poniendo en evidencia que es ahí donde están las raíces del conflicto y que es ahí donde se puede cimentar la solución.

La izquierda abertzale ya ha puesto todas sus cartas a la vista, por eso espera que el resto de las partes implicadas hagan lo mismo. Y sería conveniente que, tras las reacciones de rigor, quienes forman parte del problema se presentaran ante la ciudadanía, ante la vasca y ante la española, con propuestas del mismo calado. Lo importante ahora no es saber qué replican a la izquierda abertzale desde La Moncloa o desde Sabin Etxea, sino que tanto el Gobierno español como los dirigentes del PNV pongan blanco sobre negro su disposición a sentarse en una mesa de diálogo con la única condición de que no hay que levantarse de la silla hasta que se haya encontrado una vía real y consensuada para alcanzar una solución democrática para este conflicto.

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