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Los leones de la aspirina ansían repetir el Éxito de la copa de la uefa de 1988

Casi veinte años han pasado desde que el Leverkusen consiguiera el éxito internacional más importante de su trayectoria deportiva. La edición de la Copa de la UEFA de 1988 fue suya en los penaltis tras remontar un difícil 3-0 que le endosó en la ida el Espanyol de Clemente.

El bloque dirigido por Erich Ribbeck a finales de los años ochenta consiguió el logro más importante de la historia del denominado equipo de la aspirina -por el continuado patrocinio de la empresa farmacéutica Bayer- después de igualar un marcador muy desfavorable en la ida y ser más preciso desde el punto fatídico. Aquel correoso grupo superó con fe y garra a un Espanyol que ya se veía campeón, entrenado por Javier Clemente y que contaba entre sus filas con otros vascos, como Valverde, Urkiaga e Iñaki.

Este título y la final de la Champions de 2002, en la que perdió ante el Real Madrid debido a la brillante volea de Zidane, son los principales éxitos del conjunto bávaro en el escenario del viejo continente. Honores que los conocidos popularmente como löwen (leones) o werkself quieren volver a reeditar a la mayor brevedad y, si es posible, esta misma temporada.

Sin embargo, pese a haber alcanzado los cuartos de final, su andadura de esta campaña en la competición menor europea no ha sido precisamente lustrosa. Se vieron obligados a derrotar a domicilio al Sion (1-3) en primera ronda, tras antes haber empatado a cero en el BayArena y, al igual que Osasuna, debieron esperar hasta el último partido de la liguilla para clasificarse, pasando como terceros de grupo con cuatro raquíticos puntos, derrotando in extremis al Besiktas (2-1). Previamente, consiguieron arrancar un empate en el estadio del Brujas, pero cayeron en su visita al Dinamo de Bucarest y en campo alemán ante el Tottenham, al que se podrían volver a enfrentar si superan esta eliminatoria y los londinenses hacen lo propio con el Sevilla.

En dieciseisavos eliminaron a los también ingleses del Blackburn Rovers, a los que ganaron en terreno germano por 3-2, resultado que hicieron valer en la vuelta manteniendo a cero su portería en Ewood Park. Ya en octavos de final le cayó en suerte el Lens, contra el que ya se midieran los rojillos en la liguilla, que les derrotó en la ida por 2-1, pero al que despacharon sin contemplaciones en el BayArena por un contundente 3-0.

Pese a no ser la temible escuadra que deslumbrara al viejo continente con su fútbol vistoso en la temporada 2001-02 -de aquella etapa sólo quedan Schneider, Ramelow, Babic y Butt-, el Leverkusen aglutina a un buen número de jugadores jóvenes, la mayoría de ellos internacionales con sus países. El Bayern Münich echó sus redes en aquella cualitativa plantilla de hace cuatro temporadas -fichó a Ballack, Zé Roberto y Lucio-, lo que provocó la práctica desmantelación de su espina dorsal, de ahí que el cuerpo técnico del Leverkusen se viera obligado a enfrascarse en una ardua tarea de renovación.

El «profeta» Augenthaler

Esa tarea le fue encomendada a Klaus Augenthaler, quien tuvo que coger el testigo del exitoso Klaus Toppmöller. El que fuera uno de los últimos destacados líberos del fútbol moderno mantuvo al equipo bávaro al más alto nivel en la Bundesliga -acabó tercero en la 2003-04-, hasta que protagonizó dos campañas después el peor inicio liguero de los últimos veinte años. La derrota en casa en Copa de la UEFA a manos del CSKA Sofía (0-1) fue la gota que culminó el vaso de la paciencia de los rectores del Leverkusen.

«Es imposible vender a Diego Placente, Robson Ponte, Daniel Bierofka y França, y pensar que nos vamos a clasificar el año que viene para la Champions League», aseguró en su despedida. Pero Augenthaler, tan magnífico defensa como desafortunado profeta, se equivocó. Su sucesor, Michael Skibbe, que llegó en octubre de 2005 y a quien el actual director técnico del club, Rudi Völler, conocía muy bien tras ser su auxiliar en la etapa en la que estuvo al frente de la selección alemana, consiguió insuflar otro ánimo a la plantilla, para acabar finalmente quinto la temporada pasada, sólo superado por el Bayern Münich, Werder Bremen, Hamburgo y Schalke 04.

De su trabajo en el centenario club han surgido nombres de jóvenes valores que comienzan a hacerse un hueco en el combinado estatal germano, como Rolfes, Freier y más recientemente Gonzalo Castro, hijo de padres andaluces. A esa pléyade de nuevos talentos se han unido la incorporación de futbolistas extranjeros, caso del brasileño Juan y el tunecino Haggi -ambos conforman la parte central de la zaga-, amén de hombres con proyección ofensiva y goleadora, como son Barbarez -fichado del Hamburgo- y el ucraniano Voronin, que se incorporará al Liverpool la próxima campaña.

Natxo MATXIN

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