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La tortura al servicio del «apartheid» político

La información aportada por Askatasuna en relación al trato sufrido por los detenidos en la última operación contra ETA sería una noticia que merecería generosas reseñas en todos los medios de comunicación... de haberse producido en Guantánamo y no en los oscuros calabozos de la Guardia Civil.

Si como se desprende de las denuncias que se leen y escuchan contra los centros de detención en que se somete a abusos constantes a las personas, la «lucha contra el terrorismo» no puede amparar la vulneración de los derechos más elementales, habrá que convenir que no puede tolerarse que se sigan aplicando leyes que violan gravemente los derechos de los detenidos vascos. ¿Quienes denuncian lo que pasa en Guantánamo y en las cárceles de Irak renunciarían a su crítica por el mero hecho de que fueran recriminados por «dar argumentos» a la resistencia iraquí o a Al-Qaeda? No hay una sola razón ética que justifique callar ante la tortura. Pero más allá del dilema ético, la tortura no es una casualidad, se planifica y sirve a unos objetivos políticos. Así se deduce del hecho de que, según revela Askatasuna, a un detenido le hayan maltratado infinitamente para arrancarle una declaración que vincule a Batasuna, EHAK y ASB con ETA. ¿Respetarán y aplicarán los partidos vascos una eventual sentencia ilegalizadora basada en ese tipo de «pruebas»?

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