GARA > Idatzia > Editoriala

Una marcha de Irun a Hendaia, un puente como símbolo de un tiempo de transición

La iniciativa de un grupo de ciudadanos permitirá hoy a un amplio espectro de abertzales disfrutar de la convocatoria de Aberri Eguna más unitaria desde la liderada por la asamblea de electos precursora de Udalbiltza en 1999. Todavía es pronto para calibrar si el apoyo recabado por el acto que unirá las ciudades de Irun y Hendaia marcará un punto de inflexión de cara a futuras estrategias compartidas. En todo caso, el que en un espacio con gran dosis de historia se den cita esta mañana desde la propia Udalbiltza hasta formaciones abertzales de distinto signo pasando por dos sindicatos de fuerte implantación, como son ELA y LAB, además de otros muchos organismos sociales, es una circunstancia en sí misma positiva. Porque bueno es que se articulen espacios de encuentro con la reclamación del reconocimiento de la nación vasca como punto de referencia. Porque positivo es igualmente que, en un tiempo de incertidumbres, se proyecte una imagen nítida de que aquí hay un país que aspira a mirarse en el futuro en el modo y la forma que determinen sus ciudadanos.

Aunque el contexto político no se preste a ello en exceso, bueno es que se preserve el valor de esa aspiración compartida. Euskal Herria existe y tiene derecho a ocupar un lugar en el concierto de las naciones. Euskal Herria se extiende a lo largo y ancho de siete territorios y a los habitantes de sus siete herrialdes les asiste el derecho a tomar las decisiones que afecten a su devenir presente y futuro. Por razones históricas, pero por encima de todo por respeto a la voluntad de los hombres y mujeres que, ya por haber nacido ya por residir y trabajar en esta tierra, tienen pleno derecho a decidir sobre las cuestiones básicas de nuestro país.

Los marcos establecidos en Euskal Herria no permiten que se produzca ese proceso de decisión. Porque decidir no es elegir a los representes de ésta o aquella institución en base a unas elitistas reglas de juego establecidas en dos lejanas capitales; decidir es establecer entre todos los vascos esas reglas de juego, para que sea posible una elección auténticamente democrática.

Los marcos existentes no permiten ese ejercicio básico de democracia, y por eso el proceso político puesto en marcha desde años atrás en este país se dirige expresamente a construir un escenario democrático que devuelva definitivamente la palabra a la ciudadanía. Ese proceso pasa por momentos difíciles, entre otras razones porque afecta a las claves con mayúscula del conflicto político. Si a ello le sumamos un contexto histórico marcado por la crisis de la forma de organización de los estados francés y español, podremos ganar en perspectiva y calibrar mejor la dimensión de la apuesta de cambio activada en Euskal Herria y, por extensión, las dificultades puntuales para avanzar.

El respeto, una herramienta de solución

El respeto es una herramienta fundamental para transitar desde una situación cimentada en las imposiciones a un modelo de relaciones democráticas. El respeto hacia lo que existe y el respeto al deseo de cambiar esa realidad para construir un escenario de paz y democracia. El respeto entre diferentes permite establecer la confianza necesaria para hacer proceso. La falta de respeto hacia los compromisos establecidos perturba el avance de un proceso destinado a superar el conflicto.

A buen seguro, los asistentes al acto de Irun-Hendaia comparten el diagnóstico de que es imprescindible que se garantice el respeto a este país, en toda su dimensión territorial, en toda su dimensión demográfica. Sin embargo, con ser importante, esa percepción tan extendida no se plasma a día de hoy en un acuerdo político. Aberri Eguna 2007 puede y debe marcar un nuevo impulso en la búsqueda de ese consenso básico que permita superar la fase de indefinición en que nos encontramos. Es una fecha referencial para amplios sectores de este país, para los sectores llamados a ejercer de fuerza motriz en la construcción de un escenario de respeto para la nación vasca. Es un día de celebración y compromiso para quienes trabajan para que el euskara sea oficial, para que los trabajadores y trabajadoras puedan dotarse de un marco propio de relaciones laborales, para que las infraestructuras respeten los modos de vida y ecosistemas, para que este país pueda ser parte activa de la construcción de esa Europa en transformación.

Hace apenas una década muy pocos habrían acertado a asignar un estatus independiente a Montenegro, pocos habrían augurado un debate sobre el estatus de Kosovo en la ONU. Bruselas asiste, no siempre con agrado, a un cambio en su configuración geopolítica que modificará el propio desarrollo de la UE. En ese debate se decide también el futuro de Euskal Herria, y es primordial que este país pueda expresarse en cuantas instancias adopten decisiones que afecten a sus ciudadanos.

Sin embargo, a día de hoy, ni siquiera en las instituciones más cercanas se respeta el derecho a decidir de los vascos y las vascas. A las puertas de una nueva campaña electoral -a ambos lados del Pirineo- nada asegura que esa situación antidemocrática vaya a resolverse. Y también para hacer esa transición, la que lleve de unas instituciones que no representan a toda la ciudadanía a otras que reconozcan el derecho a que todos se expresen en igualdad de condiciones, es preciso y urgente un paso decidido de la ciudadanía. Cuantos más transiten por el puente, antes se alcanzará la otra orilla.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo