Ruanda conmemoró ayer el decimotercer aniversario del genocidio de 1994 aún inmersa en los juicios populares a miles de civiles presuntamente implicados en las masacres y con varias comisiones de investigación en marcha para determinar la responsabilidad del Estado francés.

La ceremonia de conmemoración tuvo lugar en Mugande, lugar del sur de Ruanda, donde fueron masacradas 50.000 personas y cuya elección es simbólica, ya que posteriormente sirvió como una de las bases operacionales de la controvertida «Operación Ruequesa». Esta consistió en el envío, por parte de París, de 2.500 soldados de élite en junio de 1994 en misión humanitaria a Ruanda, donde ocuparon un tercio del territorio durante dos meses.

Según las autoridades ruandesas y la versión de los hechos de organizaciones como Human Rights Watch y la Federación Internacional de Derechos Humanos, la operación sirvió para frenar el avance de las fuerzas tutsis y facilitar la huída al vecino Zaire (hoy República Democrática de Congo) a muchos de los líderes hutus responsables de las matanzas de tutsis.

Trece años después, las relaciones con el Estado francés son precisamente una de las heridas que no sólo no ha sanado sino que ha ido a peor. «Hemos tocado fondo con Francia, no se puede calificar cómo es nuestra relación puesto que es inexisten- te», señaló el ministro de Asuntos Exteriores, Charles Murigande. Ruanda rompió definitivamente relaciones con París en noviembre de 2006 después de que un juez galo acusara al actual presidente ruandés, el tutsi Paul Kagame, de dar la orden de derribar, el 6 de abril de 1994, el avión en el que viajaba el entonces presidente Juvenal Habyarimana, un hutu, hecho que marcó el inicio del genocidio.

Comisiones

En Ruanda continúan los trabajos de una comisión creada para investigar el papel jugado por el Estado francés y otras potencias extranjeras y se esperan los resultados para setiembre. A ésta se une otra comisión para investigar el derribo del avión.

El 7 de abril fue declarado Día Internacional para la Reflexión sobre el genocicio, en conmemoración especial de las 937.000 personas que, según el censo ruandés, perecieron en las matanzas, que comenzaron horas después de la muerte de Habyarimana. El magnicidio marcó el inicio de una campaña de exterminación de la minoría tutsi y de los miembros moderados de la mayoría hutu planificada por las autoridades hutu entonces en el poder y ejecutada, con machetes y armas de fuego, por milicias, soldados del Ejército y población civil.